Aprender del coronavirus

La importancia de la pandemia y lo que no solemos ver a nuestro alrededor.

La situación se vuelve cada vez más grave, es minuto a minuto, parece que todo se hubiera descontrolado. Se desploman las bolsas, se cancelan los grandes eventos internacionales, famosos y artistas podrían portar el virus y poner en riesgo sus vidas, la cantidad de muertes supera las 5 mil y la OMS declara “pandemia”, la paranoia se apodera de la población y comienzan los saqueos masivos, colapsan los sistemas de salud y hospitales, fronteras cerradas, estados de sitio, economías envueltas en un problema repentino y muy serio, y una vacuna que parece que no aparecerá al menos en semanas.

El COVID-19 se propaga a un ritmo frenético, e imaginar cómo podría evolucionar en los próximos días es dramático. No es un caso a menospreciar, sin duda, cometeríamos un gran error si lo hiciéramos.

Sin embargo, durante todos estos días un índice muchísimo más alarmante continua ahí, olvidado como siempre en el silencio absoluto, ahora más que nunca.

Aproximadamente 25 mil personas mueren de hambre por día. Sí, por día nos cobramos unas 5 veces el número de víctimas por coronavirus hasta la fecha, por falta de alimentos. ¿Y lo realmente grave qué es? Que esa “vacuna” existe desde siempre, y que sobran “dosis” y se tiran.

Cada año (y esta estadística también se mantiene intencionalmente en silencio hace mucho), se estima que se produce en el mundo el doble de alimentos de los que la población precisaría para vivir. Sin embargo, unos 2 mil millones de personas, lo que significa más de un cuarto de la población mundial, no tienen asegurado el acceso diario a la comida.

Ahora, ¿por qué no nos hostigan con esta noticia día a día desde los medios para que tomemos todos los recaudos necesarios hasta palear esta emergencia? ¿Por qué menos que el coronavirus, si el problema es precedente, las muertes son muchas más y afecta en muchísimo mayor volumen a los niños (las víctimas más inocentes)?

Sin duda la vida no vale, ni por asomo, lo mismo en todos lados.

Lo gravísimo que tememos que nos pueda llegar a pasar, ya pasa hace siglos en los países más vulnerables. Pero no nos llega esa información, y dudo si queremos que nos llegue. Cuando algo nos indaga fuerte mejor correrlo del mapa.

Me pregunto cuántos supimos que en Congo murieron en los últimos meses 6 mil personas, en su mayoría niños, por un brote de sarampión. La vacuna contra esta infección existe desde 1963 y la OMS decretó que 40 millones de dólares bastarían para financiar la asistencia médica y la extensión del plan de vacunación durante los próximos seis meses. Un vuelto para cualquier millonario o multinacional.

Hoy en 2020, con toda la ciencia y el conocimiento en nuestras manos para asegurar calidad de vida a todos los humanos, una tendencia se acelera cada vez más: los ricos son cada vez más ricos, los pobres cada vez más pobres, y los del medio, en tanto, no se rebelan, fieles servidores de un sistema que no tiene sustento en el tiempo y, por tanto, lleva al colapso más temprano que tarde.

La reflexión debe ser bien profunda, hasta este nivel, porque si alguien puede hacer algo para revertir esto somos nosotros, ya no podemos esperar más una respuesta de los gobernantes que nos siguen dejando ver lo que “se puede ver”. Si hay una esperanza de cambio, deberá empezar desde abajo y todos juntos.

Que el coronavirus, con todo el daño que está produciendo, nos deje un aprendizaje. Que vernos amenazados por esta pandemia, nos vuelva más solidarios con los hermanos que hace años viven en condiciones indignas y no tienen voz.

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Fuente: https://ciudadnueva.com.ar

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