Atacama: Del desierto de la muerte al desierto de la vida

El proyecto de una empresa chilena transforma los residuos de la industria textil en paneles de aislamiento térmico para viviendas sociales y personas con bajos ingresos. Una “semilla” que, para germinar, necesita la contribución de cada uno de nosotros en un intento de preservar nuestra Casa Común.

“La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería. En muchos lugares del planeta, los ancianos añoran los paisajes de otros tiempos, que ahora se ven inundados de basura” (Laudato si’, 21).

Esta frase de la encíclica del Papa Francisco representa plenamente lo que ha ocurrido en el desierto de Atacama, en Chile, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2000. Una maravilla para los miles de turistas que lo visitan cada mes: 1.600 km de esplendor y dunas doradas que tocan el cielo. Sin embargo, en Alto Hospicio, municipio de la región de Iquique situado a 1.800 km de la capital, Santiago, se han formado nuevas dunas que nada tienen que ver con la arena. Se trata de montones de ropa sin vender procedente de todo el mundo que, al no ser biodegradable, tarda hasta 200 años en descomponerse, y al estar llena de toxinas y tintes puede provocar un desastre medioambiental sin precedentes.

EL FENÓMENO DE LA FAST FASHION

En los últimos tiempos, por desgracia, se han popularizado las tiendas que venden ropa a precios bajos, incluso muy bajos. Es tan barata que, a la primera mancha, rotura o simplemente porque ya no le gusta, la gente opta por tirarla. Un fenómeno conocido como “moda rápida” que contempla la producción, el consumo y el desecho a un ritmo rápido, casi compulsivo, de ropa de todo tipo y para todas las edades. La pregunta es: ¿dónde acaban tantos productos y qué consecuencias tienen para el medio ambiente? La necesidad de deshacerse de estos residuos ha creado una nueva industria, con empresas especializadas en la compra de ropa usada. Pero no todos los países han legalizado aún la importación de estos materiales. En América Latina, Chile es una de las pocas excepciones. Las empresas seleccionan las mejores piezas para revenderlas y lo que no se puede reutilizar acaba en vertederos ilegales. Dentro del país, la ciudad con mayores beneficios fiscales, en parte por su situación geográfica —está cerca del mar—, es Iquique, que es zona franca.

PASOS HACIA DELANTE

Y es aquí donde hemos visto en los últimos años, gracias a algunos reportajes, el escándalo, la degradación, la herida infligida a las dunas de Atacama. Sin embargo, afortunadamente, antes de que la situación pudiera degenerar, las autoridades intervinieron, limpiando el mayor vertedero creado en el desierto. No obstante, según datos de la Secretaría Ministerial, sigue habiendo 52 “microvertederos” en la región. La buena noticia es que los importadores se han comprometido a introducir tejidos de mejor calidad, para evitar un exceso de producto y, además, el Decreto 189 del Ministerio de Salud chileno prohíbe la eliminación en vertederos.

En este contexto empezó a operar hace ocho años la empresa EcoFibra, cuyo director general es Franklin Zepeda-López. El trabajo de esta empresa es totalmente ecológico y consiste en recoger ropa, clasificarla y transformarla en paneles termoaislantes para la construcción civil, utilizados en el diseño de viviendas sociales. Estos paneles son una especie de manta que se inserta en el interior de las paredes para aislar del frío o del calor. Zepeda fundó EcoFibra en 2018 precisamente para afrontar un desastre ambiental, en gran medida ignorado, comenzando con los vertederos del desierto de Atacama. “Cuando se me ocurrió la idea, quería dejar de ser parte del problema y empezar a ser la solución”, explica a Vatican News y L’Osservatore Romano.

El trabajo de esta empresa es totalmente ecológico y consiste en recoger ropa, clasificarla y transformarla en paneles termoaislantes para la construcción civil, utilizados en el diseño de viviendas sociales.

Por cierto, aunque algunas de las dramáticas implicaciones del consumismo desenfrenado relacionado con la moda —como el trabajo infantil y las condiciones inhumanas en las fábricas de muchos países asiáticos— están bien documentadas, el coste medioambiental de la llamada “moda rápida” es menos publicitado y menos conocido. Sin embargo, lo cierto es que la “moda rápida”, además de contaminar la tierra, utiliza una enorme cantidad de agua, algo así como 7.500 litros por un par de vaqueros (jeans), según un reciente informe de la ONU, lo que equivale a la cantidad de agua que bebe una persona media en siete años. En total, la UNCTAD, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, calcula que la industria de la moda utiliza unos 93.000 millones de metros cúbicos de agua al año, suficiente para saciar la sed de cinco millones de personas. Cuando pensamos en las industrias que tienen un efecto perjudicial sobre el medio ambiente, nos vienen a la mente la energía, el transporte e incluso la producción de alimentos, pero es precisamente la industria de la moda la que se considera la segunda más contaminante del mundo, después del petróleo.

CONSTRUCCIÓN SOSTENIBLE Y HUMANA

“En Chile, como en el resto del mundo, explica el director general, el aislamiento térmico es para los ricos, porque es muy caro. Así que la calidad de vida de los más pobres es baja, porque pasan mucho frío en invierno y sienten un calor sofocante en verano, sobre todo en el norte del país”. La acción de EcoFibra, por tanto, tiene un triple impacto: primero, en el medio ambiente, porque actúa limpiando prácticamente el territorio de contaminantes peligrosos; después, en el plano social, porque supone mejorar la calidad de vida de las personas en situación de vulnerabilidad; y, por último, en la economía, porque promueve la creación de empleo y dinamiza la economía de la región, una de las más pobres de Chile. Cuando empezaron las obras, el empresario cuenta que iban directamente al vertedero para separar manualmente la ropa, “ahora, en cambio, hay un acuerdo con el importador y el camión descarga directamente en la empresa”. Sin duda, es una buena forma de reducir el daño medioambiental, pero no es suficiente. Zepeda-López no tiene dudas: consumir menos es la solución.

CONVERSIÓN ECOLÓGICA

“Debemos consumir menos o el consumismo acabará con nosotros y con el planeta”, reitera Zepeda, “debemos concientizarnos de que cada compra de un regalo llegará a un vertedero o se quemará y esto está contaminando la Tierra, nuestros mares, aguas, con microplásticos y ahora incluso desiertos como el de Atacama”. Para el CEO, se trata de controlar un impulso “que viene de la cabeza, tener el mejor regalo para hacer a los amigos, el vestido más bonito para lucir en cualquier ocasión, esta es la tentación del consumo”. En esto, la Laudato si’ de Francisco viene en nuestra ayuda, dice Zepeda:

“Qué mejor mensaje que el del Papa que nos invita a la conversión ecológica, al cuidado del medio ambiente y de las personas, de todas, pero especialmente de las frágiles, devolviéndoles la dignidad; del agua, que es un bien común y que no puede desperdiciarse para producir ropa si en cambio puede calmar la sed de los que mueren de sequía”. El Papa repite a menudo: “ahora es el momento de actuar, porque, si no lo hacemos ahora, no tendremos un hogar que dejar a nuestros hijos, y mucho menos a nuestros nietos…”. Hoy el desierto de Atacama está limpio, aquellas montañas de ropa ya no existen y la nueva vida de este lugar se debe a empresas como EcoFibra no solo porque ha limpiado las dunas devolviéndoles su antiguo esplendor, sino porque con los residuos recogidos ofrece cada día una manta a quienes muchas veces ni siquiera tienen qué ponerse.


Fuente: www.vaticannews.va/es / Imagen: FreeImages.

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