Según el estudio realizado por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, en los últimos treinta años la tasa de pobreza ha disminuido del 40% al 7%. Sin embargo, muchos sectores de la población siguen privados de los beneficios de este crecimiento económico.
Analizar la familia como sujeto económico y educativo, promotor de la ciudadanía activa e instrumento de protección de los más débiles y de los vínculos intergeneracionales, particularmente en esta época de pandemia de coronavirus: es el objetivo del estudio realizado por la Cátedra de Ciencias de la Familia de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. De hecho, la Universidad colaboró en el proyecto de investigación denominado “Familia y pobreza relacional”, organizado por el Observatorio Internacional de la Familia.
De los datos recogidos se desprende que, en Chile, en un periodo de treinta años, la tasa de pobreza ha disminuido del 40% al 7%. Sin embargo —señala Juan Pablo Faúndez Allier, director del proyecto y presidente de la cátedra de Ciencias de la Familia— muchos sectores de la población “siguen privados de los beneficios del crecimiento económico que se ha producido en las últimas tres décadas”. “En el país —explica— aunque el ingreso per cápita alcanza los 25,8 mil dólares, el 1% de la población concentra el 26,5% de la riqueza y el 66,5% recoge solo el 2,1%, lo que sitúa a Chile en el séptimo lugar entre los países más desiguales del mundo”.
Además, en esta época de pandemia, los trabajadores irregulares, “por temor a perder su medio de sustento”, siguen trabajando incluso sin tutelas, “con la consiguiente exposición al coronavirus”. Lo mismo ocurre con el 50% de la población que se encuentra al borde de la pobreza: “Son personas que tienen que utilizar el transporte público para ir a trabajar, poniendo en riesgo su propia salud y la de los demás”, dice Faúndez. Al mismo tiempo, “las familias chilenas han aumentado su deuda y las que tienen acceso a la educación privada, que es de mayor calidad que la educación pública, están profundizando y perpetuando la brecha económica”.
“En Chile —concluye Faúndez— en los últimos treinta años ha habido progresos en la superación de la pobreza, pero según un modelo que requiere algunos ajustes. El sistema económico articula el espíritu empresarial, la subsidiariedad y la solidaridad, pero esta última es la más descuidada y debe ser acentuada”. Hay que recordar que la segunda parte del estudio, que se espera para mayo de 2021, estará dedicada a “Familia y pobreza económica”.
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Fuente: www.vaticannews.va