Es esta una oportunidad única para resetear a Chile de acuerdo a las bienaventuranzas de Jesús.
Muchos tienen pesadillas. El mío fue un sueño. Soñé que Jesús subía al cerro Ñielol, en Temuco, y comenzaba a llamar constituyentes.
“Felices las matronas, porque ustedes ayudarán a parir gente nueva”.
“Felices los buzos, porque nos contarán qué maravillas hay en los fondos marinos y dirán cómo defenderlas”.
“Felices las trabajadoras sociales, porque yo tengo una hermana que es trabajadora social y me consta que ellas reparan gente destartalada”.
“Felices los actores, porque al Padre Eterno le gusta mucho el teatro”.
“Felices las diseñadoras, porque mi madre con los años se ha puesto pretenciosa y quiere un vestido nuevo”.
“Felices los ajedrecistas, porque el país necesitará nuevos estrategas”.
“Felices las dentistas, porque los discípulos del Reino de los Cielos tienen las muelas picadas”.
“Felices los mecánicos, las parvularias, los contadores, las machi y los empresarios, sí, también los empresarios, porque ninguna, ninguno puede ser vetado, porque cada cual cuenta y tiene mucho que aportar”.
“Bienaventurados ustedes cuando los miren en menos, les pidan cartones universitarios, títulos de dominio, informes de Dicom, pasaportes verdes, papel de antecedentes, visas a prueba de inmigrantes, ojos azules y colmillos blancos. Felices, porque así persiguieron a los profetas y a las madres de los profetas”.
No bromeo. Sí, pero no. El triunfo de los independientes con y sin apellido en las elecciones de los días 15 y 16 de mayo es magnífico, tiene un talante evangélico indesmentible. Es esta una oportunidad única para resetear a Chile de acuerdo a las bienaventuranzas de Jesús.
Pero, cuidado. La intolerancia religiosa en tiempos apocalípticos acecha tanto como los populismos. ¿Bastarán las bienaventuranzas? Así como así, no. Si inspirados en ellas los cristianos se sienten eximidos de articular fe y razón, serán un estorbo. Para los cristianos la fe y razón cohabitan una en la otra. No hay fe que pueda ser irracional, ni la razón que pueda cerrarse a las convicciones trascendentes. Pues también los demás seres humanos están a la altura de sí mismos cuando, en aras de una convivencia con sus congéneres, articulan sus convicciones más profundas con las ideas, palabras y acciones que las hacen operativas.
Por lo mismo, los cristianos deben tener muy en cuenta que quienes no son cristianos pueden argumentar mejor que ellos. Nuestro cristianismo, por cierto, ha sido de baja ley. “¿Es Chile un país católico?”, titulaba Hurtado uno de sus libros para picanear a la oligarquía, gran responsable de la pobreza y la desigualdad de los años cuarenta. Hoy, gracias Dios, salimos de la cristiandad. No queremos un país católico, preferimos uno pluralista y plurinacional. Uno en el que las distintas tradiciones culturales, religiosas y filosóficas converjan y dialoguen en pos de la justicia y de la paz.
La Constituyente será ocasión para que los cristianos, y para que todos, ensayen modos de relación respetuosos, afectuosos. Será una oportunidad para que se oigan las voces de los expertos en derecho constitucional, en economía, en educación y otras ciencias, en vez de doblegarse ante los gritones y las lloronas, ante los funeros que los esperarán a la salida de las sesiones para insultarlos, y se preste oídos especialmente a los latidos de los más humildes de nuestros representantes. Estos mismos modos de relación entre personas muy distintas y nuevos métodos para tomar decisiones entre ellas, debieran proyectarse y plasmarse en una nueva normativa constitucional.
Si se me permite hacer mis peticiones personales, quiero una institucionalidad más democrática, más ágil, más operativa. No me asusta que en las aulas haya discusiones subidas de tono. Es seguro que las habrá. La cosa no será fácil. Nadie puede asegurar que este mega experimento de civilidad vaya a resultar. Espero, en todo caso, que haya también peticiones de perdón y perdón. Me gustaría que la constitución de 2022 favorezca la creación de partidos nuevos, pues sin partidos no hay democracia. Creo que urge revisar la función del Estado. ¿No podría constituirse en un agente económico entre otros agentes, los privados ciertamente? Bien parece que, además de garantizar derechos sociales, el Estado tendría que ofrecer a la empresa privada un vigoroso respaldo jurídico, además de otros estímulos, para que genere mayor prosperidad.
Anoche, en sueños, se me apareció de nuevo Jesús y me dijo: “No andamos lejos del Reino de los Cielos”. Le acompañaba María, su madre, y “Chopito” su gato, las funámbulas de la plaza Brasil, poetas de cunetas, el joven Zamudio, víctimas de feminicidios, el “tony” Caluga, un obispo desorientado, Lautaro y “el enano” Buonanotte. Los sueños son así, son raros los sueños.
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Fuente: https://jorgecostadoat.cl/wp