El Evangelio que anunciamos las mujeres. “¿Quién es mi prójimo?”

El mandamiento de “… (amar) al prójimo como a uno mismo”, no habla de los “prójimos” que me tocan, sino que habla de cómo debemos actuar con los otros/as, esto es: “con compasión”, y eso nos convierte en prójimos.

Domingo 14 de julio
¿Quién es mi prójimo?
Lucas 10, 25-37

La lectura de este domingo nos puede resultar muy familiar, lo que, riesgosamente, nos puede llevar a pensar que de tan familiar y conocida, ya no hay mucho que pueda decirnos. Pero si hay algo que logro reconocer y me remueve el corazón, es que el Evangelio, la Buena Noticia, es palabra viva, que se va renovando y nos va interpelando de maneras diferentes en y a cada uno nosotros. Desde ahí comencé a escribir esta reflexión, tomando la invitación de dejarme cuestionar por el Evangelio.

El maestro de la ley le pregunta a Jesús: “¿Qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?”. Aparentemente una pregunta que cualquiera quisiera hacerle al Señor para que este responda de manera clara y específica, casi como una lista de tareas, las que, completándolas, nos harán merecedoras de un premio final; pero Jesús, al maestro de la ley no da una respuesta nueva o subversiva, sino que lo invita a responderse a sí mismo, incluso con lo que él bien conoce: la ley. La respuesta es correcta, y Jesús la reafirma diciéndole: “Has respondido bien, obra así y alcanzarás la vida”.

Parece un poco frustrante e infecundo este diálogo, al menos desde la vereda del que pregunta. El maestro de la ley vuelve a preguntar, seguramente para buscar precisión o que Jesús le diga algo más: ¿Quién es mi prójimo? Jesús toma la palabra y les expone la parábola del hombre asaltado que bajaba de Jerusalén a Jericó; el maestro nuevamente no escucha lo que espera, aún más, Jesús lo invita a responder otra pregunta desde lo que él mismo observa, y así le brinda, no la respuesta que andaba buscando, pero sí, lo que necesitaba oír. Finalmente descubre que no es una lista de tareas lo “que hay que hacer para alcanzar la vida eterna” sino que, es un modo determinado de obrar; no es un qué, sino un cómo.

Ahora, recordemos la segunda pregunta del maestro de la ley: ¿quién es mi prójimo? El personaje sigue buscando un listado, una instrucción que diga “estos son tus prójimos”, una lista acotada; lista que también nosotros podemos andar buscando, ya que es mucho más sencillo saber que tengo un número reducido de personas y/o de tareas asignadas. Sin embargo, tanto la respuesta del maestro de la ley como la pregunta del Señor, nos cambian el ángulo: “¿Quién se portó como prójimo del hombre asaltado?”, “el que tuvo compasión de él”. No es una lista de cierto tipo de gente, no es alguna característica de la persona necesitada la que lo define como prójimo, sino el cómo decidimos actuar con esa persona, entonces, ¡Oh! ¡Sorpresa! el mandamiento de “… (amar) al prójimo como a uno mismo”, no habla de los “prójimos” que me tocan, sino que habla de cómo debemos actuar con los otros/as, esto es: “con compasión”, y eso nos convierte en prójimos. ¡Uf! Qué difícil entonces es reconocer que, en lo cotidiano, al igual que el sacerdote y el levita (servidor del templo) mencionados en la parábola, muchas veces optamos por pasar de largo, dejando de ser prójimo con los otros, o al menos, con algunos.

Si trajéramos a la actualidad el pasaje del cuestionamiento mutuo, entre el maestro de la ley y Jesús y, en medio de nuestras circunstancias y grupos, de nuestro entorno y medios, fuera a nosotros a quien Él preguntara: ¿Con quién actúas como prójimo?; ¿qué rostros se nos vendrían a la cabeza? y ¿cuáles no?; ¿ante qué tipo de carencias pasas de largo?, ¿cuál sería nuestra respuesta?

Estas preguntas nos llevan ineludiblemente a revisar nuestros propios prejuicios y a descubrir un número no menor de “supuestas buenas razones para pasar de largo”, y no solo frente a necesidades materiales o físicas, sino también ante caídas y carencias emocionales, morales, sociales; ¿Para quiénes no estoy disponible?

Nosotros, como el maestro de la ley, muchas veces podemos desear esta especie de manual de instrucciones que facilite, de alguna manera, el entender cómo llevar a cabo la voluntad de Dios en nuestra vida; la misión compartida, la vocación del Reino: “Señor, ¿Qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?”.

La respuesta está en el verdadero Maestro, en mirar “el cómo” de Jesús, su modo de proceder con el prójimo nos impulsa a mirarnos a nosotros mismos, deteniéndonos en el camino de Jerusalén a Jericó, para auxiliar a una persona de la cual desconocemos sus circunstancias, solo que es humano, es hermano, es hermana.

Solo un constante reconocimiento de nuestros prejuicios, de nuestras mezquindades y de nuestras dudas, nos permitirá obrar con compasión y misericordia con los otros y otras, quedando de lado la necesidad de preguntarle al Señor: ¿Quién es mi prójimo?

* Queridas hermanas, queridos hermanos, les enviamos una nueva homilía del Evangelio que anunciamos las mujeres. Nos alegramos y agradecemos los ojos y la voz nueva de mujeres que se atreven a decir y orar el Evangelio para nuestras comunidades. Estas van enriqueciendo nuestra capacidad de comprender y ampliar el mensaje de Jesús. Pueden encontrar todos los comentarios anteriores en Facebook: Mujeres Iglesia Chile, en la página de la Revista Mensaje: https://www.mensaje.cl/category/noticias/iglesia/ y en la página: https://www.kairosnews.cl

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Fuente: https://www.facebook.com/MujeresIglesiaChile/

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