El karma

Tenemos la suficiente capacidad para ir elaborando lo que vivimos, para asumir las consecuencias de lo que hacemos y sentimos. No podemos olvidarnos de nosotros mismos.

Hay experiencias que están de moda. Es impresionante la cantidad de cosas que circulan en redes: videos, enlaces, frases… que evocan un estado interior conocido como “el karma”. No se refiere exactamente a la paz interior. Muchas religiones lo tienen en el elenco de su doctrina (budismo, hinduismo, entre otras). Más bien la invitación con este estado pseudoespiritual es la búsqueda del equilibrio interno. Ejercicios, música y lecturas que ayudan a alcanzar un nivel interior de equilibrio entre lo emocional, lo psíquico, lo espiritual que la elevación que se siente está fuera de lo común.

No quisiera criticar ninguna creencia y mucho menos que alguien se sienta molesto por estas letras. Pero ciertamente me siento muy cuestionado por esta moda. Parece que todos, hasta que no alcancemos el karma, no estamos bien. Quizás para algunas personas, sin conocer el concepto pero sí el significado, vivan su vida con el deseo de que todo esté en una especie de “calma chica”. De equilibrio interno que haga que uno ni padece ni siente. ¿De verdad esto es posible?

Quizás para algunas personas, sin conocer el concepto pero sí el significado, vivan su vida con el deseo de que todo esté en una especie de “calma chica”.

Pensamos que con lo que vivimos en el pasado, lo que hemos hecho en “otras vidas” nos vuelve en forma de buenas o malas acciones. Es gracioso, pero el otro día en la puerta de una hamburguesería, una chica se cayó en los escalones de entrada. La amiga toda graciosa, le dijo que eso era el karma y que se lo estaba devolviendo.

Al final este tipo de creencias nos llevan a cuestionar las nuestras. El planteamiento de fondo es qué creemos realmente. Según nuestros antepasados así vivimos… como algo del pasado se convierte en presente y en futuro constante. A mí, la realidad me parece más compleja. Al final, lo que verdaderamente sirve es lo que uno vive en el aquí y ahora de su momento vital. Y, que conste, que el pasado siempre configura lo que somos. Pero no nos tiene porque dominar el presente. Tenemos la suficiente capacidad para ir elaborando lo que vivimos, para asumir las consecuencias de lo que hacemos y sentimos. No podemos olvidarnos de nosotros mismos. No nos ayudará vivir con la neurosis de lo que hemos vivido y hecho. Avanzamos en la vida hacia delante.


Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.

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