El Servicio Jesuita a Refugiados – Estados Unidos, con la misión de educar, servir y defender a los refugiados y otras personas desplazadas por la fuerza, utilizó un enfoque integral para reducir el sufrimiento de esta comunidad mediante oportunidades educativas y económicas.
Muchos haitianos se han visto forzados a emigrar tanto dentro del propio país como a la vecina República Dominicana, debido a desastres naturales como el terremoto de 2010 o a la pobreza extrema. Esta migración a menudo ha dado lugar a graves violaciones a los derechos humanos: abuso de trabajadores, violencia sexual y de género, abuso de la infancia y trata de personas. Las niñas y los niños haitianos son particularmente vulnerables, y, a menudo, víctimas de la trata, obligados a trabajar como sirvientes domésticos, braceros o vendedores callejeros.
Este peligro es evidente en Tilory, una ciudad fronteriza de Haití. Allí, niñas y niños conocidos localmente como “restaveks” trabajan en el servicio doméstico, donde a menudo son explotados y maltratados. Otros terminan mendigando en las calles de los pueblos fronterizos de la República Dominicana o Haití, totalmente vulnerables a la violencia. Y a esa vulnerabilidad se añade que Tilory se encuentra en una zona remota, con carreteras sin pavimentar y apenas hay escuelas para todos los niños de la comunidad.
El Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) – Estados Unidos, con la misión de educar, servir y defender a los refugiados y otras personas desplazadas por la fuerza, utilizó un enfoque integral para reducir el sufrimiento de esta comunidad mediante oportunidades educativas y económicas. El JRS – EE.UU. hizo esto gracias a la generosa contribución del Dr. Thaddeus Regulinski, construyendo una escuela, creando un centro de capacitación y asegurando el acceso a agua limpia.
La escuela, que tardó dos años en construirse, es un edificio de tres pisos con un total de quince aulas y con capacidad para 510 estudiantes. También cuenta con paneles solares que proporcionan electricidad, permitiendo a la comunidad hacer uso del edificio día y noche.
El JRS – EE.UU. también trabajó en la purificación del agua y en la reforestación de Tilory y comunidades vecinas. Y, junto con sus contrapartes en Haití y República Dominicana, ayudó a terminar un centro piloto de capacitación agrícola comunitaria, el sistema de riego intensivo, semilleros y actividades de plantación de árboles.
“La escuela es un legado vivo para sus hijos, y los hijos de sus hijos, y para los hijos de estos”, dijo el doctor Regulinski durante la ceremonia de apertura de la escuela el 26 de mayo.
Liana Tepperman, responsable del programa del JRS – EE.UU., dice que la comunidad de Tilory participó en la construcción de la escuela, y ahora tienen voz en la administración de la misma, en la selección de maestros y en asegurar que sus hijos reciban una educación de calidad. “El JRS, con el apoyo del Dr. Regulinski, solo les proporcionó la oportunidad. Ahora le corresponde a la comunidad dar el siguiente paso, y ya han expresado y demostrado un fuerte deseo de hacerlo”, agregó Tepperman.
El JRS – EE.UU. ha trabajado con contrapartes locales para atender las necesidades de los migrantes haitianos y apátridas de ascendencia haitiana durante más de quince años, aprovechando la labor de protección de los refugiados llevada a cabo por los jesuitas de la República Dominicana y Haití durante las últimas siete décadas. La apertura de la escuela es la culminación de este trabajo iniciado en respuesta al terremoto que causó la destrucción generalizada y el desplazamiento de los haitianos en 2010.
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Fuente: http://es.jrs.net