Inmigración en Chile: ¿Cómo convertir un problema en una solución?

Es necesario formular una política de inmigración integral, que sea a la vez pragmática y humanitaria.

El tema migratorio en Chile es sin duda uno de los más importantes en estos últimos años, el cual es una cuestión multifacética con variadas ramificaciones: humanitarias, sociales, políticas, económicas, institucionales, etc.

La inmigración es uno de los mayores retos que debemos enfrentar a nivel latinoamericano en el siglo XXI. Estados y ciudadanos debemos contribuir sustancialmente a la gestión eficaz del desafío.

Por lo general, ningún ser humano sale de su lugar de origen —más aún de la manera inhumana y peligrosa que experimentan los inmigrantes hoy (como cruzar el desierto de Atacama a pie)— a menos que haya una necesidad real (la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela, por ejemplo).

El problema no se aborda fundamentalmente combatiendo el síntoma, que en este caso es la inmigración, sino abordando las causas que la producen, es decir, las razones que obligan a alguien a dejar su familia y su patria. Y estas razones no son otras que la dura realidad, la falta de justicia social y la pobreza que ocurren en países como Colombia, Haití o Venezuela.

No debemos pasar por alto ni restar importancia a la instrumentalización de la inmigración por parte de discursos xenófobos con fines electorales. Afortunadamente en Chile aún no existen, como en Europa, partidos políticos antiinmigración, aunque podría ocurrir debido al involucramiento de extranjeros en delitos de alta conmoción social. Al menos los actos criminales del “Tren de Aragua” aún no han sido politizados, pero no hay que confiarse.

No debemos pasar por alto ni restar importancia a la instrumentalización de la inmigración por parte de discursos xenófobos con fines electorales.

Sin embargo, lo que ha ocurrido en Chile en este último tiempo es el flujo descontrolado de migrantes, que genera temor, inseguridad y percepciones potencialmente racistas en grandes sectores de la población nacional. Esta actitud se extiende potencialmente a todos los refugiados e inmigrantes, irregulares o no, vengan de donde vengan. Regulación de inmigrantes no significa necesariamente, como plantean algunos sectores de izquierda, xenofobia, sino evitar precisamente un problema de xenofobia a futuro.

Es por esta razón que se necesita un plan estratégico integral, elaborado por expertos, así como propuestas tangibles para implementarlo, teniendo en cuenta todos los parámetros.

PROPUESTA

En cuanto a los inmigrantes, solicitantes de asilo y refugiados que han entrado legalmente en la República de Chile, se debe formular una política que los integre en el tejido social: aprendizaje del idioma, historia y cultura, educación/formación, alojamiento, vivienda, igualdad de acceso a los servicios públicos, derechos sociales, etc. El organismo competente que verifica las solicitudes debe poder verificar si estas personas han superado con éxito los trámites y pueden integrarse en la sociedad. Si se les ofrecen oportunidades y condiciones de inclusión, estas personas se unirán y contribuirán a nuestra sociedad, convirtiéndose en miembros iguales de ella. Sabemos por investigaciones que los inmigrantes que se incorporan a la sociedad se convierten potencialmente en sus miembros más creativos.

Las empresas que no puedan cubrir sus necesidades con el personal existente en nuestro país, deberían iniciar legalmente los trámites laborales de inmigrantes, solicitantes de asilo que hayan realizado los trámites necesarios y ya puedan trabajar, así como refugiados reconocidos. Deben, por supuesto, pagar y ofrecer exactamente los mismos derechos que otorgan al resto de los trabajadores, sin discriminación.

En referencia a lo anterior, debemos señalar que algunos empresarios buscan la solución fácil. Piden al Estado que simplifique los trámites y dé aún más permisos a personas solo cuando necesiten mano de obra barata. Varios patrones explotan a estas personas (por ejemplo, los motoristas de delivery), dándoles salarios magros, quitándoles sus derechos laborales y condenándolos a la pobreza. Así, indirectamente, los obligan a vivir en condiciones precarias e insalubres (como en Estación Central o en las tomas que proliferan en algunas zonas del país). La gran afluencia de venezolanos aumenta cada vez más la xenofobia, que no nos honra como chilenos. En todo caso, hay que tener en cuenta que la inmigración tiene una doble naturaleza: sirve a razones e intereses económicos, pero también a valores humanitarios y principios morales.

Se necesita colaboración para encontrar soluciones a nivel global y regional para garantizar que se satisfagan las necesidades laborales y, al mismo tiempo, controlar el número de trabajadores extranjeros, asegurando una vida justa para todos, sin excepción.

La inmigración a Chile puede ser útil, siempre que se gestione según criterios racionales y humanitarios. Una cosa es cierta: si la inmigración adquiere características incontrolables (como en enero y febrero de 2022 en la zona de Colchane), aumentará la xenofobia, de la que todos saldrán perjudicados, tanto inmigrantes como países de acogida.

Es necesario formular una política de inmigración integral, que sea a la vez pragmática y humanitaria, es decir, que tenga como objetivo abordar las causas que mueven a las personas a migrar y al mismo tiempo buscar la integración activa de refugiados e inmigrantes en nuestro país.

Como chilenos debemos trabajar por un país más seguro, más pacífico, que prospere en su totalidad, para que nadie se vea obligado a desarraigarse.


Imagen: FreeImages.

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