Irak: Yazidíes de Sinjar hoy

Abordar la larga sombra del genocidio que afecta a estas personas desplazadas.

El pasado agosto se conmemoró el cuarto aniversario del genocidio yazidí, y si bien son muchos los países que han mostrado su condena a las acciones del Isis que llevaron a la muerte de miles de personas, apenas se ha hecho algo para ayudar a los que aún padecen las consecuencias de la masacre. Irak es a menudo obviado, más ahora que la comunidad internacional ha puesto su mirada en la crisis reciente de Siria; sin embargo, hay quien cree que el genocidio sigue, ya que todavía quedan miles de personas cautivas de cuyo destino no se sabe nada. La situación dista mucho de ser estable, por lo que es imperativo apoyar a los más de 300 mil supervivientes del genocidio yazidí, desplazados por la violencia que aún se mantiene en la región del Kurdistán iraquí. Más de 1.100 yazidíes que habían sido secuestrados siguen desaparecidos.

Si bien el distrito de Sinjar, en el norte de Ninewa, en Irak, hogar de una gran población yazidí, técnicamente se ha recuperado, la devastación es masiva y muchas ciudades y pueblos han quedado completamente destruidos. La mayoría de los que se vieron obligados a irse no tienen, por ahora, planes de regresar a sus hogares debido a la falta de servicios básicos como agua y electricidad, así como por una atención médica y educación inadecuadas. Además, hay pocas oportunidades de empleo y existen numerosos explosivos caseros que aún no han detonado y se encuentran esparcidos por campos y aldeas. Algunos siguen lejos por miedo, convencidos de que los ataques y los asesinatos podrían comenzar de nuevo. Se palpa la falta de esperanza en la región, y muchos huyen de su país por razones de seguridad y en busca de mejores perspectivas en el extranjero, donde miembros de familias han tenido la oportunidad de establecerse y empezar sus vidas de nuevo.

Esta situación no solo afecta a los desplazados dentro del país, sino también a las organizaciones no gubernamentales que intentan ayudar a los refugiados y solicitantes de asilo en el área. Muchas ONG que sirven a los iraquíes desplazados tienen su base en Erbil o Duhok, pero tienen problemas para ayudar al pueblo iraquí. Hay obstáculos logísticos, como la prohibición de los vuelos internacionales hacia y desde el Aeropuerto Internacional de Erbil hace casi seis meses, dejando a los trabajadores humanitarios atrapados dentro y fuera del país. Las organizaciones humanitarias también luchan por obtener el reconocimiento legal requerido por el gobierno central. Las ONG enfrentan desafíos interminables al intentar acceder a las zonas del país donde las necesidades son mayores. También hay obstáculos psicológicos que deben abordarse, ya que los yazidíes de Sinjar son tanto desplazados internos como sobrevivientes de un genocidio. Hay que tener en cuenta consideraciones especiales para abordar los efectos psicológicos y emocionales a largo plazo del asesinato en masa, la esclavitud y la conversión forzada.

El pueblo yazidí ha sido víctima de persecución religiosa durante más de 300 años; la más reciente por el Estado Islámico, o Isis. Los yazidíes son monoteístas que practican una antigua religión gnóstica que ha sido condenada por algunos seguidores del islam en la región. En agosto de 2014, los militantes de Isis capturaron la ciudad de Sinjar, en el norte de Irak, una conocida área habitada por los yazidíes. Cientos de miles de personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares, huyendo a las montañas de Sinjar. Quedaron atrapados y rodeados por los guerrilleros, víctimas del hambre y la deshidratación, y obligados a elegir entre la conversión al islam o la muerte.

Las mujeres han sufrido de manera desproporcionada por el genocidio, y la mayoría de los hombres han sido ejecutados y los niños obligados a ser soldados. Los sobrevivientes cuentan que han sido vendidos repetidamente, pasando de unos soldados del Estado Islámico a otros. Y cuando lograron escapar, descubrieron que toda su familia había sido ejecutada. El P. Joseph Cassar sj, director nacional del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) en Irak, contó la historia de una valiente joven yazidí, conocida por el JRS, que había sido secuestrada por Isis con sus dos hijos pequeños, llevada a Siria y comprada y vendida más de 100 veces antes de ser rescatada. Entre los sobrevivientes del genocidio, el trauma personal y colectivo, la falta de perspectivas y la esperanza cada vez menor de escapar han provocado un fuerte aumento de suicidios, trastornos por estrés postraumático, trastornos de la conducta y depresión aguda. Incluso después de escapar, muchas mujeres luchan por aceptar la vida como sobrevivientes de una violencia horrible.

Siguiendo el modelo de acompañamiento del JRS, se hace lo posible comprender y ayudar a las mujeres en la reconstrucción de sus vidas. A través de proyectos como el Programa de Apoyo para Mujeres, las comunidades de aceptación y amistad se están reconstruyendo lentamente. La presencia de líderes religiosos que fomentan la reconciliación y que tratan de dar respuesta a su situación, muestra a los sobrevivientes no solo que la comunidad global los sigue valorando, sino que sus historias también son importantes. Las mujeres están superando las frustraciones y los desafíos compartidos de la reubicación forzada, compartiendo valiosas habilidades e historias. El JRS facilita estos debates y ofrece cursos especiales destinados a abordar la larga sombra del genocidio que afecta a estas personas desplazadas.

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Fuente: http://es.jrs.net

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