La infancia y el proyecto de la historia: A propósito de la esperanza del Adviento

Aprender a abrir nuestra vida a la vida, ser capaces de recuperar la voz de los niños y niñas, ser capaces de transitar por la imagen de un Dios que nace en medio nuestro como un niño.

Una de las claves que la fe judía y cristiana poseen es que la historia está fundamentada en un sentido escatológico, es decir, la conciencia de que el devenir histórico, en cuanto sustentado en la presencia de Dios en él, camina hacia un futuro de plenitud que ya está aconteciendo hoy, aunque de modo anticipado o provisorio. Así, la interpretación de la historia para el judaísmo y el cristianismo avanzan hacia un más. Ahora bien, dicho más ha comenzado, paradójicamente, en la figura de un niño. El profeta Isaías así lo expresa: “El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitaban en tierra de sombras una luz les ha brillado (…) Porque un niño no ha nacido, un hijo se nos ha dado” (Is 9,1-2.5). Y, en otro momento, el mismo Isaías afirma: “Saldrá un brote del tronco de Jesé, un retoño brotará de sus raíces. Sobre él reposará el espíritu del Señor […] Será la justicia la correa de su cintura. Habitará el lobo junto al cordero, la pantera se echará junto al cabrito, el ternero y el leoncillo comerán juntos y un niño pequeño los pastoreará” (Is 11,1-2a.6). La historia mesiánica ha comenzado con el nacimiento de un niño, con el surgimiento de un brote o retoño y con la figura de un niño que pastorea a la creación. El más de la historia responde a una micro-lógica, a una inteligencia y razón anclada en la infancia, en lo pequeño y en lo que comienza a crecer.

La importancia de la infancia, como espacio a través del cual se va constituyendo el tiempo de Dios, puede también vincularse con el concepto de “natalidad” propuesto por la filósofa alemana de origen judío Hannah Arendt. Para ella la natalidad, junto con indicar el comienzo de la vida, es un concepto que le permite hablar del surgimiento de un proyecto político o social que apela a lo nuevo o que deja entrever la novedad en medio de la historia. El proyecto humano, dice Arendt, debe ser natal y biopolítico, es decir, amante de la vida y de las formas de vinculación humana en medio de los totalitarismos. Hannah Arendt menciona incluso que en la existencia humana tiene lugar la función o la acción del Creador, el cual está antes del ser humano y que, por tanto, posibilita la presencia de lo otro en la historia. El Creador es el totalmente otro del ser humano y, en virtud de la creación que Dios realiza de la historia y en ella del ser humano, lanza al mismo sujeto a un proyecto o trayecto radicalmente novedoso. La natalidad, con ello, responde a una lógica de creación que se mueve en medio de una condición nómade o de tránsito.

A través de la micro-lógica de la infancia que apuesta por el nacimiento de nuevos proyectos políticos, sociales, culturales y, diríamos, eclesiales, vamos comprendiendo el carácter de sorpresa y de Adviento de la misma historia y de la misma vida humana. A través de la imaginación de la infancia y de la recuperación de los relatos de la niñez e incluso de la vuelta a nuestra propia infancia, se puede construir un proyecto de sentido que involucre otras formas de mirar, comprender y actuar el mundo. El filósofo francés Gastón Bachelard recuerda que en los seres humanos acontece la manifestación de una infancia permanente, es decir, comprender que tenemos la posibilidad de volver a recordar ese momento vital, la infancia, en donde la imaginación y la libertad constituían espacios de auténtico descubrimiento y crecimiento. Dice Bachelard: “Esta infancia permanece como una simpatía de apertura a la vida, permitiéndonos comprender y amar a los niños como si fuésemos sus iguales en primera vida”. Las palabras del pensador francés son radicales: aprender a abrir nuestra vida a la vida, ser capaces de recuperar la voz de los niños y niñas, ser capaces de transitar por la imagen de un Dios que nace en medio nuestro como un niño, abrir nuestro senti-pensamiento a formas más lúdicas, creativas e imaginativas que, desde esa infancia guardada dentro de cada ser humano, puedan construir nuevos proyectos de sentido en medio de la historia, sobre todo en medio de las tierras de sombra y muerte sobre las cuales creemos vuelve a brillar la luz del niño que ha nacido como promesa de Dios. MSJ

ARTÍCULOS RELACIONADOS

logo

Suscríbete a Revista Mensaje y accede a todos nuestros contenidos

Shopping cart0
Aún no agregaste productos.
Seguir viendo
0