1. Hace algún tiempo adquirí en una venta de libros usados el poemario del poeta chileno Óscar Hahn, cuyo título es “Flor de enamorados”. Mi sorpresa fue cuando al abrir el libro encontré que en cada uno de los poemas había algunas anotaciones que hizo un niño de sexto básico. Esta imagen o experiencia me lleva a ensayar algunas ideas en torno a la dinámica de la lectura, de la interpretación y de cómo ampliamos nuestros modos de comprender a partir de la ausencia. No es mi idea interpretar a Óscar Hahn a partir de las anotaciones del anterior lector, sino que utilizar esto como pretexto para pensar a modo desordenado los ejercicios antes expresados.
2. Enfrentarnos a un texto poético implica que el lector puede reconocer cómo las experiencias de la voz poética pueden ser sus propias experiencias. El poema abre, ofrece, modula, calla y “abandona”, como dijo Zurita. El poema no tiene la pretensión de la verdad universal, de algo así como una perspectiva absoluta o metafísica, sino que surge desde la ausencia y desde la fractura vital de quien escribió los versos. Realizar la lectura de los versos poéticos es permitir que en nosotros también emerja una fisura, que se desprenda esa pretensión de verdad, que se abra un camino al margen de los lenguajes tradicionales.
3. El poema nació entre las ruinas. El poema solo puede leerse en medio de sus ruinas originarias, de su oscuridad. Sin ruinas es imposible la actividad poética, tanto en su escritura como en su lectura. El poema es la creación de una tabla de salvación para mantenerse a flote en el mar, pero sabiendo que esa tabla está hecha de pedazos de un barco en ruinas. Como dice la poeta Nadia Prado, el poema “es el grito (…) [el] alarido, llanto, espasmo, pulsión, suspensión”.
4. Todo ejercicio de lectura poética es leer sobre lo leído e interpretar desde la ausencia. Antes de mí alguien leyó a Óscar Hahn y anotó al margen en blanco sus propias fracturas, sus preguntas, sus imágenes. Yo estoy leyendo sus lecturas y ahora escribo desde mi propia ausencia. El anterior lector es un ausente. Los lectores de estos ejercicios leerán y también anotarán al margen en blanco sus propias fracturas. Yo seré un ausente para ellos. El poema es el juego entre ausencia-presencia-margen en blanco-lectura sobre la lectura.
5. La poeta María Teresa Cortina dice: “Seguir. / Buscar. / O recorrer el mundo/ descifrándolo”. Y en otro momento escribe: “Mis palabras son apenas/ nada más que otras palabras”. La lectura poética es bucear en otras palabras, en otras resonancias, en otras derivaciones, en otras incertidumbres. La poesía no está finalizada. La poesía se construye y se destruye constantemente.
6. La lectura poética crea un relato alterno, un relato-otro. Sin alternativas es imposible leer y entender el poema. Al poema nos debemos acercar sin pretensión de una interpretación definitiva, sino que desde una interpretación ausente. Dice el pintor y arquitecto Pedro Prado: “Las palabras que pronunciamos son a los pensamientos que buscan transmitir lo que la semilla es al árbol”. Se modula desde la posibilidad, desde la semilla que (creemos) podrá algún día ser árbol.