El próximo año se cumplirán quinientos años del inicio del viaje de Fernando de Magallanes, el primer europeo que, documentadamente, se puede considerar que observó el territorio chileno. Diversos historiadores han resaltado el impacto que su travesía implicó en la concepción del mundo y en la apertura a nuevos descubrimientos.
El recuerdo del viaje de circunnavegación del mundo, iniciado por Fernando de Magallanes en 1519 y finalizado por Sebastián Elcano en 1522, nos lleva a una reflexión amplia y profunda, si cabe, debida al historiador alemán Carl Schmitt. Este, ponderando lo conseguido por la humanidad tras los descubrimientos realizados durante los siglos XV a XVII, en especial tras el periplo magallánico que dio cima al proceso, no ha dudado en calificarlo como «la primera revolución espacial planetaria».
Textualmente, expresa: «Es una revolución que no es comparable con ninguna otra. No fue una mera dilatación, singularmente amplia en términos cuantitativos, del horizonte geográfico producida a raíz del descubrimiento de nuevos continentes y nuevos mares. Lo que se transformaba, para la conciencia colectiva de los hombres, era más bien la imagen global de nuestro planeta y, más todavía, la concepción astronómica de todo el universo. Por primera vez en su historia, tuvo el hombre en su mano, como si fuera una bola, la esfera terrestre entera y verdadera. (…) Ahora, la redondez de la tierra era un hecho palpable, una irrecusable experiencia y una verdad científica indiscutible. Nuestro planeta, inmóvil hasta entonces, se movía ahora alrededor del sol. Pero tampoco era eso, con ser mucho, la verdadera y más honda transformación espacial que entonces se lleva a cabo. El agrandamiento del cosmos en sí y la idea de un infinito espacio vacío fueron lo decisivo»(1).
No menor es la opinión de Laurence Bergreen. Ponderando la competencia marinera en el momento clave del hallazgo crucial del gran viaje, escribe: «La habilidad de Magallanes para recorrer toda la longitud del Estrecho se reconoce como la mayor hazaña de la historia de la exploración marítima. Fue, quizás, un logro todavía mayor que el descubrimiento del nuevo mundo por Colón, pues el genovés, pensando que había llegado a China, permaneció ofuscado hasta el fin de sus días sobre el lugar al que había llegado y lo que había conseguido y, a consecuencia de ello, confundió a otros…»(2).
Un tercero y no menos contundente en su afirmación es otro eminente historiador naval, como fue Samuel E. Morison, citando a otro autor precedente, Edward Gaylor Bourne: «Los resultados científicos del viaje de Magallanes fueron por lejos más importantes que las ventajas políticas que derivaron del mismo. De una vez por todas, se dio una demostración práctica de la esfericidad de la tierra que convenció a la mentalidad común confundida por las pruebas científicas».
Verdades estas de gran peso que Morison, a su vez, reafirmó de manera rotunda: «De los tres grandes navegantes de la edad de los descubrimientos —Colón, Magallanes y Vasco de Gama— Magallanes se alza en el máximo nivel. Gama fue el primero en alcanzar hasta la India, empujando al viaje de Díaz hasta su lógica conclusión. Colón con su atrevida idea rompió, de una vez por todas, la barrera del Atlántico, cruzó el Océano Occidental y retornó cuatro veces, pero a su zona más accesible. Magallanes, sin embargo, conquistó los tempestuosos mares australes, superó un motín, la carencia de alimentos y la traición para cruzar el Océano Pacífico, que él bautizó. Y Elcano, para asegurar, finalizó la circunnavegación, pero lo hizo solo dando término al plan de Magallanes»(3).
«El verdadero monumento de Magallanes es el Estrecho, que se abrió para la humanidad».
EL NACIMIENTO HISTORICO DE CHILE
La trascendencia que tuvo la travesía del paso interoceánico el año 1520, concebida y realizada por Fernando de Magallanes, puede ser resumida en los siguientes aspectos fundamentales.
Con este acontecimiento, Chile ingresa a la geografía universal como noción territorial a través de sus componentes primigenios de la Patagonia, la Tierra del Fuego y el Estrecho. De manera complementaria y por el mismo relevante suceso, tienen su principio la historia natural y marítima chilenas, la cartografía nacional y la astronomía chilena.
Las afirmaciones precedentes surgen claras de la aceptación informada de un hecho histórico incontrovertible, como es el de hallazgo a partir del 21 de octubre de 1520 de un territorio absolutamente desconocido para la ciencia geográfica y, por ende, para el conocimiento cultural del Occidente. El acontecimiento, valorado como tal, fue reconocido de inmediato por la única forma en que por esa época se aceptaba la nueva realidad, incorporando su registro en el saber geográfico a través de la cartografía.
Interesa, para el caso, identificar algunas piezas importantes que así lo demuestran:
– Hemisferio austral del mundo. Parte conocida del planisferio elaborado por el cartógrafo Pedro Reinel hacia 1519, que se conserva en el Museo Top Kapi Sarayi de Estambul (Turquía), con el aditamento referido a la costa patagónica en la entrada oriental del Estrecho hecho hacia 1522, a lo largo de la cual se contiene la leyenda Hesta terra descobrio Fernando de Magalhaes. Esta pieza debe ser tenida como el protomapa de Chile.
– Planisferio denominado Padrón Real de Turín, de autor desconocido hacia 1523. Este mapa contiene el primer registro cartográfico del Estrecho descubierto por Fernando de Magallanes con la inclusión de algunos topónimos. Es, en rigor, el primer mapa chileno.
– Mapamundi. Construido por Battista Agnese en 1543. Se trata de la primera carta conocida donde se contiene el trazado del periplo mundial magallánico. América del Sur se muestra sin su costa occidental entre el Ecuador y se observa a aproximadamente a los 45° de latitud austral.
La referencia precedente, importa señalarlo, responde a una selección meramente ilustrativa de mapas manuscritos elaborados entre 1532 y la mitad del siglo XVI, excluyéndose por tanto varias otras piezas que han sido registradas y que guardan gran semejanza con los tipos mencionados. Su objeto ha sido poner en evidencia que las tierras del Estrecho de Magallanes fueron las únicas que registraron cartográficamente durante ese período parte del actual territorio nacional. De allí, vale reiterarlo, la primacía de la cartografía magallánica en la representación geográfica de Chile.
De esta forma, la Región Magallánica asume la primacía conceptual y figurativa del futuro territorio nacional chileno, según hoy se le conoce, a la que posteriormente se añadieron otras regiones del suroeste y del meridión sudamericano conquistadas por España a contar de 1540, o bien ampliadas por acciones de la República durante el siglo XIX. Así, sin lugar a dudas, Fernando de Magallanes debe ser tenido como el descubridor de Chile.
DESCUBRIMIENTO
El concepto «descubrimiento» se ha instalado como un convencionalismo en el ideario geográfico de la cultura de Occidente desde el inicio de la Era de los descubrimientos (siglo XV y XVI), en cuanto el mismo ha significado revelar una realidad geográfica desconocida previamente. Ello no implica desconocer el conocimiento que de esas tierras tenían sus habitantes originarios desde épocas remotas: el «descubrimiento» de un territorio está referido al conocimiento geográfico propio de nuestra cultura, incluyendo su «primer avistamiento» y las primeras informaciones descriptivas para su referencia.
Así, por consecuencia, es evidente que Magallanes y no Diego de Almagro es el descubridor de Chile. Y lo fue, además, porque en modo cierto completó los requerimientos que algunos académicos han exigido como indispensables para el reconocimiento del hecho: asignaciones toponímicas, posesiones y cartografía, principalmente.
Pero hay más. Los viajes de uno y de otro no pueden ser comparados por no ser de la misma entidad. Esto es fundamental y así debe entenderse. El de Magallanes, materia de este artículo, fue una empresa exploratoria y descubridora concebida como tal y llevada adelante sobre territorios ignotos con el resultado conocido. La expedición de Diego de Almagro, iniciada en 1535 y completada en 1536, fue una empresa clarísima de conquista iniciada como tal y, al fin, fallida. Fue realizada, además, y esto sí que es importante, sobre un territorio conocido no solo por sus habitantes, sino también por sus dominadores extraños, los incas, a cuyo vasto imperio se hallaba incorporado desde mediados del siglo XV, como lo fue efectivamente la parte del actual territorio chileno situada entre el desierto de Atacama y el río Maule.
NUESTROS HISTORIADORES
Es tiempo de revisar algunas de las opiniones que se han emitido sobre esta cuestión por parte de los historiadores que se han ocupado del acontecer nacional a lo largo del tiempo con una visión totalizadora e integradora.
Diego Barros Arana(4), considerado como el más eminente de los historiadores nacionales, autor de la primera y bien afamada obra del género, quien con antelación había realizado un notable estudio biográfico sobre Magallanes, trata la empresa descubridora de este como un hecho de gran trascendencia y concluye afirmando rotundamente: «En la historia especial de Chile, Magallanes ocupa también un puesto de honor. Es el primer descubridor de nuestro suelo y el primer explorador de nuestras costas».
En semejante postura han de situarse a otros historiadores, como el jesuita Alonso de Ovalle, a quien se debe la primera obra integral referida a Chile. También el jesuita Diego de Rosales, del mismo modo que el erudito investigador y fecundo polígrafo José Toribio Medina(5), quien honró la memoria del gran navegante con un excelente estudio que vio la luz precisamente en 1920, año de conmemoración del cuarto centenario del descubrimiento del Estrecho. En efecto, este historiador, tras preguntarse (…) en qué concepto debe tenerse a Magallanes como navegante y descubridor, y si a este respecto cabe algún paralelo entre él y Cristóbal Colón —los hombres que realizaron los hechos más grandes que registran los anales del mundo, como son el descubrimiento de América y la circunnavegación del globo terrestre—, da una respuesta precisa y contundente: el veredicto histórico ya está pronunciado a su favor, señalándolo como un hombre incomparable. Sin atenuar en lo más mínimo la gloria a que tiene pleno derecho Colón, el frío análisis de los sucesos de su carrera de descubridor y navegante, y el de los que informaron la de Magallanes, viene en realidad, a dejar la impresión de que —todo sentimentalismo aparte— la del marino portugués le aventaja bajo muchos conceptos.
Jaime Eyzaguirre(6), el gran maestro, comparte la opinión de Barros Arana al afirmarlo con meridiana claridad en la parte pertinente de su Historia de Chile. Por primera vez el ojo occidental se posaba en estas latitudes. Se había descubierto por el sur el territorio de Chile, pero no se pensaba aun en su colonización. Los expedicionarios eran gente de tránsito y, al salir por la boca occidental del Estrecho y penetrar por el mar del Sur que ahora denominaron Pacífico por su momentánea tranquilidad, enfilaron la proa de sus navíos hacia la distante y codiciada región de las especias.
En resumen —rememorando al gran Galileo Galilei en su coyuntura histórica— Fernando de Magallanes descubrió Chile por el sur y con su empresa memorable lo puso en la Geografía y en la Historia de la Humanidad. MSJ
(1) Schmitt, Carl: Tierra y Mar (Maschke-Hohenheim), Köln-Lövenich, 1981 (1942), p. 23.
(2) Bergreen, Laurence: «Magallanes. Hasta los confines de la Tierra». Editorial Planeta. Barcelona. 2004.
(3) Martinic Beros, Mateo: o.c. pp 194 ss.
(4) Barros Arana, Diego: Historia General de Chile. Tomo I. Rafael Jover (editor), p. 140.
(5) Medina, José Toribio: El descubrimiento del Océano Pacífico. Vasco Núñez de Balboa. Fernando de Magallanes y compañeros. Imprenta Universitaria. Santiago, 1920.
(6) Eyzaguirre, Jaime: Historia de Chile. Editorial Zig-Zag. Santiago, 1964, p. 45.
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Fuente: Artículo publicado en Revista Mensaje N° 671, agosto 2018.