Es conveniente que en la nueva Constitución quede asegurado que el Estado se hará responsable de que el país cuente con un sistema de medios de comunicación acorde con la democracia que se necesita fortificar.
Dudo, creo que es imposible, que haya democracia sin medios de comunicación adecuados, sin prensa, sin periodistas profesionales. No veo cómo tenga futuro un cambio constitucional que perfeccione la operación de la política y la democracia formal, si no se riega la cultura democrática y no se desbrozan vías de generación de verdad, de diálogo y de crítica.
Es el momento de plantearse el tema. El periodo constituyente que se abre, esta magnífica oportunidad de hablar de todo, debiera dar lugar a un debate sobre la responsabilidad estatal en mejorar la comunicación entre las autoridades políticas y la ciudadanía, y entre los mismos ciudadanos. Si consideramos que esta comunicación es esencial, las fuentes noticiosas debieran ser, más que fiscalizadas, fomentadas con una legislación y un financiamiento que las haga posibles.
¿Por qué lo digo? Mi impresión es que el servicio es deficiente y no mejora, aunque hay excepciones. Juzgo por los noticieros de televisión, que son tal vez los que más informan a la gente. Radio escucho poco. Lo diarios están cargados a un lado. Los portales electrónicos emparejan la cancha, pero no son suficientes. Una prensa deficitaria, pienso, suele contaminar el diálogo entre los políticos y de estos con el resto del país. La falta de periodismo, un periodismo hecho a toda carrera, obligado a rellenar con entrevistas mediocres, acostumbrado a inflar el perro con largos reportajes, sensacionalista, intoxica la mente, el corazón de las personas y enrarece el debate. Creo que una buena prensa, en cambio, puede elevar considerablemente el nivel del trato, vehicular acuerdos y facilitar la cordialidad que un país necesita para avanzar unido.
La democracia requiere para operar una cultura democrática. ¿Quién puede esperar uvas de una parra sin raíces? Si en China se quisiera imponer la democracia, seguramente el intento acabaría en un desastre. Su cultura política es distinta de la nuestra. Tal intento terminaría mal, como mal puede terminar nuestro país si no cuida su humus democrático.
El periodismo es un arte. Es verdad que hay un periodismo meramente artesanal, que no se lo puede despreciar. Pero el periodismo es una profesión. Es una disciplina científica, se estudia en las universidades. Las carreras que lo imparten suelen completar o enriquecer la formación de los estudiantes, les hacen crecer en valores como el amor a la verdad, la justicia en las opiniones que se dan, la dignificación a los pobres, la solidaridad, la búsqueda del bien común, además de adiestrarlas en el uso de tecnologías de la comunicación. Esta competencia rara vez se encuentra en las redes sociales. Twitter, Facebook, etcétera, a la hora de informar, a veces ayudan, pero también desorientan, engañan y pudren. No son confiables. Estas redes juegan a la democracia directa, que en algún grado tampoco se puede despreciar, pero lo hacen socavando la democracia representativa, la de los partidos, aquella a la que los periodistas le ponen micrófono y le exigen estar a la altura.
Vuelvo sobre el punto: es altamente conveniente que en la nueva Constitución quede asegurado que el Estado se hará responsable de que el país cuente con un sistema de medios de comunicación acorde con la democracia que se necesita fortificar. Pues, por otra parte, allí están, a la vuelta de la esquina, los súper ricos, ávidos de monopolizar la construcción de la realidad. A la legislación ordinaria se podría pedir, por ejemplo, que garantice la existencia de algunos canales, radios y periódicos nacionales, y que algunos noticieros emitan en los mismos horarios, de manera que la ciudanía sea presionada a informarse para que se haga cargo del país responsablemente. En Italia hay una RAI de televisión más de izquierda y otra más de derecha. No se diga que es imposible organizar el pluralismo. Se puede.
Sé que pongo ejemplos que pueden no servir. Me meto en un campo que no conozco. De lo que estoy convencido, es que no hay democracia sin demócratas. Estos se forman en la casa, en la escuela, y gracias a los periodistas también.
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