Se ha distinguido, en particular, por sus esfuerzos en la lucha contra los abusos sexuales dentro de la Iglesia, el respeto a los derechos humanos y con especial atención a las víctimas de la violencia, realizando importantes misiones en nombre del Papa Francisco.
Monseñor Charles Scicluna tiene 59 años de edad, nacido en Toronto en Canadá, de padres inmigrantes malteses, regresó unos meses con su familia a su ciudad natal, ingresó al seminario a la edad de 19 años y luego se graduó en Derecho Civil y obtuvo una licencia en Teología en el Universidad de Malta, y después se licenció en Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Gregoriana; fue ordenado sacerdote a la edad de 27 años y nombrado obispo por Benedicto XVI, consagrado en 2012 y elevado arzobispo metropolitano de Malta en 2015, por el Papa Francisco.
Entre 1990 y 1995 trabajó como defensor y promotor de justicia en el Tribunal Metropolitano de Malta. Enseña Teología Pastoral y Derecho Canónico en la Facultad de Teología y es vicerrector en el Seminario Mayor de la Arquidiócesis de Malta. En 1995, Juan Pablo II lo llamó a servir a la Santa Sede, primero como promotor de justicia sustituta en la Corte de la Signatura Apostólica y luego como promotor de justicia en la Congregación para la Doctrina de la Fe. Docente en los mismos años en la Facultad de Derecho Canónico de la Pontificia Universidad Gregoriana.
LA LUCHA CONTRA EL ABUSO SEXUAL
Mons. Scicluna se distinguió en particular por sus esfuerzos en la lucha contra los abusos sexuales dentro de la Iglesia, el respecto a los derechos humanos y con especial atención a las víctimas de la violencia, realizando importantes misiones en nombre del Papa Francisco. En febrero pasado, el Papa lo envió a Chile para escuchar a quienes se oponían a la designación del entonces obispo de Osorno, Juan Barros.
En una conferencia sobre abuso sexual celebrada en febrero de 2012 en la Pontificia Universidad Gregoriana, explicaba que la Congregación para la Doctrina de la Fe necesita el apoyo de toda la jerarquía eclesiástica en sus procedimientos para tener el impacto esperado: “No hay estrategia de prevención contra el abuso infantil que pueda funcionar sin compromiso y responsabilidad”. Dijo además que “la negación deliberada de hechos conocidos y la preocupación equivocada por el buen nombre de la institución” eran “enemigos de la verdad” y reflejan “una cultura de silencio mortal”. En la misma instancia describió las necesidades pastorales de quienes han sufrido el abuso: “La radical necesidad de la víctima debe ser escuchada, entendida y creída, tratada con dignidad mientras camina en el arduo camino de la recuperación y la reparación”, y enfatizó la atención particular necesaria para aquellos que se encuentran en una fase de recuperación.
Por otra parte, en conversación con la prensa en esta misma conferencia, Mons. Scicluna señaló que los obispos tenían que respetar la ley de la Iglesia y los estándares de la Congregación: “Es un delito en la ley canónica mostrar negligencia maliciosa o fraudulenta en el ejercicio de su deber. No estoy diciendo que deberíamos empezar a castigar a todos por negligencia en las funciones, pero lo que quiero decir es que esto es así. No es aceptable que, después de establecer los estándares, las personas no sigan los estándares establecidos”.
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Fuente: www.vaticannews.va / www.iglesia.cl