Habló sobre la importancia de formar para la libertad, señalando que “nunca ha tenido el hombre un sentido tan agudo de su libertad” a pesar de que, al unísono, “surgen nuevas formas de esclavitud social y psicológica” (GS 4). Esta paradoja nos desafía a formar jóvenes que comprendan y vivan una auténtica libertad. Sin ella la fe permanecerá superficial, el discernimiento quedará trunco y la capacidad para decidir quedará limitada.
Monseñor Cristián Roncagliolo, Vicario de la Esperanza Joven y uno de los representantes de la CECh en el Sínodo de los obispos, se dirigió a la Asamblea.
En este marco, monseñor Roncagliolo habló sobre la importancia de formar para la libertad, señalando que “nunca ha tenido el hombre un sentido tan agudo de su libertad” a pesar de que, al unísono, “surgen nuevas formas de esclavitud social y psicológica” (GS 4). Esta paradoja nos desafía a formar jóvenes que comprendan y vivan una auténtica libertad. Sin ella la fe permanecerá superficial, el discernimiento quedará trunco y la capacidad para decidir quedará limitada.
Luego, agregó: “Formar para la libertad, enseñar a discernir, caminar sin imponer y ayudar a los jóvenes —y a toda persona— a comprender que tienen la capacidad para tomar decisiones definitivas son claves indispensables para una auténtica conversión pastoral. Quienes trabajamos con jóvenes lo sabemos: cuando un joven asume libremente cualquier causa, compromete su vida hasta el extremo.
Continuó proponiendo algunos criterios para lograr este objetivo formativo: Iglesia como ‘laboratorio’ de discernimiento. La Iglesia ha de ser un laboratorio donde el joven aprenda a tomar decisiones, a abrazar la fe progresivamente, a tener herramientas para optar razonablemente; aceptar el riesgo de la libertad. San Alberto Hurtado enseñaba acerca del “¡éxito de los fracasos!, de ¡los triunfos tardíos! […] Afirmaba que “un fracaso completo aceptado de buen grado, es más éxito sobrenatural que todos los triunfos” (P. Hurtado, Meditaciones al clero de Temuco, 1939). En el santo estaba la conciencia de que el fracaso y el error son parte en el proceso formativo de un joven, porque quien ejerce la libertad se equivocará y ese error puede ser una oportunidad. Debemos aceptar el riesgo de la libertad. Sin duda, un error bien asumido, comprendido y enmendado puede ser el mejor camino para una auténtica maduración humana; la confianza como principio pedagógico pastoral. Jesucristo una y otra vez dispensa confianza a sus discípulos. En su propuesta está la certeza de que el otro es capaz, y que en el ejercicio de su libertad hará el camino correcto; y formar a ‘contracorriente’. La auténtica libertad se vive en la solidez de las propias convicciones y en el idealismo inconformista de aquel que sabe, que intuye, que quiere que sus convicciones sean una realidad en su entorno.
Culminó citando a Francisco: “El amor verdadero es la verdadera libertad: aleja de la posesión, reconstruye las relaciones, sabe acoger y valorar al prójimo, transforma todo esfuerzo en don alegre, hace capaces de comunión”.
_________________________
Fuente: www.iglesia.cl