Navegar junto al Señor, esperanza que no defrauda

Tenemos confianza en el futuro porque Cristo Resucitado nos anima a seguir navegando mar adentro en la misión de la Iglesia, aun en medio de la tormenta.

Este año 2018 nos ha remecido profundamente. A nuestro regreso del encuentro de mayo del presente año con el Papa Francisco, reconocimos y pedimos perdón por los abusos cometidos por miembros de la Iglesia. La imagen de la barca de la Iglesia inspirada en el texto bíblico de la tempestad calmada por Jesús (Mt 14,22-33) de las actuales Orientaciones Pastorales ha sido exactamente lo que vivimos y seguimos viviendo.

Asumir nuestras debilidades y pedir perdón no ha sido una simple formalidad o expresión de buenas intenciones. Nos hemos puesto en camino para reparar en todo cuanto nos sea posible el daño causado y, desde una Iglesia sinodal, construir juntos un estilo participativo y comunitario que evite que estas situaciones se vuelvan a repetir. Por eso en nuestra Asamblea Plenaria Extraordinaria de julio y comienzo de agosto de este año, formulamos «decisiones y compromisos» (3 agosto del 2018) que están siendo aplicados en todas las diócesis del país y en las congregaciones que han acogido nuestra invitación. El esfuerzo apunta, sobre todo, en llevar adelante con diligencia los procesos canónicos por abusos de menores, en colaborar con la justicia y en ofrecer una acogida fraterna a las víctimas y sus familias. Sabemos que cualquier medida es insuficiente frente al dolor de víctimas y sobrevivientes, pero estamos dispuestos a vivir este compromiso con humildad y gran disposición.

Nuestro caminar no termina aquí. Tenemos confianza en el futuro porque Cristo Resucitado nos anima a seguir navegando mar adentro en la misión de la Iglesia, aun en medio de la tormenta, en la última Asamblea Plenaria de este mes de noviembre sentamos las bases para una indispensable renovación eclesial. El próximo año profundizaremos el discernimiento, las decisiones y su implementación, para que la Iglesia, renovada, se centre cada vez más en Jesucristo y se ponga con todas sus fuerzas al servicio de las personas, particularmente los débiles y los pobres. Como horizonte, nos hemos fijado para el 2020 la III Asamblea Eclesial Nacional. Fruto de este proceso, entre otros, serán las nuevas orientaciones pastorales que necesita una Iglesia que busca aprender de sus errores y del dolor que ha causado. Desde ya, estamos todos invitados a participar.

Porque el Señor conduce la barca de la Iglesia no la abandonamos, y haremos todos los esfuerzos posibles, junto a las comunidades y cada miembro de la Iglesia, de escuchar lo que el Espíritu dice a la Iglesia en cuanto tal (Ap 2,7). Como testimoniaba Benedicto XVI en su última audiencia general, así también tenemos la certeza de que «la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino que es suya [de Cristo]». Desde esa convicción, lo seguimos a Él, confiados en que podremos sentar las bases de una nueva manera de relacionarnos, más coherente con lo que somos: hermanos e hijos de un mismo Padre, signo de salvación y de humanidad nueva. Junto con ello, queremos, esperamos establecer nuevas comunidades eclesiales y de estructuras que respondan a esas nuevas relaciones y a las exigencias de una nueva evangelización.

Que el tiempo de Adviento que este Domingo comenzamos, traiga semillas de esperanza en este caminar.

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Fuente: www.iglesia.cl

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