A veces a la política hay que darle una dosis de audacia, y más cuando ella redunda en beneficio nacional.
Una de las cosas que me ha llamado la atención aquí en Colombia es el nivel de preparación de sus ciudadanos.
Quienes han accedido al nivel superior de educación, obtienen su título e inmediatamente inician especializaciones, maestrías, doctorados y hasta posdoctorados.
Admito que, en noviembre pasado, en un workshop que se realizó en un congreso al cual asistí, una de las participantes me sorprendió afirmando que estudiaba posdoctorado. Su rostro me indicaba que era una persona joven. Me permití preguntarle su edad y respondió, treinta y un años.
Los venezolanos no tenemos esa característica. Nos graduamos en la profesión y la gran mayoría o empieza a trabajar en la misma o ya lo hacía. Luego avanza en los estudios. Mientras allá di clases en la especialización de Derecho Procesal Civil, fui siempre crítico con los estudios en esa rama de quienes carecen de experiencia. A ellos, respetuosamente, y a las autoridades también, siempre se los dije. Ahora observo que quizás es una tendencia mundial, lo cual no me hace cambiar de opinión. Mi experiencia así lo indica.
En todo caso, opinión personal aparte, quienes a Colombia llegan graduados en el exterior deben realizar, conforme a la ley, la respectiva convalidación de sus títulos. Sean colombianos o no. Sus estudios, mientras ese proceso no concluya, de nada le valen y mientras eso ocurre, o se comen sus ahorros, o trabajan en áreas mucho menos rentables para ellos.
Ese proceso, que no debería exceder de pocos meses, al presente se ha convertido en un calvario, cuando menos anual. El gobierno afirma que la plataforma en la cual se hacen los trámites está siendo modificada y uno les cree. Pero deberían crearse mecanismos alternativos que faciliten el acceso de quienes han decidido ejercer aquí su profesión, al ejercicio de la misma. Ello sería bueno para los interesados, pero también lo sería para Colombia.
Así entonces, sería interesante comparar experiencias no muy lejanas y quizás, en el ámbito hispanoamericano, ubicar las más favorables al desarrollo del país para unificarlas y aplicarlas. Una suerte de comunidad hispana educativa.
A veces a la política hay que darle una dosis de audacia, y más cuando ella redunda en beneficio nacional.
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Fuente: http://revistasic.gumilla.org