El Pontífice visitó la Universidad Católica de Santiago y exhortó a los estudiantes a “iluminar la cultura actual proponiendo un renovado humanismo”.
El Papa depuso un Rosario a la estatua de la Virgen del Carmen en el Santuario de Maipú, dejando atrás la acogida afectuosa de los miles de jóvenes que compartieron con él un momento especial y se dirigió a la Pontificia Universidad Católica, cuarto y último encuentro de su segundo día de actividades en Chile, donde también allí lo esperaban más entusiastas jóvenes, esta vez estudiantes, y un grupo de niños, junto a 1.200 exponentes del mundo académico. La ocasión, como señaló el mismo Pontífice en su discurso, fue el cumplimiento de los 130 años de vida de esta Institución, “entrelazada con la historia de Chile”.
UN ESTUDIANTE ESPECIAL
Las “tareas relevantes” cumplidas por hombres y mujeres “para el desarrollo de la patria” fueron la premisa del Pontífice en su discurso a los estudiantes de la Pontificia Universidad de Santiago de Chile, para recordar a un estudiante especial: San Alberto Hurtado, “en este año que se cumplen 100 años desde que comenzó aquí sus estudios”, cuya vida es claro testimonio de cómo la inteligencia, excelencia académica y profesionalidad, armonizadas con la fe, justicia y caridad, “alcanzan una fuerza que es profecía capaz de abrir horizontes e iluminar el sendero, especialmente para los descartados de la sociedad, sobre todo hoy en que priva esta cultura del descarte”.
LA GRAMÁTICA DEL DIÁLOGO QUE FORMA ENCUENTRO
Los desafíos para la patria relacionados con la convivencia nacional y capacidad de avanzar en comunidad fueron las palabras del saludo del Rector de la Universidad, que el Papa retoma como ejes de su discurso.
Francisco asegura que “hablar de desafíos es asumir que hay situaciones que han llegado a un punto que exigen ser repensadas. Y en este sentido asegura que es precisamente la Universidad la que debe transformarse “en un espacio privilegiado para practicar la gramática del diálogo que forma encuentro”, ya que “la verdadera sabiduría —añade— es producto de la reflexión, del diálogo y del encuentro generoso entre las personas”.
EDUCAR PARA LA CONVIVENCIA
El Papa habla de convivencia nacional posible “en la medida en que generemos procesos educativos también transformadores, inclusivos y de convivencia”, enseñando “a pensar y a razonar de manera integradora”. Y esto es posible —señala— a través de una “alfabetización integradora que sepa acompasar los procesos de transformación que se están produciendo en el seno de nuestras sociedades.
“Urge generar espacios donde la fragmentación no sea el esquema dominante, incluso del pensamiento”, añade el Pontífice, indicando como camino el “enseñar a pensar lo que se siente y se hace; a sentir lo que se piensa y se hace; a hacer lo que se piensa y se siente”.
El Santo Padre habla nuevamente de “esta sociedad líquida o ligera” donde van desapareciendo los puntos de referencia desde donde las personas pueden construirse individual y socialmente. E indica una posible causa de falta de consistencia: la pérdida del espacio público.
“Sin el ‘nosotros’ de un pueblo, de una familia, de una nación y, al mismo tiempo, sin el nosotros del futuro, de los hijos y del mañana; sin el nosotros de una ciudad que «me» trascienda y sea más rica que los intereses individuales, la vida será no solo cada vez más fracturada sino más conflictiva y violenta”, asegura.
AVANZAR EN COMUNIDAD CON RIGOR CIENTÍFICO E INTUICIÓN POPULAR
El Sucesor de Pedro se refiere entonces al desafío de esta comunidad a no quedarse aislada de los modos de conocer: “Es necesario que la adquisición de conocimiento sepa generar una interacción entre el aula y la sabiduría de los pueblos que conforman esta bendecida tierra”, afirma, porque de este modo “se producirá esa sinergia tan enriquecedora entre rigor científico e intuición popular”, impidiendo así “el divorcio entre la razón y la acción, entre el pensar y el sentir, entre el conocer y el vivir, entre la profesión y el servicio.
PARTICIPACIÓN Y DIÁLOGO
El conocimiento siempre debe sentirse al servicio de la vida y confrontarse con ella para poder seguir progresando, añade el Santo Padre, y es por ello que “la comunidad educativa no puede reducirse a aulas y bibliotecas, sino que debe ser desafiada continuamente a la participación”.
Una participación que, según el Pontífice, se realiza a través de diálogo y de “una episteme capaz de asumir una lógica plural, es decir, que asuma la interdisciplinariedad e interdependencia del saber. Y en este sentido el Papa indica que es “indispensable prestar atención a los pueblos originarios con sus tradiciones culturales” para que se conviertan en “los principales interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten a sus espacios”.
LA MISIÓN PROFÉTICA DE LA UNIVERSIDAD
“Ustedes son interpelados para generar procesos que iluminen la cultura actual, proponiendo un renovado humanismo que evite caer en todo tipo de reduccionismo” —afirma Francisco al final de su discurso—. “Esta profecía que se nos pide, añade, impulsa a buscar espacios recurrentes de diálogo más que de confrontación; espacios de encuentro más que de división; caminos de amistosa discrepancia, porque se difiere con respeto, entre personas que caminan en la búsqueda honesta de avanzar en comunidad hacia una renovada convivencia nacional”.
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Fuente: www.vaticannews.va