Revista Mensaje N° 697: «O el asilo contra la opresión»

La crisis humanitaria que asola a Venezuela implica para los chilenos un deber de solidaridad, en congruencia con aquello a que nos convoca nuestro himno nacional.

Imposible es para una persona nacida y criada en Chile no saber la letra de las diferentes estrofas del himno nacional: las enseñan desde el jardín infantil y tal vez antes. Lo mismo, respecto de otros simbolismos, como el escudo y la bandera que nos enseñan a amar incluso más que al valor mismo del ser humano. Glorificamos héroes de guerra que generan división entre el nosotros nacional y el “otro externo. Ello se asocia con lo que autores como Wimmer y Glick Schiller (1) denominan isomorfismo o mimetización entre persona y nación. Sin embargo, poco se analiza qué hay detrás de estos símbolos, y el mensaje que ofrecen para las perspectivas de futuro de una sociedad. Parecen terminar siendo cáscaras que aprendemos automatizadamente.

En la letra del himno nacional de Chile, compuesto por Ramón Carnicer y Eusebio Lillo, se señala explícitamente “Que o la tumba serás de los libres. O el asilo contra la opresión”. En esta última estrofa nos detendremos, para ocuparla como marco conceptual de lo que ha ocurrido con el proceso migratorio actual en Chile en general, y en particular lo ocurrido estos últimos meses en nuestra frontera norte con la crisis humanitaria. En concreto, la pregunta que buscamos abordar es: ¿hemos sido un asilo contra la opresión?

Algo elemental es entender que la migración ha forjado a Chile desde sus inicios. Si, al momento de crear el proyecto de Estado-nación chileno, para el siglo XIX se atrae a inmigrantes europeos, con fines como colonizar territorios y aportar a un “progreso a la europea”, desde los años noventa del siglo XX se da un proceso de inmigración primordialmente latinoamericano (2), (3). De un cierto predominio del blanco europeo (que pareciera que lo hacemos parte de “lo nuestro” con orgullo) se ha pasado al de un inmigrante con presencia de rasgos indígenas y afrodescendientes, lo cual genera conflictos a nivel de imaginario social (con alta herencia colonial), pues aparece todo lo que la identidad nacional ha buscado negar (4), (5). En la encuesta Voces Migrantes (2019) que realizamos desde SJM, se muestra una mayor proporción de experiencias de discriminación en al menos uno de los ámbitos consultados (ser inmigrante; color de piel; apariencia física; nacionalidad; condición económica), discriminación que se dirige a nacionales de países donde existe mayor prevalencia afrodescendiente (un 50% de las personas colombianas y un 47%, haitianas).

Este último proceso migratorio, más propiamente latinoamericano, fue aumentando tanto en cantidad como en diversidad de orígenes: en un inicio, fue mayoritariamente desde países fronterizos, pero ya desde 2010 cambió poco a poco. Así, en 2019 solo una de las cuatro nacionalidades con mayor presencia en Chile proviene de Argentina, Bolivia o Perú: de 1.492.522 que se estimaba que vivían en Chile a diciembre de ese año, el 30,5% son venezolanos, 15,8% peruanos, 12,5% de Haití y 10,9% de Colombia (INE Y DEM, citados en SJM, 2020).

Debemos enfatizar que, más allá de las cifras, en este último proceso migratorio se encuentran personas. Detrás de ellas, existen diversidades de historias. Muchos han venido en búsqueda de mejores oportunidades laborales, pero también hay otros en situaciones extremas que, para sobrevivir, han cruzado fronteras y se han adentrado en el desierto más árido del planeta, con climas extremos, días de mucho calor y noches gélidas. Se trata de una verdadera tragedia donde adultos mayores, madres, padres, niños y niñas venezolanos/as parecen no ser de ningún lugar. Sus hogares están en un entorno difícil de habitar y, al salir a países de la región, como Chile, no son considerados como personas legítimas de habitar este espacio, a pesar de que, en muchos casos, poseen familiares ya asentados aquí.

73% DE RECHAZO A VISAS

Vamos un poco hacia atrás: desde 2016 aumentó el número de venezolanos y venezolanas que ven en este país un posible oasis: eso es lo que se comenta en la región. En 2019 el presidente Sebastián Piñera viajó al concierto benéfico Venezuela Aid Live, llevado a cabo en Cúcuta, dando mensajes de protección universal a los derechos humanos y de apoyo al pueblo venezolano. Esto, meses después de que se creara —con las medidas administrativas en materia migratoria del gobierno de Chile— la Visa Consular de Responsabilidad Democrática, para hacer más “ordenado, seguro y regular” el ingreso de venezolanos que quisieran ingresar al país. Sin embargo, hasta noviembre de 2020 (según datos de la subsecretaría de Relaciones Exteriores, analizados desde SJM) dicho permiso mostraba un 73% de rechazo en las solicitudes. Esto fue parte de una serie de medidas administrativas que buscaban en su espíritu “ordenar la casa”, con la creación de otras visas consulares, como también con el inicio de un proceso de regularización extraordinaria.

No obstante, el primer semestre de 2019, aumentaron los ingresos de venezolanos a Chile, al parecer más de lo que se esperaba. Así, en junio de 2019 se le exige a ciudadanos venezolanos una visa consular para ingresar como turistas. Con ello bajó dicho flujo a nuestro país.

Si por vías terrestres y áreas habilitadas, en el primer semestre de 2019 se registraron 125.990 ingresos a Chile de personas venezolanas (y 69.478 egresos), el segundo semestre de ese año los ingresos cayeron a 55.492, siendo estos menores a los egresos (55.140). Con el cierre de fronteras en 2020 esa disminución se intensificó y en todo el año hubo 30.870 ingresos de venezolanos, y 35.070 salidas, generando un saldo migratorio negativo de -4.200, según datos de la Policía de Investigaciones analizados en SJM. El año 2018 fue, en su globalidad, el año con el mayor número de ingresos de venezolanos, como muestra Gráfico 1. Con la medida de visa consular de turismo, los ingresos disminuyeron en un 15% en 2019, y con el cierre de fronteras, en casi un 90% en 2020.

Los flujos migratorios hacia Chile bajaron, tanto a nivel global, como de personas venezolanas en específico. Sin embargo, existieron algunos efectos colaterales: se modificó y precarizó la manera en que se migra hacia Chile, lo que se intensifica en 2020 con la pandemia y cierre de fronteras. En el caso de las personas venezolanas, si en 2017 solo registraban nueve ingresos por pasos no habilitados, en 2018 estos aumentaron a 101, en 2019 a 3.333, y en todo 2020 a 12.935. En los primeros meses de 2021, esto se mantuvo. Solo en enero último hubo 3.463 ingresos de este tipo: casi un tercio de lo que se registró en todo el año anterior. Este punto trajo elementos de controversia, entre ellos, la instauración del Plan Colchane, la militarización de la frontera y expulsiones administrativas televisadas.

Otro elemento de vulnerabilidad que ha tenido la migración venezolana hacia Chile tiene que ver con quienes han sido víctimas de tráfico ilícito de migrantes. En 2020, casi la mitad (42%) de las víctimas de tráfico de personas registradas por las Brigadas de PDI fueron venezolanos. Así, la crisis humanitaria que se vive en Venezuela, en conjunto con medidas administrativas en materia migratoria y la pandemia, han generado un nuevo tipo de movilidad humana, más precaria.

¿ESTAMOS PONIENDO AL SER HUMANO EN EL CENTRO?

A medida que como personas vamos creciendo, podemos reflexionar sobre las palabras que contiene un himno que nos enseñaron desde nuestros primeros años y que, al parecer, nunca terminamos de comprender y hacer realidad. Pero podemos pensar sobre lo que involucra y recordar, por ejemplo, que en los años de la dictadura militar personas chilenas tuvieron que huir de un régimen dictatorial hacia diferentes países, entre ellos, Venezuela. En ese sentido, ahora nos podemos preguntar si somos “el asilo contra la opresión”. ¿Estamos poniendo al ser humano en el centro? ¿O, al parecer, algunas características como el origen nacional o el color de piel son más importantes en nuestros valores?

En estas líneas, queremos invitar a releer y entender el significado del párrafo de esa frase de nuestro himno; de lo contrario, es solo letra muerta que se pierde en el vacío. Debemos ver esta situación más allá de la migración, más allá de la soberanía de un Estado-nación. Debemos reconocer que estamos ante una crisis humanitaria que impacta profundamente la dignidad del ser humano. El afecto que sentimos por un país no es algo dañino, pero sí lo es el sentimiento de superioridad y nuestra despreocupación por los derechos de todas las personas.

La migración continuará en tanto no se resuelvan las crisis económicas políticas y sociales de algunos países de la región. Muchos continuarán buscando dónde sobrevivir y si se cierra la posibilidad de ingresos regulares, a partir de los instrumentos establecidos para una migración regular, la precarización de esta irá en aumento.

Como sociedad debemos entender que nadie migra en estas condiciones por gusto, nadie arriesga su vida y la de sus seres queridos, si no es porque ese riesgo es la esperanza de encontrar un lugar donde sobrevivir. Desde ahí estamos llamados a acoger con humanidad a quienes han experimentado y seguirán experimentando la dolorosa migración forzada. MSJ

(1) Wimmer, A. & Glick Schiller, N. (2002). Methodological nationalism and beyond: nation-state building, migration and the social sciences. Global Networks, 2(4), 301-334.
(2) Cano, V. y Soffia, M. (2009). Los estudios sobre migración internacional en Chile: apuntes y comentarios para una agenda de investigación actualizada. Papeles de Población, 15(61), 129-167. www.redalyc.org/articulo.oa?id=11211806007
(3) Servicio Jesuita a Migrantes, SJM (2020). Migración en Chile. Anuario 2019, un análisis multisectorial. Santiago, Chile. www.migracionenchile.cl/publicaciones
(4) Larraín, J. (2019) Cultura e Identidad Nacional en un nuevo contexto migratorio. En N. Rojas y J. Vicuña (Ed.), Evidencia y mitos de una nueva realidad (p.335-350). Santiago de Chile: LOM Ediciones.
(5) Tijoux, M.E. (2019) Yo no soy racista, pero…. En N. Rojas y J. Vicuña (Ed.), Evidencia y mitos de una nueva realidad (p.351-374). Santiago de Chile: LOM Ediciones.

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Fuente: Artículo publicado en Revista Mensaje N° 697, marzo-abril de 2021.

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