Revista Mensaje N° 701. «Primarias: Lo novedoso y lo impredecible»

El proceso electoral de estos meses se da en el contexto del reordenamiento político más significativo de las últimas décadas. Una nueva generación de dirigentes, tensiones distintas, la política “de las causas” y un creciente protagonismo ciudadano marcan los nuevos rumbos.

Los resultados de las elecciones primarias para definir al candidato presidencial de la izquierda y la derecha se dan en un contexto que mejor explica y valora su resultado. El “estallido social” de octubre de 2019 alteró de manera irreversible el rumbo y la discusión política del país, dando lugar a un itinerario electoral que se tradujo en la amplia aprobación ciudadana para elaborar una nueva Constitución (octubre de 2020) y la consecutiva elección de los miembros de la Convención Constitucional en las elecciones de mayo pasado.

Hasta ahora, este proceso y sus resultados reflejaron el reordenamiento político más significativo de las últimas tres décadas. En efecto, desde recuperada la democracia que no se verificaba una redistribución del poder político tan significativa, con un evidente predominio de una nueva generación y un mayor protagonismo ciudadano, en un escenario plagado de contrastes y contradicciones.

Junto a la evidente institucionalización de una izquierda que en las últimas décadas había estado circunscrita a los movimientos sociales —tanto en los colegios como en las universidades y en la calle—, se instalaron también otros clivajes o tensiones políticas que se reflejan en los resultados electorales de este último año. El primero, consistente en una fuerte crítica a las élites dirigentes (políticas, empresariales o sociales), expresada como una profunda rabia acumulada hacia el poder y, muy especialmente, a cómo este se genera, usa y distribuye. Lo segundo, y estrechamente vinculado con lo anterior, es la tensión entre tradición y cambio —o lo viejo versus lo nuevo—, que ha devenido en un notorio e impresionante fenómeno de reemplazo en los principales cuadros de la dirigencia política y social, lo que adicionalmente se ha escenificado en la notoria baja en el promedio de edad de estas nuevas élites políticas. Y lo tercero, y quizás lo más interesante y novedoso, es una suerte de abandono de la política entendida como relatos universales y comprensivos, dando paso a “la política de las causas”, con un fuerte acento en las identidades, y en lo territorial o local. Esto ha acelerado el proceso de fragmentación y atomización del sistema de partidos, dando lugar a una dinámica mucho más horizontal y transversal, donde la política se hace cada vez menos predictible.

Y esta incertidumbre propia de todo cambio de ciclo, donde estamos menos en presencia de una época de cambios y más en un cambio de época, ha sido también acompañada con altos niveles de polarización política, lo que, sumado a la naturalización de la violencia —cuando no su legitimación, en algunos casos— alienta las dudas y temores sobre el desenlace de esta crisis.

IMPRESIONES PRELIMINARES

Y aunque algunas de las tendencias anteriormente descritas estuvieron presentes en la última elección primaria, es importante destacar que su resultado fue una señal de moderación, quizás la primera desde el estallido social, hecho a partir del cual hemos sentido que somos parte de un tránsito a ratos difícil de administrar y aquilatar. Sin embargo, esta vez los electores optaron en ambas primarias por los candidatos que no representaban los extremos, dando una señal de lo que pudiera venirse en el futuro.

Hay varias explicaciones para entender este punto de inflexión o pausa en el vértigo, el que todavía no sabemos si será definitivo o solo temporal. El primero apunta a la alta participación electoral, congregando a más de tres millones de votantes en ambas primarias, la más alta registrada en estos procesos electorales, lo cual favoreció la incidencia del voto blando en desmedro de la influencia de los ciudadanos más militantes o ideologizados. En segundo lugar, el protagonismo de un candidato del Partido Comunista fue relevante para despertar y movilizar viejos temores, tanto en la derecha como en la izquierda, con especial importancia de los sectores “socialdemócratas” que no estaban convocados a una elección primaria y que igualmente participaron en alguno de estos dos procesos. Por último, fue decisiva la campaña electoral de los dos candidatos ganadores —Sebastián Sichel por la derecha y Gabriel Boric en la izquierda— quienes apelaron a un discurso más ambiguo, menos duro, más fresco y alegre, el que, anclado en la idea de este cambio de ciclo, ponía más acento en el futuro que en el pasado.

Con todo, estos triunfos también se apoyan en algunos de los clivajes que describíamos al principio, como es el alejamiento y cuasi desprecio ciudadano hacia los partidos políticos tradicionales, como también el recambio generacional, donde, con 35 años, Boric es el candidato presidencial más joven del último siglo en Chile, y Sichel no lo hace nada de mal, al superar en poco las cuatro décadas de edad.

Mirado en retrospectiva, entonces, la mayor sorpresa no debería ser el resultado, sino su orden de magnitud. En efecto, aunque la tendencia se avizoraba —en el sentido de que ambos venían subiendo las últimas semanas—, las diferencias con sus contendores no estaban en los cálculos de nadie. Y esta disociación entre percepción y realidad, tan alimentada por encuestas que nos confirman una vez más sus serias dificultades para predecir e interpretar el escenario, nos ratifican la distancia que existe entre la opinión pública y la “opinión publicada”.

¿QUIÉNES GANAN Y PIERDEN?

Uno de los grandes triunfadores de la jornada es el Frente Amplio (FA), una fuerza de izquierda que debutó institucionalmente en las elecciones presidenciales y parlamentarias de hace cuatro años. Pese al buen resultado de aquella época, la coalición estaba pasando por un momento delicado, con fuertes divisiones y escisiones, al punto de que en algún momento se pensó que Boric no lograría juntar las firmas para ser precandidato presidencial.

De hecho, hasta hace pocas semanas muchos pensaban que el joven dirigente de esta nueva izquierda solo era un “modesto sparring” para legitimar la candidatura comunista de Jadue. Muy por el contrario, este arrollador triunfo viene a coronar otras victorias del FA, con las que ha consolidado su hegemonía en la izquierda, como es el caso de su relevancia en la Convención Constitucional.

De esa forma, también uno de los grandes derrotados de este proceso es el Partido Comunista, cuyos integrantes no terminan de aquilatar el haber perdido una primaria que daban como un simple trámite. Contrario a lo que se afirma de forma dominante, el PC obtuvo un número importante de votos —al punto de que incluso Jadue superó a Sichel—, aunque aquello se terminó diluyendo por una impresionante convocatoria ciudadana a la primaria de la izquierda. Léase por un latente anticomunismo, miedo a la radicalidad o, simplemente, por las bondades y virtudes de su contendor, Jadue no logró ampliar de manera significativa la base electoral de su partido.

Otro gran derrotado de este proceso son los tradicionales partidos políticos. Tal como le ocurrió al PC en la izquierda, las tiendas políticas de la derecha vieron naufragar a sus tres respectivos candidatos frente a un “independiente”, consolidando así un proceso de desafección para con sus dirigentes políticos históricos. Nada de esto, por supuesto, le resta méritos a Sichel, quien junto a un grupo de estrechos colaboradores —incluyendo varios empresarios— venían delineando esta estrategia desde hace meses, por no decir años, en la conciencia de que la única manera de evitar el fracaso de la derecha consistía en un fuerte proceso de renovación en los rostros, estilos y discursos.

LO QUE VIENE POR DELANTE

Una importante coalición política estuvo ausente de este proceso. El pacto Unidad Constituyente (ex Concertación) no acordó un itinerario legal de primarias, por las disputas que todavía se dan al interior de ese sector. Sus dos principales candidatas, Paula Narváez (Partido Socialista) y Yasna Provoste (Partido Demócrata Cristiano) miraban con atención lo que ocurriría en estas primarias legales. La posibilidad de que esta elección se resolviera por los extremos (Jadue y Lavín, respectivamente) le daba una interesante oportunidad a la tradicional “centro izquierda”. Sin embargo, este resultado estrechó el cerco por lado y lado, dejando menos espacio de maniobra para candidaturas intermedias.

El reciente anuncio de Provoste de concurrir a la carrera presidencial deja unas preliminares impresiones. La primera es que, mientras no se resuelva de manera unánime la forma de dirimir quién representará a la Unidad Constituyente, se prolongará por demasiado tiempo una pugna y divisiones que solo ahondan en las dudas sobre la capacidad de ese sector para gobernar. Segundo, una mala forma de resolver quién finalmente sea el o la representante de ese sector, puede dejar varios heridos en el camino, los que indistintamente podrían mirar con mejores ojos (de los que ya han mirado) a las candidaturas de Boric y Sichel. Tercero, se da la paradoja de que, por ejemplo, Provoste parece ser la candidata con mejor desempeño en la segunda vuelta y, sin embargo, por las cuestiones que señalé, es la que menos posibilidades tiene de acceder al balotaje entre Boric y Sichel.

Con todo, el resultado más moderado de las últimas elecciones también genera complicaciones y abre flancos para los ganadores de las primarias, pues genera otras opciones electorales por los extremos de ambos lados. El mismo domingo por la noche, José Antonio Kast (Partido Republicano) confirmó que sería candidato a la primera vuelta presidencial, representando lo que él denomina “la genuina derecha”. Algo parecido podría ocurrir con otra fuerza de izquierda, como la Lista del Pueblo —con gran resultado en la Convención Constitucional—, la que también ha insinuado llevar un candidato presidencial a la primera vuelta electoral.

Esta posibilidad de que ambos ganadores fueran flanqueados por sus extremos tiene dos principales consecuencias. Primero, resta potencia electoral a los actuales ganadores de las primarias, donde incluso muchos de los que los apoyaron en esta primaria podrían abandonarlos en la primera vuelta presidencial (votantes de derecha e izquierda que, no contentos con los resultados, decidieran optar por otra alternativa). Segundo, y quizás lo más relevante, pudiera repetirse para esta elección presidencial una vieja y conocida imagen: la de los 3/3 políticos. Se trata de una realidad que ya vienen delineando algunas encuestas, en el sentido de mostrar a tres fuerzas políticas, relativamente parejas, que con los preliminares nombres de Sichel, Provoste y Boric, podrían tener equivalentes adhesiones ciudadanas; especialmente, si consideramos la presencia de otros candidatos alternativos tanto de derecha como de izquierda.

Y he aquí lo más novedoso e impredecible del futuro escenario electoral presidencial. Si las diferencias son mínimas, podrían perfectamente verificarse cualquiera de estos tres escenarios: el primero (escenario base), que la segunda vuelta sea entre la derecha (Sichel) y la izquierda (Boric); el segundo, y solo de imponerse previamente Provoste, que el balotaje sea entre la derecha (Sichel) y la centro izquierda; y tercero, especialmente si Kast mantiene sus opciones de ser candidato independiente, la segunda vuelta podría ser entre la izquierda (Boric) y la “centro izquierda” (Provoste), dejando a la derecha en tercer lugar y fuera de la segunda vuelta.

A SEGUIR ESPERANDO

Nada está todavía resuelto y las próximas semanas serán claves, pues todas las candidaturas presidenciales deben quedar inscritas el 23 de agosto. Estas definiciones y el posicionamiento que hagan las fuerzas políticas no solo son relevantes para la próxima elección presidencial, sino también para el devenir de la Convención Constitucional, la que, en paralelo, replica muchas de esta alineaciones y cambios en el protagonismo de las fuerzas políticas. En efecto, se espera que, para diciembre, una vez conocidos los resultados presidenciales, la Convención Constitucional inicie el debate de los contenidos más relevantes de la futura Carta Fundamental.

Y todo lo anterior ocurrirá en un escenario de extrema debilidad institucional, donde las actuales autoridades, tanto en su función ejecutiva (Gobierno) como legislativa (Congreso) están profundamente desprestigiadas, al punto de ser incapaces de ordenar y contener el debate político, lo que siempre es delicado, pero más todavía en un tiempo de importantes definiciones para el futuro del país. MSJ

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Fuente: Comentario Nacional publicado en Revista Mensaje N° 701, agosto de 2021.

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