Revista Mensaje N° 706. «Controversias sobre la red 5G»

El desarrollo de la red 5G, que promueve el Internet de las cosas, se basa en la idea de que el cambio tecnológico es, en general, beneficioso. Sin embargo, sus críticos han invitado a hacer un verdadero debate democrático sobre el tema, pues la innovación tecnológica es inseparable de una responsabilidad ética (1).

Desde hace mucho tiempo, una ideología de las redes se ha impuesto en la organización de nuestras sociedades. Las políticas públicas en favor del desarrollo digital han sido significativas, como si las intervenciones a favor de la reducción de la brecha digital pudieran contribuir, como en una relación causa-efecto, a una mejor convivencia. En este sentido, atendiendo a ciertos tecno-discursos (2) que acompañan el despliegue de la tecnología digital y son asumidos tanto por los diseñadores de las redes y los empresarios como por los políticos, la inventiva de las telecomunicaciones (desde Internet hasta la Web 2.0) tendría como resultado la generación de nuevas experiencias de inteligencia colectiva. En contra del famoso diagnóstico de Jean-François Lyotard de que nuestra época es la del fin de los «grandes relatos», observamos cómo el imaginario histórico dominante acoge como efecto nuevas teleologías a favor de un sentido único del progreso (3). El preponderante lugar que ocupan las pantallas en nuestras vidas nos lleva a pensar que el cambio tecnológico es mayoritariamente beneficioso. En esa idea, que hoy impregna el desenvolvimiento de nuestras vidas individuales y colectivas, se basa el discurso sobre la red 5G. Y este se centra especialmente en el ámbito de la producción, pues el 5G hará que las aplicaciones actuales sean aún más rápidas y fiables. Sobre todo, se desarrollarán nuevas posibilidades a través de la Internet de las cosas. Su despliegue concierne, así, a innumerables planos de acción y de existencia, pareciendo imponer una determinada marcha de la historia. No seguirla, sería arcaico. Sin embargo, desde el punto de vista ético, filosófico y existencial, en esto están en juego muchas cuestiones decisivas para el futuro de nuestras sociedades. ¿De qué naturaleza son estas cuestiones y a qué conciernen, exactamente?

UNA EVOLUCIÓN DIFÍCIL DE PREVER

La red 5G es uno de los puntos de avanzada de la civilización tecnológica y científica hoy dominante, siendo la velocidad y la aceleración los principios fundadores de la Modernidad y de su imaginario, basado en un poder de ser y de dominar. Por ejemplo, se nos dice que la próxima generación de móviles 5G será entre cien y mil veces más rápida que los equipados con 4G. También se explica que permitirá millones de dispositivos por kilómetro cuadrado en su red, lo que intensificará los usos móviles, como los requeridos por el coche autónomo o por las operaciones quirúrgicas a distancia mediante robots situados a miles de kilómetros (4). La 5G se presenta como algo que favorecerá un progreso fulgurante en una serie de ámbitos, como la industria, el transporte y la salud. Para hacer un balance, podemos aludir a los últimos veinte años en el ámbito de las tecnologías móviles: las primeras generaciones de telefonía móvil permitieron hablar entre sí (1G), escribirse (2G), enviarse imágenes (3G) y, después, entrar en Internet a través del móvil (4G). El 5G podría utilizarse para conectar objetos entre sí: asistentes de voz y equipos llamados “inteligentes” (coches autónomos, electrodomésticos, relojes conectados, robots quirúrgicos controlados a distancia).

Sin embargo, a pesar de la multitud de usos que se anuncian, todavía es difícil predecir cómo los usuarios gestionarán tales innovaciones más allá de aplicaciones muy específicas como, por ejemplo, en el ámbito de la salud, en donde estas ya son objeto de experimentos avanzados y prometedores, en particular, en el marco de la cátedra sobre el “quirófano aumentado” (5). La historia de las tecnologías demuestra que siempre hay un desfase entre lo que prevén sus diseñadores y las prácticas de quienes se apropian de estas, a menudo de formas muy inesperadas e, incluso, transgresoras. A este respecto, sigue siendo muy instructivo lo que el filósofo estadounidense de la tecnología Andrew Feenberg nos recordó en referencia al Minitel (6): en su lanzamiento, la noción oficial de comunicación en línea hizo hincapié en la democratización de los flujos de información, pero, casi inmediatamente, los hackers introdujeron servicios de mensajería para citas y el Minitel se convirtió en algo muy diferente a la visión que Simon Nora y Alain Minc (7) tenían de él en su origen: “El servicio pasó de frío a caliente en un abrir y cerrar de ojos. La cibernética puede tener una visión reductora de la comunicación, pero no creo que esta sea relevante para el Minitel o Internet. Estos dos medios han sido objeto de una singular apropiación por parte de sus usuarios” (8).

Las tecnologías nunca son independientes de las prácticas sociales, las cuales se renuevan constantemente y escapan a las concepciones deterministas de ciertas narrativas. A este respecto, podemos observar sociológicamente que no toda la resistencia al despliegue de la 5G es el resultado de un síndrome “amish” (9).

Una visión maniquea de las cosas atenta contra cualquier cuestionamiento constructivo del despliegue de esa red. En este nivel es importante el trabajo de la ética y la filosofía, desde donde se formula una visión crítica que no se limita a estar en contra, sino que apunta a la tarea de actuar colectivamente con responsabilidad hacia las generaciones futuras.

EFECTOS ESTRUCTURALES

Manteniéndose por el momento dentro del paradigma moderno de objetivación del mundo, surge una primera serie de problemas, en primer lugar, en el plano ecológico. Existe un relativo consenso en que la red 5G sería más eficiente energéticamente que la 4G. Para la misma cantidad de datos procesados, el 5G consumiría menos energía. Sin embargo, siguiendo estos supuestos, no se dice nada sobre el consumo de datos móviles, que podría crecer como consecuencia de la multiplicación de los usos del teléfono móvil. Se trata de predicciones que no están probadas. El uso del tiempo es una variable muy importante y hay que evitar razonamientos precipitados. Sin embargo, según algunas previsiones, en 2025 el 20% de los abonados podría consumir hasta 200 GB de datos al mes (10). La nueva red móvil animaría a la gente a consumir más datos, en virtud de los famosos “empujones digitales”, innovaciones tecnológicas que se inscriben en un contexto social dominado por el hiperconsumismo. Siguiendo esta línea de razonamiento, el consumo de energía de los operadores podría aumentar con el 5G, especialmente con la tan anunciada expansión de los objetos conectados y la robótica en la mayoría de los momentos de la vida cotidiana.

Más allá de los efectos del consumismo en las prácticas tecnológicas, los efectos estructurales son especialmente rotundos con el despliegue del 5G. Hoy nos encontramos en un mundo derivado del modelo cibernético concebido por Norbert Wiener. En el marco del desarrollo de la cibernética, la información es un concepto universal que describe tanto el intercambio entre humanos y máquinas como el intercambio entre las propias máquinas (11). Lo real está descrito por información, es decir, por ceros y unos. Es completamente matematizable, cumpliendo el axioma galileano de la completa matematización del mundo. Está ahí el surgimiento de un ideal de regulación a través de la automatización de los sistemas, sin tener en cuenta que sus consecuencias de tal ideal de red serían importantes no solo desde el punto de vista ecológico o por el calentamiento global, sino porque la minería necesaria para fabricar nuevos objetos tecnológicos tiene, en ciertas regiones del mundo, consecuencias dramáticas desde el punto de vista humano y moral. Lo que a menudo se presenta arrogantemente como “inmaterial” implica una cantidad considerable de factores materiales muy concretos: “Además del daño a los ecosistemas, hay hombres, mujeres y niños que trabajan en minas sin protección, con herramientas rudimentarias, por un salario miserable, a veces bajo control paramilitar o mafioso. Hoy en día, a veces en condiciones de esclavitud moderna, los seres humanos mueren para que otros puedan ser agobiados por objetos conectados” (12). Por ello, parece crucial imponer una revisión del ritmo del despliegue tecnológico; tener en cuenta una modernidad reflexiva que nos ha enseñado a cultivar al menos un mínimo de pensamiento crítico respecto del progreso tecnocientífico.

ORGANIZAR DEBATES

Sin embargo, los promotores del 5G no aceptan ninguna controversia. Cuestionar la ética del presente y del futuro no es parte de su perspectiva. No les interesa la contribución de las evaluaciones tecnológicas participativas (ETP), como las que se practican desde hace tiempo en países del norte de Europa (13). Como lo refleja la Convención Ciudadana del Clima (CCC), actualmente existe una creciente demanda por parte de la sociedad civil para participar en las decisiones que afectan el desarrollo tecnológico e industrial. El ejemplo de esta Convención, que propuso una moratoria sobre el 5G, pone en relieve el bloqueo que ejercen ciertos organismos.

En el momento del lanzamiento de la aplicación de rastreo StopCovid (Francia), en la primavera de 2020, las numerosas alertas formuladas por científicos de todas las disciplinas contribuyeron a crear una forma de contrapoder en el espacio público, alertando a los ciudadanos y a los políticos sobre los riesgos de esta aplicación en términos de resguardo de la privacidad, y entonces fue rediseñada posteriormente con más garantías legales. Esto fue una señal de que el control democrático de las nuevas tecnologías se está convirtiendo en una demanda social cada vez más fuerte, que sin duda se intensificará en el futuro.

Sin embargo, a pesar de estas crecientes demandas de “tecnología democrática” (14), los operadores y proveedores de servicios promocionan sus redes y su cobertura captando toda la atención posible del consumidor, haciendo hincapié en las ventajas del ocio, la cultura y el entretenimiento. Esto es, por supuesto, mucho más atractivo y puede facilitar una fuerte aceptación social. Porque, ¿por qué deberíamos alertarnos ante unos dispositivos que se supone que nos aportan más comodidad y placer? Los tecno-discursos abundan en ese sentido y tienen el potencial de debilitar nuestro discernimiento. Ya nos dicen que los auriculares de realidad virtual 5G son “geniales para ver deportes, visitas virtuales a museos para nuestros hijos y tardes con amigos en parques bajo el sol para… ver series de televisión en nuestros smartphones” (15).

Las polémicas de los últimos meses en torno al 5G son indicativas de cómo hay una demanda de que se aclaren los posibles efectos negativos que podría generar su despliegue. Ni la 2G ni la 3G ni la 4G habían provocado tanta oposición. En Francia, incluso se han quemado algunas antenas. Hacía mucho tiempo que no veíamos una polémica tan acalorada (pensemos en las movilizaciones contra la energía nuclear de los años setenta y ochenta). Lo que está en juego es diferente con la 5G, ya que llega como un hecho tecnológico total, susceptible de desplegarse en casi todos los sectores de la vida económica, política, privada e íntima. Sin embargo, la intensidad de la oposición plantea interrogantes múltiples y especialmente heterogéneos. Son tanto técnicos y ecológicos, así como económicos e industriales. ¿Qué equipos deben ser favorecidos? ¿Debemos depender de los estadounidenses o de los chinos? Y, más fundamentalmente, son interrogantes filosóficas y espirituales: ¿ofrece el 5G más intensidad a la vida y la convivencia humana?

Si el fortalecimiento de las redes digitales ha contribuido a crear fenómenos importantes en la evolución de nuestra existencia individual y colectiva, el ideal del que son portadoras —que constituye un elemento muy estructurador de nuestras sociedades hipermodernas— no debe impedirnos cuestionarlas. Y cuanto más evolucionemos hacia entornos tecnológicos complejos, más deberemos dar prioridad a la complejidad del ser humano en sus formas de experimentar la relación con el tiempo, el espacio, la transparencia o la opacidad. Por lo tanto, debemos evitar idealizar las lógicas de flujo de datos que supuestamente hacen que la convivencia sea mejor. La circulación de los flujos de datos no significa nada respecto del horizonte de sentido. Un mayor número de personas debería afrontar esto sin caer en adicción a un imperio de señales que vaya en detrimento del campo de los signos, avanzando a que las máquinas interactúen cada vez más entre sí sin implicarnos subjetivamente y decidiendo por nosotros: el caso del refrigerador conectado ya habla por sí mismo. Para ir más allá, si sabemos que podemos geolocalizar a una persona a través de la señal emitida por su teléfono móvil, es nuestro propio cuerpo el que podría ser reconocido e identificado con la llegada del 5G: podemos pensar que el rostro es probable que sea digitalizado y así se envíen señales (como lo haría un código QR) a los sistemas de reconocimiento facial remotos en los espacios públicos. Nadie sabe por quién y cuándo podría explotarse sin nuestro conocimiento, en los entornos hiperconectados, la suma de nuestros datos que sean recogidos.

UNA APROXIMACIÓN PLURALISTA Y DE COLABORACIÓN

Como en el caso de cualquier innovación digital, la cuestión del 5G no es absoluta, sino que debe exigir la identificación de contextos específicos para abordar los aspectos éticos. En el ámbito de la salud, por ejemplo, los argumentos parecen perfectamente admisibles: se explica que el 5G permitirá instalar dispositivos conectados para un seguimiento más preciso de determinadas patologías en pacientes, ancianos o personas con enfermedades crónicas, facilitando así su vigilancia. Estos dispositivos estarán equipados con varios parámetros médicos predeterminados (presión arterial, frecuencia cardíaca, peso, etc.). Por lo tanto, el inminente lanzamiento del 5G mejorará en principio mucho el rendimiento y la fiabilidad de estos objetos conectados (16). Sin embargo, estos desarrollos tendrán que incorporar fuertes requisitos de seguridad para los datos sanitarios personales, teniendo en cuenta que no existe un sistema soberano de control de acceso y uso de esos datos que pueda garantizar la trazabilidad de los procesos médicos. Dada la diversidad de problemas planteados, que surgen en cuanto recogemos elementos de controversia sobre el 5G, ¿no podría ser una meta circunscribir sus usos? ¿O avanzar de forma más gradual y plural en su desarrollo? ¿Empezando a denunciar las políticas de comunicación ensordecedoras y alienantes? ¿Y, sobre todo, evitando su generalización en la esfera pública? Porque ¿qué ganamos con querer ir cada vez más rápido en la gestión de nuestra vida?

No solo son limitados los recursos naturales (lo que pone en tela de juicio el 5G, por los problemas ecológicos que plantea), sino que tampoco son inagotables los recursos humanos. Sobre todo, no podemos pasar por alto que el mundo digital no es únicamente una herramienta: es un entorno en sí mismo, que afecta nuestras formas de ser, vivir e interactuar. Más que nunca, un reto importante para la evolución de nuestras sociedades es conciliar la responsabilidad ética y la innovación tecnológica, para no permitir que las respuestas simplistas perjudiquen la libertad de los individuos y la calidad de la convivencia. Y si existe un cierto nivel de incertidumbre sobre los posibles riesgos de las ondas para la salud, las consecuencias deletéreas que el 5G podría tener en nuestro equilibrio ecológico y humano son totalmente formulables y previsibles. En un momento en el que la conciencia medioambiental crece en la sociedad civil, las políticas tecnológicas se extienden de forma hegemónica y no nos hemos preguntado lo suficiente sobre cómo ese despliegue puede comprometer nuestras opciones de subsistencia. MSJ

(1) Este texto fue publicado en revista Etudes N°4.289, enero 2022, bajo el título “Controverse sur la 5G”, pp. 57-66. Traducción de exclusiva responsabilidad de Mensaje. Se omitieron párrafos por razones de espacio.
(2) Dominique Janicaud definió los “tecno-discursos” como los que, en niveles culturales e ideológicos muy diversos, «activan y dinamizan el poder de la tecnología, celebrando sus virtudes y casi adorándola» (El poder de lo racional, Gallimard, “Biblioteca de las ideas”, 1985, p. 131).
(3) Gabriel Rockhill, Contrahistoria de la época actual. Interrogaciones intempestivas sobre la globalización, la tecnología y la democracia, CNRS éditions, 2017, p. 21.
(4) «Los riesgos de la llegada del 5G sobre tus datos personales» (“Les risques de l’arrivée de la 5G sur vos données personnelles”), 28 de febrero de 2020 (www.pandasecurity.com/fr/mediacenter/).
(5) “La Cátedra de Innovación ‘Quirófano Aumentado’” (“La chaire innovationn ‘Bloc operatoire augmenté’”), Bopa, 14 de junio 2021 (https://www.aphp.fr/enseignement-recherche/nos-chaires-universitaires).
(6) N. del E. (revista Mensaje): Minitel fue un servicio de transmisión vía telefónica de textos e imágenes desarrollado en Francia a partir de 1978, considerado como uno de los más exitosos precursores de la world wide web. Fue lanzado comercialmente en ese país en 1982. Tuvo millones de usuarios en la década de 1990.
(7) N. del E. (revista Mensaje): Autores del informe “L’informatisation de la Société”, de diciembre de 1977, a partir del cual surgió Minitel.
(8) Andrew Feenberg. “El pensamiento de la técnica. Para un enfoque humanista” (“La pensée de la technique. Pour une approche humaniste”), Esprit N°390, diciembre 20112, pp. 57-58.
(9) En palabras del presidente Emmanuel Macron en diciembre de 2020.
(10) Maxime Blondet, “¿Cuáles son las consecuencias de la red 5G sobre el desarrollo?” (Quelles sont les conséquences de la 5G sur l´environnement?), 4 de octubre, 2021. (https://blog.ariase.com/mobile/dossiers/5g-environnement).
(11) N. Wiener. Cibernética y sociedad. El uso humano de los seres humanos (L’usage humaine des etres humains), traducción de Pierre Yves Mistoulon, prefacio inédito de Renan Le Roux, Sciences, 2014, p. 48.
(12) Sylvia Becerra, Guillaume Carbou, Julian Carrey (et al.) y el Taller de Ecología Política (Atécopol), “Boicoteamos a la 5G” (“Boycottons la 5G”), Libération, 1 mayo 2021 (sur www.liberation.fr).
(13) Ver, al respecto, Bernard Rebier, La democracia genéticamente modificada. Sociologías éticas de la evaluación de las tecnologías controversiales (La démocratie génétiquement modifiée. Sociologies éthiques de l’évaluation des technologies controversées), Prensa de la Universidad Laval, 2011.
(14) Andrew Feenberg, (Re)pensar la técnica. Hacia una tecnología democrática ((Re)penser la technique. Vers une technologie démocratique), traducción del inglés por Anne-Marie Dibon, La Découverte, Mauss, 2004.
(15) Sylvia Becerra, Guillaume Carbou, Julian Carrey (et al.) y el Taller de Ecología Política (Atécopol), “Boicoteamos la 5G”, art. cit.
(16) “La 5G, una respuesta urgente a las necesidades de la telemedicina” (“La 5G, une réponse urgente aux besoins de la telémédicine”) 13 de diciembre 2020 (https://connectedoctors.fr).

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Fuente: Artículo publicado en Revista Mensaje N° 706, enero-febrero de 2022.

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