La democracia es interpretada de manera diferente en distintas latitudes. En el mundo occidental, el sistema democrático ha sido sinónimo de la libertad para escoger a las autoridades. Un complemento esencial, para ejercer este derecho, es contar con una amplia libertad para informarse y opinar.
La preocupación por las interferencias y limitantes para contar con información veraz y confiable gravitó en la entrega del Premio Nobel de la Paz 2021. El preciado galardón quedó en manos de dos periodistas: la filipina María Ressa y el ruso Dimitri Muratov. La distinción aplaude el coraje de los ganadores y, a la par, es una crítica implícita a las restricciones a la libertad de prensa impuestas por sus respectivos gobiernos.
En lo que toca a las Filipinas, el premio destacó el papel de Ressa por “exponer los abusos de poder, el empleo de la violencia y el creciente autoritarismo en su país natal”. La galardonada, por su parte, aprovechó el discurso de aceptación del premio para denunciar el fango tóxico que abunda en redes sociales. Ressa acusó a los gigantes mediáticos por “permitir la circulación de virus de mentiras que infectan a cada uno de nosotros”. Precisó que los gigantes estadounidenses de internet están prejuiciados contra los hechos y los periodistas, y utilizan su inmenso poder para sembrar divisiones: “¡Nuestra mayor necesidad hoy es transformar ese odio y violencia, el fango tóxico que contamina nuestro ecosistema informativo!”. Específicamente apuntó a Facebook por lucrar vehiculando mensajes con contenidos divisionistas y de odio propagados desde los algoritmos.
Dimitri Muratov, cofundador y director del diario Novaya Gazeta, por su parte, señaló: “Somos periodistas, nuestra misión es clara y consiste en distinguir entre hechos y ficción. La nueva generación de profesionales sabe cómo trabajar con datos», pero advirtió que el oficio de periodista pasa “por tiempo oscuros” en Rusia. Señaló que más de un centenar de periodistas junto a medios informativos, defensores de derechos humanos, además de organizaciones no gubernamentales han sido calificados recientemente como “agentes extranjeros” por el Ministerio de Justicia ruso. “En Rusia esto significa una cosa: enemigos del pueblo”. En los hechos, Muratov explicó que a menudo esto conlleva perder el empleo, dejar el país y “ser privado de la oportunidad de vivir una vida normal”.
UN MAL AÑO PARA EL PERIODISMO
Reporteros sin Fronteras (RSF) registró en 2021 un récord de periodistas detenidos en el mundo: 488 están tras las rejas en diversos lugares del planeta, un aumento de veinte por ciento respecto a 2020. México y Afganistán siguen encabezando la lista de países donde más se arriesga la vida por ejercer la profesión. Esto, según el informe anual de RSF publicado a mediados de diciembre.
El documento, que evalúa cada año la situación de la libertad de prensa en 180 países y territorios del mundo, revela que el periodismo está afrontando impedimentos en 73 naciones y obstáculos en otros 59 países, lo que en conjunto supone el 73 por ciento de los territorios evaluados. “Nunca desde la creación del balance anual de RSF en 1995 había sido tan elevado el número de periodistas encarcelados”, indicó la organización con sede en París, que destaca además que del total 60 son mujeres, otro récord. Si sirve de consuelo, el número de periodistas asesinados bajó este año, en buena parte gracias al fin parcial de conflictos armados en Siria, Irak, Afganistán y Yemen. Hasta el 1 de diciembre de 2021 habían perdido la vida en servicio activo 46 periodistas. De ellos, 30 fueron asesinados deliberadamente, siete de ellos en México, el país más peligroso por tercer año consecutivo. En los últimos cinco años han sido asesinados 47 reporteros en el país. En Afganistán murieron seis periodistas a lo largo del año, a causa de ataques y atentados con bombas. El país asiático, desgarrado por décadas de violencia, cuenta con el mismo número de decesos que México en los últimos cinco años.
A mediados de diciembre de 2021, el número de periodistas y colaboradores encarcelados por ejercer su oficio frisaba el medio millar, lo que supone un aumento del veinte por ciento en un año. Además, otros 65 están secuestrados. Esta subida excepcional de las detenciones arbitrarias responde ante todo a la situación de tres países: Birmania, donde la Junta Militar retomó el poder el 1 de febrero del año pasado; Bielorrusia, sumida en la represión tras la impugnada reelección del presidente Aleksandr Lukashenko, en agosto de 2020; y China, donde el presidente Xi Jinping ha intensificado el control sobre la Región Administrativa de Hong Kong. Según Christophe Deloire, secretario general de RSF, “estos datos extremadamente elevados de periodistas encarcelados arbitrariamente derivan de tres regímenes dictatoriales”. Agregó que ello “es un reflejo del impulso dictatorial en el mundo, de una acumulación de crisis y de la ausencia de cualquier escrúpulo por parte de esos regímenes. Tal vez sean también fruto de un nuevo marco geopolítico de relaciones de fuerza, en el cual los regímenes autoritarios no sufren suficientes presiones para limitar su represión”. Siempre en opinión de Deloire, “el periodismo es la mejor vacuna contra la desinformación (…) Por desgracia, su producción y distribución se ven bloqueadas con demasiada frecuencia por factores políticos, económicos y tecnológicos, y, en ocasiones, incluso culturales. Ante la viralidad de una desinformación que sobrepasa fronteras, a través de plataformas digitales y redes sociales, el periodismo es el principal garante del debate público basado en una diversidad de hechos establecidos”.
EL CASO DE JULIAN ASSANGE
La libertad de expresión, como todo bien deseable, es una gran fuente de disputa. Reivindicada en muchas proclamas oficiales, es coartada con frecuencia. Antony Blinken, el secretario de Estado norteamericano, destacó hace algunas semanas el “papel imprescindible” de los medios de comunicación para informar a la opinión pública y pedir cuentas a los Gobiernos. “Estados Unidos seguirá defendiendo el valeroso y necesario trabajo de los periodistas en todo el mundo”, dijo. Estados Unidos está dispuesto a destinar más de 400 millones de dólares al fortalecimiento de medios de comunicación independientes en diversas partes del globo.
Esto, dicho al mismo tiempo que se persigue desde hace más una década al periodista Julian Assange, con la amenaza de hasta 175 años de cárcel por supuesto espionaje. En especial por la publicación de documentos secretos de las guerras en Irak y Afganistán. Por divulgar archivos e imágenes que muestran transgresiones a los derechos humanos por parte de tropas estadounidenses. Crímenes por los que nadie ha sido juzgado hasta el momento. En cambio, Washington ha volcado su energía a perseguir a Assange, el fundador australiano de Wikileaks. El 10 de diciembre, un tribunal de apelación británico dictaminó que podía ser extraditado a Estados Unidos, revocando una sentencia anterior.
AMÉRICA LATINA
La región, según lo reseña RSF, experimentó un marcado retroceso en el libre ejercicio de la libertad de prensa. Situación, que como en el resto del mundo, sufrió marcadas restricciones a causa del Covid-19. El informe señala que Brasil, Venezuela y El Salvador son las naciones donde los periodistas denuncian la mayor cantidad de bloqueos o dificultades para acceder a la información oficial. Este preocupante cuadro ha llevado a Brasil a recular cuatro posiciones respecto al informe de 2020 y ubicarse actualmente en el puesto 111, situado en una zona roja (de acuerdo con la clasificación de RSF) o en el grupo de países donde la situación es más compleja para los periodistas. “El contexto tóxico en el que trabajan los profesionales de los medios brasileños, desde la llegada al gobierno del presidente Jair Bolsonaro en 2018, explica en gran parte esta degradación”, señala el informe.
Adicionalmente, la investigación advierte sobre la actuación de Jair Bolsonaro y del presidente venezolano Nicolás Maduro, a quienes responsabiliza de la difusión de informaciones falsas, como el caso de la promoción de tratamientos contra el Covid-19 sin contar con un sustento científico. “Varios jefes de Estado, como Maduro en Venezuela o Bolsonaro en Brasil, han propagado informaciones falsas, incluidas sobre el Covid-19, o han acusado a periodistas de propagarlas”, dijo Deloire.
En Venezuela, país que se ubica en el puesto 148 del ranking de 180 países en 2021, el informe fue publicado apenas días después de que el Tribunal Supremo de Justicia emitiera un fallo que obliga al diario El Nacional a pagar una indemnización al diputado Diosdado Cabello de 13,6 millones de dólares por una denuncia de difamación que data de año 2015.
Cuba, por su parte, es la peor nación latinoamericana dentro del ranking al ubicarse en el puesto 171, una posición considerada como ‘muy grave’ dentro de la clasificación considerada.
En cuanto a Chile, el informe revela una baja constante en cuanto a los indicadores de libertad de prensa. En 2019 el país bajó del puesto 38 al 46 en la clasificación mundial para culminar en la posición 56 en el 2021. El estallido social mereció un llamado de atención por parte de RSF a las autoridades nacionales por “numerosos casos de agresiones intencionales en contra de periodistas, tanto de la prensa nacional como internacional que cubrían las vastas manifestaciones” que caracterizaron las movilizaciones. RSF estimó necesario enviar una carta al gobierno chileno solicitando que se instruyera de manera especial a las fuerzas del orden y seguridad para facilitar el trabajo de los periodistas.
Argentina (69), donde se muestra preocupación por los “cierres de medios y la creciente precarización laboral”, Colombia (134) país en el que, de acuerdo con el informe, crece el acoso hacia los periodistas a través de Internet o México (143), donde además de la violencia en contra de los profesionales, existe una estigmatización de la prensa “desde el discurso público”.
El otro lado de la moneda: Costa Rica es el país de la región que se lleva todos los aplausos por la libertad que goza su prensa. En el caso de la nación centroamericana, que se ha mantenido entre los primeros diez del mundo con un ascenso entre 2019 y 2021, la ONG destaca que el “Estado no suele interferir en la labor de los periodistas” y califica la situación de “especial” al estar ubicada en una “región corroída por la corrupción, la inseguridad y la violencia cotidiana contra la prensa”.
Para los periodistas no es común lograr un Premio Nobel de Paz. Era algo que no ocurría desde 1935 cuando parte del mundo comenzaba a cubrirse bajo la sombra del fascismo. Hoy, cuando las redes sociales ocupan un espacio creciente en las comunicaciones y circulación de noticias, el periodista de carne y hueso aporta algo irremplazable: el valor del testimonio. MSJ
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Fuente. Comentario Internacional publicado en Revista Mensaje N° 706, enero-febrero de 2022.