Siria: sueños sin límites

“Cuando abrí uno de mis libros para niños y no sabía lo que había dentro, sentí pena por mi situación”.

Sus ojos rebosaban de amor y gratitud mientras, sin poder contener la alegría, decía: “¡Miren lo que tengo!”. Yana* entró en la sala de recepción del Centro Ibrahim Muslih del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) mostrando orgullosa el fruto de su esfuerzo y duro trabajo: el diploma que certificaba haber completado el 6° grado.

Yana, una mujer de 51 años, tuvo que huir de Ghouta, a las afueras de Damasco, en 2012, y ahora vive en Dwelaa con su esposo y dos de sus hijos. No fue hasta que se instaló en Damasco que se dio cuenta de lo mucho que necesitaba saber leer y escribir.

“Cuando abrí uno de mis libros para niños y no sabía lo que había dentro, sentí pena por mi situación”, explicó.

Según las costumbres y tradiciones de antaño, a las niñas no se les permitía ir a la escuela ni salir solas de casa.

Cuando se mudó a Damasco, comenzó a coser, pero no estaba contenta porque no sabía leer los números en la cinta métrica. Entonces, comenzó a memorizarlos por sí misma.

No tardó en saber del Centro Ibrahim Musleh del JRS en Dwelaa y se matriculó en el taller de alfabetización para principiantes. Cuando terminó los niveles básico y avanzado en el centro, uno de sus amigos le aconsejó que se inscribiera en un curso en un centro diferente para poder obtener su certificado de escuela primaria y completar su educación. Yana, si bien de entrada no se lo tomó muy en serio, fue e hizo la prueba de nivel, y a partir de entonces su vida dio un vuelco.

Su esposo, Delavan, que no sabe leer ni escribir, fue su principal apoyo. Él la ponía a prueba simplemente haciéndola deletrear las palabras. Al preguntarle sobre los estudios de su esposa, Delavan dijo que su cuaderno parecía ser lo más precioso que tenía: “Sentía como que ella me decía que yo también podía leer, escribir y calcular como los demás”.

Le fue muy bien en su examen final, demostrando todo lo que su infinita esperanza, confianza y determinación le ha permitido superar.

Ahora, Yana está estudiando intensivamente los grados 7º y 8º, soñando con obtener su certificado de 9º grado.

Al principio en el Centro Ibrahim Musleh del JRS, Yana no parecía estar predispuesta a aprender una sola letra, pero con la solidaridad del equipo del JRS, empezó a confiar en sus capacidades. Ahora ella cree que si bien todas las personas tienen la oportunidad y la posibilidad, el desarrollo personal es imposible si no reciben aliento y apoyo.

“Cuando estuve aquí en este centro, me sentí como si estuviera con mis hermanas y mi familia… Los hermanos aquí me ayudaron a superar el círculo de dolor causado por la guerra en nuestro país y me hicieron confiar en mis posibilidades”.

 

*Todos los nombres y detalles identificativos han sido cambiados para proteger la privacidad de las personas.

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Fuente: http://es.jrs.net

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