En países como Irak, donde el conflicto y el desplazamiento han sido una dura realidad durante años, cruzar el umbral de una escuela puede ser un reto para muchos niños. Los acontecimientos traumáticos a los que han estado expuestos les han dejado cicatrices invisibles que les impiden asistir a la escuela. Entrar en un aula por primera vez marca un etapa importante en la vida de todo niño. Este año, para Jacob y Abdullah, es aún más importante.
JACOB, 10 AÑOS, SUPERÓ EL MIEDO A SOCIALIZAR CON SUS COMPAÑEROS DE CLASE
Jacob nació en 2013, unos meses antes de que el Estado Islámico invadiera Mosul. De niño, experimentó la brutal realidad de la guerra y las traumáticas consecuencias del desplazamiento; como resultado, no fue al colegio por años y comenzó a desarrollar problemas de conducta en casa. En 2019 su familia intentó matricularlo en la escuela, pero él nunca fue. No le gustaba la escuela y tenía miedo de conocer gente, entonces abandonó los estudios.
Tras varios intentos, este año Jacob comenzó el primer curso del Programa de Educación Primaria del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS). Al principio, tenía una actitud reacia y le costaba socializar con otros compañeros, pero poco a poco, con el apoyo de su familia, de otros niños y de los profesores del JRS, se adaptó a la escuela, a la que ahora asiste con regularidad.
ABDULLAH, 9 AÑOS, RECUPERÓ LA ALEGRÍA DE IR AL COLEGIO
Originario del distrito de Al-Hamdaniya, de 2014 a 2017, Abdullah y su familia residieron en Mosul bajo el control del Estado Islámico. Se vio obligado a presenciar las devastadoras, crueles y dolorosas circunstancias de la invasión. La imposibilidad de comprar alimentos, la falta de acceso a la atención médica y, lo más desgarrador, la muerte de seres queridos. Un trauma que ha dejado profundas cicatrices y recuerdos aún vívidos y uno solo puede imaginar el estado mental y psicológico de un niño después de vivir estas crisis.
Tras la liberación de Mosul, Abdullah regresó a su ciudad para intentar rehacer su vida y cuando su abuela supo del programa de educación primaria del JRS, decidió matricularlo inmediatamente. Él nos cuenta: “Al principio me obligaron a matricularme, pero ahora le doy las gracias a mi abuela por obligarme”.
Hoy Abdullah ha recuperado sus ambiciones y la esperanza de un futuro brillante. Está motivado y desea hacer realidad su sueño: ser médico.
El JRS apoya el derecho a la educación de los niños que se han visto obligados a abandonar sus hogares y comunidades, a través de clases de apoyo educativo y apoyo psicosocial.
El JRS apoya el derecho a la educación de los niños que se han visto obligados a abandonar sus hogares y comunidades.
Fuente: https://jrs.net/es / Imagen: Servicio Jesuita a Refugiados.