Sin comparar ni menospreciar en absoluto a los pueblos de los anteriores países en los que he vivido desde 1986 y a los que conocí en diferentes misiones especiales, no recuerdo un solo lugar en el que tanta gente me sonriera por el solo hecho de mirarla o dirigirle un saludo.
A fines de julio último concluí una misión de 22 días en Haití, la parte occidental de esa isla del Caribe que comparte su territorio con la República Dominicana y a la que Cristóbal Colón llamó Hispaniola cuando puso sus pies allí, el 6 de diciembre de 1492. Mi misión consistió en reemplazar, como encargado de negocios ad interim, a nuestro embajador en Puerto Príncipe, que hacía uso de sus vacaciones.
Haití fue el primer país del mundo en reconocer nuestra independencia. Dentro de las gestiones emprendidas por Buenos Aires para consolidar su emancipación de España se iniciaron contactos al más alto nivel con las autoridades de Haití. En abril de 1817 el Director Supremo de las Provincias Unidas, Juan Martín de Pueyrredón, envió una nota al presidente haitiano Alexandre Pétion para comunicarle la nominación de un agente con la misión de consolidar la independencia. Desde 1948 nuestro país mantiene ininterrumpidamente relaciones diplomáticas con Haití. El 10 de diciembre de 2015 el entonces presidente Michel Martelly saludó personalmente al presidente Mauricio Macri en la inauguración de su mandato.
En la historia de Haití, que en lengua arahuaca significa “tierra de montañas”, se lee que fue el segundo país de América y el primero de América Latina en lograr su independencia. Ello sucedió luego de un proceso revolucionario de carácter abolicionista, iniciado en 1791, que desembocó en una prolongada lucha armada contra Francia, la potencia colonizadora desde fines del siglo XVII. El proceso convirtió a Haití, cuya población se origina en un 95% en África subsahariana, en el primer caso en la Historia Universal en el que la rebelión de un pueblo sometido a la esclavitud condujo a la abolición de esta y a su emancipación.
Yo había cumplido una misión similar en Libia, entre agosto y septiembre de 1996, cuando me encontraba destinado en Alemania. Pero en el caso de Haití, a las funciones habituales de representación, asistencia consular a los argentinos y promoción comercial, entre otras, se debe sumar la existencia de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas (MINUSTAH), creada en 2004. Desde entonces resulta difícil identificar a Haití sin la MINUSTAH, aunque el país es mucho más que la presencia de las Naciones Unidas. La Misión tenía cuatro objetivos fundamentales: a) estabilizar el país, b) pacificar y desarmar grupos guerrilleros y delincuenciales, c) promover elecciones libres e informadas y d) fomentar el desarrollo institucional y económico. El contingente de las fuerzas de paz llegó a componerse de aproximadamente 7.000 efectivos militares, provenientes de la Argentina y muchos otros países. Las tropas argentinas se ubicaron en la norteña ciudad de Gonaïves, una de las zonas más conflictivas.
Además, nuestro país estableció cerca del aeropuerto de Puerto Príncipe el Hospital Reubicable de la Fuerza Aérea Argentina, que tuve ocasión de visitar. Está formado por un conjunto de once contenedores interconectados que arman un complejo sistema de atención médica. Puede ser trasladado por el mundo y sobrellevar duros temblores, como quedó demostrado al permanecer operativo luego del terremoto de enero de 2010. Ya fue utilizado en misiones humanitarias en Kosovo y Mozambique. En 2004, cuando se produjo el huracán Jeanne, se lo trasladó a Haití para atender a las víctimas y permanece allí desde entonces. Se mantiene abierto las 24 horas y cuenta con generadores que brindan electricidad todo el día e instrumentos para potabilizar el agua. Al principio llegó a atender 2.500 pacientes por semana y en su primer año hizo más de 10.000 atenciones médicas. Goza de un reconocido prestigio en el país; en tres semanas me tocó escuchar continuas alabanzas a su funcionamiento. Aunque su objetivo esencial es asistir a los soldados de la ONU, también atiende a los haitianos. Allí se realizan las primeras curas con medicamentos aportados por el Estado argentino y luego se los deriva a los hospitales públicos. Para un nivel superior de complejidad médica, dispone de un helipuerto para traslados a Santo Domingo o Miami.
En abril último el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 2250 que extendió por un periodo final de seis meses la MINUSTAH, como había recomendado el Secretario General. La Resolución decretaba que el componente militar debía reducirse gradualmente en los próximos meses hasta completar su “retirada plena” el 15 de octubre de este año. Cuando se dictó esa Resolución, la MINUSTAH contaba con 2.370 cascos azules y 2.600 policías. Esa Misión será sucedida por la MINUSJUSTH, centrada en apoyar a la policía, promover el estado de derecho y el respeto de los derechos humanos. No tendrá personal militar y será mucho más reducida, con un máximo de siete unidades de policía y 295 agentes. El Consejo de Seguridad aprobó darle un mandato inicial de seis meses, entre octubre de este año y abril de 2018.
La embajada argentina se encuentra en Pétionville, elegante distrito cercano a Puerto Príncipe ubicado a 450 metros sobre el nivel del mar, que casi no sufrió el terremoto del 12 de enero de 2010. Ese día, a las 16.53, en 35 segundos, el sismo de 7,3 grados en la escala Richter causó más de 300 mil muertos, dejó 350 mil heridos y 1,5 millón de personas quedaron sin hogar. Destruyó más del 50% de los edificios de la capital, incluidos la Casa de Gobierno y la Catedral. En 1997 estuve en Dresde, Alemania y visité la Frauenkirche, imponente catedral barroca restaurada luego de la reunificación alemana. Pero cuando vi, en julio último, lo que quedó del mayor templo católico de Puerto Príncipe, terminado en 1914, lo asocié de inmediato con las fotos de aquella, destruida por las bombas de la Segunda Guerra Mundial.
El anterior arzobispo de Haití, Serge Miot, falleció en el terremoto. En 2014, el Papa Francisco creó al primer cardenal de la historia del país, Monseñor Chibly Langlois, de 55 años, obispo de Les Cayes y presidente de la Conferencia Episcopal Haitiana.
Pétionville aloja a las embajadas, las mansiones de la gente más acaudalada, los mejores hoteles y restaurantes. Posee calles rectas, espaciosas y arboladas. Abajo, en el centro de la capital, la zona más castigada por el terremoto, se da el polo opuesto. Es la parte más llana y próxima al puerto, donde vive la inmensa mayoría de la gente en barrios muy humildes y aún en campamentos provisorios. Pueden visitarse el Marché de Fer y el famoso hotel Oloffson, la estructura emblemática más antigua de la ciudad, que quedó en pie tras el terremoto. La parte principal del hotel es una mansión neogótica del siglo XIX, en medio de un jardín tropical, ubicada en el centro de Puerto Príncipe. Fue construida originalmente como una residencia privada y allí Graham Greene escribió su novela The comedians.
Además de cumplir mi misión, recorrí fugazmente la capital y una playa próxima, Indigo, a dos horas de auto. En Haití pasaron su luna de miel Bill y Hillary Clinton en diciembre de 1975. Desde entonces, quien luego fuera el 42° presidente de los Estados Unidos y su esposa se sintieron muy unidos a Haití y regresaron varias veces. En enero de 2010, luego del terremoto, el ex presidente fue enviado especial de las Naciones Unidas a la isla y, junto con el presidente George W. Bush, lideró los esfuerzos norteamericanos de largo plazo para reconstruir la ciudad.
La Argentina puede hacer mucho por Haití y con Haití. En septiembre de 1980 se suscribieron dos acuerdos, el de cooperación científica y técnica y el de cooperación cultural. En los últimos años resultó muy exitoso el proyecto Pro Huerta y hoy podría considerarse la intensificación de la cooperación agrícola, así como extender la colaboración a los ámbitos de la seguridad y los derechos humanos. El intercambio comercial bilateral es moderado y lo constituye básicamente la exportación a Haití de productos alimenticios, que podría aumentar. Haití exporta, en muy limitadas cantidades, sus productos nacionales. Los principales sectores económicos del país son el turismo (un millón de turistas por año), la industria de la ropa (10% del PBI), la agroindustria, la fabricación de productos electrónicos (tabletas Android) y las zonas francas. El país es famoso por su pintura näif y los cuadros se venden a precios accesibles.
Más allá de la presencia estabilizadora de las Naciones Unidas, de los fuertes contrastes socioeconómicos, de la belleza de sus playas y de la lucha de su gente por la superación, lo que más me impactó fue la dignidad y buena predisposición de la gente de a pie con la que me crucé. Sin comparar ni menospreciar en absoluto a los pueblos de los anteriores países en los que he vivido desde 1986 y a los que conocí en diferentes misiones especiales, no recuerdo un solo lugar en el que tanta gente me sonriera por el solo hecho de mirarla o dirigirle un saludo. Un general argentino que fue segundo comandante de las fuerzas de paz en Haití hace unos años, luego de haber servido en diferentes misiones similares por el mundo, y con el que me reuní antes de viajar a Puerto Príncipe, me dijo una frase sugestiva: “Es muy difícil irse de Haití”. Fue pronunciada por un oficial que cumplió una misión militar en un lugar muy castigado por la pobreza y violencia urbana, por ello invita a la reflexión. Cuando me fui de Puerto Príncipe empecé a comprobar su veracidad y a desear un pronto regreso. Me considero, modestamente, un diplomático todo terreno y me gustan los desafíos de marca mayor.
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Fuente: www.revistacriterio.com.ar