50 años del golpe de Estado. «Familiares de detenidos desaparecidos: De la muerte a la vida»

Mensaje N° 292, septiembre de 1980: El calvario sufrido por los familiares de detenidos-desaparecidos muestra la necesidad que tienen de saber finalmente la verdad sobre sus seres queridos, para poder sanar y continuar viviendo. Seis mujeres, familiares de los detenidos-desaparecidos, nos dan este testimonio —que nos sintetiza una de ellas— de cómo su decisión de vivir su fe puede hacerles vivir y “esperar contra toda esperanza”, ya que en la búsqueda misma de la verdad están de hecho encontrando el Reino de Dios.

Estamos viviendo en una sociedad que ha sido desarticulada, desquiciada desde la base. Es un organismo viviseccionado, con las entrañas expuestas hacia afuera. Si hubiera sido posible hacerlo, habrían deseado cambiar hasta su misma vida por otra, en un proceso increíblemente artificial.

Estas palabras pueden parecer demasiado fuertes para describir la realidad en que se vive. Pero, ¿qué otra imagen podría proyectar el familiar de un “detenido-desaparecido”? Es curioso. A veces siento que debo pedir perdón antes de relatar lo que nos sucede, porque me da vergüenza, como chilena, que haya habido “desaparecimientos” en mi país. Sé que la mayoría de los chilenos siente algo parecido porque he visto el shock y un sentimiento de culpa en las miradas, cubierto demasiado pronto por una coraza de defensa. Nosotras, las mujeres de la Agrupación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos, las más heridas por este suplicio cometido por chilenos a sus hermanos de raza, no quisiéramos recordar ni menos transmitir a otros lo que hemos sufrido. Pero si no lo hacemos, ¿cómo podrá la sociedad sanar de esta herida profunda en su interior, que sangra incesantemente? ¿De qué otra forma podría sobrevivir, sin haber mirado antes la miseria y muerte dentro de sí misma, permitiendo que brote la luz desde esa misma oscuridad?

Hemos querido interpretar lo más fielmente posible el sentimiento de la Agrupación y nos reunimos seis compañeras, de diversas zonas, a conversar sobre el tema. He aquí el resumen de esa conversación.

LA DETENCIÓN

“En el primer momento tuve la sensación de algo increíble, porque nunca habíamos vivido una cosa así en nuestro país. Me resistía a pensar que un gobierno (o que alguien) fuera capaz de hacer desaparecer a adultos, niños, jóvenes estudiantes, padres, hijos…”.

“Era todo sorprendente, porque esto era algo totalmente desconocido. No tenía claro lo que me estaba sucediendo”.

“Mi hija fue detenida en su casa, junto con su marido, en julio de 1974. Eran las dos de la mañana. Venían de la FACH y se los llevaron a la Academia de Guerra (AGA). Le pregunté al que hacía de jefe: ‘Pero a mi hija, ¿por qué la está deteniendo?’. Me dijo: ‘¿Sabe una cosa? Su hija va a salir… porque no hay ningún antecedente de que ella estuviera trabajando después del Once’. Efectivamente, la dejaron en casa de sus suegros, pero sólo por 20 días, porque entonces la tomó la DINA y ya no la vimos más. Mi yerno quedó detenido en la FACH y eso lo salvó, porque fue procesado. En cambio, mi hija fue dejada en libertad por unos días, probablemente para tratar de agarrar a otros antes de detenerla nuevamente. Para mí fue un shock enorme saber que no podría verla nunca más, no saber dónde estaba ni qué había pasado con ella. No podía comprender que hubiera distintos organismos de Seguridad, entre los cuales uno le echaba la culpa a otro”.

“Cuando detuvieron a mi hijo, todo empezó con un allanamiento a las 2 de la mañana. Llegaron a la casa ocho o nueve hombres diciendo que eran de la DINA. Eran terribles y desagradables, con olor a vino, y registraron todo sin encontrarlo, porque no estaba ese día en la casa. Tres días después, el día de su cumpleaños, lo detuvieron en la calle. Cuando lo supe me puse como loca… pero después me tranquilicé un poco. No sospechaba que iba a desaparecer. Pensaba que sería por unos pocos días y que me iban a avisar, pero esos días fueron pasando y pasando… Me fui al Comité Pro Paz, hice los Recursos de Amparo y seguí esperando… sin recibir ninguna noticia. Un amigo preguntó a las autoridades por él y le contestaron que seguramente estaba ‘en las guerrillas’”.

“Por otra parte, también buscaban a otro de mis hijos y terminaron por detenerlo. Yo supe por la radio que un ‘extremista’ había sido baleado y más tarde me llamó un transeúnte a quien mi hijo le había gritado el número del teléfono. Nosotros pensábamos que ahora, por lo menos… ya podíamos saber algo de mi otro hijo, pero no fue así. Empecé a ir a la posta, a la morgue, a todas partes… No dejé nada por recorrer. Me trataban de loca. En el Ministerio de Defensa me dijeron: ‘Señora, yo creo que Ud. está perturbada… Antes me preguntaba por un hijo y ahora me viene a preguntar por otro… Ud. debe este loca’. Finalmente, encontré al que había sido baleado en el Hospital de la FACH. Estaba muy grave, pero no lo podían operar porque no hallaban a la persona que tenía la llave de los grillos. Así, tan hinchado, estaba él en la cama… Cómo será que llegó el doctor y dijo: ‘Con permiso, déjeme sacarlo, porque así, engrillado, vamos a tener que operarlo. Si no, se muere…’. Yo le pregunté: ‘¿Por qué lo tienen engrillado?’. ‘Es que puede venir un Comando a llevárselo…’”.

“Luego otra de las crueldades increíbles. No me dejaron nunca llevarle ropa y cuando lo iban a trasladar a la Penitenciaría lo dejaron desnudo en la puerta de la enfermería. Un guardia que andaba por ahí le pasó un camisón de saco. Cuando le sacaron el pijama, mi hijo preguntó: ‘¿Y me van a dejar así?’. ‘¡Miren el gallito! Así es que quería quedarse con el pijama del hospital ¿no?’. Ahora él salió de Chile, pero ha quedado muy enfermo. Y nosotros, que teníamos cinco hijos, nos hemos quedado con uno solo aquí, porque del desaparecido no hemos sabido más…”.

LA BÚSQUEDA

Se habla de las primeras diligencias en busca de los familiares. “Se me dijo que él no figuraba en los kardex. A mi hijo me lo negaron siempre. Entonces recorrí todos los lugares de detención preguntando por él. ¿Cómo lo hice? No lo sé… Estaba como loca. En ese momento la familia me volvió la espalda. No pude llegar a la casa de mis hermanos, ni donde una prima, nada… ¿Entonces qué tuve que hacer? Trabajar… (es una mujer de unos 65 años). Hice cualquier cosa, trabajé de cualquier manera, pero buscando a mi hijo”.

“Empezó una etapa de angustia, de buscar, de vincularme con personas que en algún momento fueron amigos y que ahora, sencillamente hasta ahí no más…”. Llegaba una a pedir ayuda y le contestaban: “Sí, pero yo no puedo hacer nada”.

“Le pregunté a uno de ‘ellos’, ‘¿qué tengo que hacer? ¿Adónde me tengo que dirigir? ¿Qué otros organismos de seguridad hay?’. Él contestó: ‘Mire, primero tiene que hacer un Recurso de Amparo. ¿Sabe dónde se lo pueden hacer? En Santa Mónica…’. Era de lo más atento, siniestramente atento… Siempre me preguntaba por mi salud…”.

“Yo fui a hablar con un general que era conocido de mi familia. Me atendía su secretario, un hombre lleno de adornos, de borlones rojos, en fin, el secretario de un general. También era muy atento. Me dice: ‘Señora, ¿cómo está usted? ¿Cómo se siente? ¿Cómo está su salud? Dice mi general que por favor le dé nuevamente los datos porque se le extraviaron los que usted le había entregado’”.

“Lo que marcó mucho a la gente del 74 y del 75 fue la famosa lista de los 119. Desde que apareció la lista, en julio del 75, sentimos que algo anormal estaba sucediendo y que nuestros familiares iban a quedar ‘desaparecidos’. Antes teníamos siempre la esperanza de encontrarlos. Pensábamos que en cualquier momento iban a llegar, los iban a soltar…”.

“Un pariente habló con gente de la DINA y le dijeron que todos los de esa lista habrían fallecido. Esta fue la única respuesta que me dieron. Al principio como que lo acepté, pero lloré, pataleé, grité y maldije. Quería matarlos a todos, torturarlos, despedazarlos. Pero después, con el andar del tiempo, pienso que no está muerto…; para mí, mi hijo no está muerto. Tal vez esto se deba a la lista que entregó mucho después Muñoz Alarcón, donde aparecían nombres de personas que estarían vivas. Entre esos nombró a mi hijo, pero tampoco se puede creer que ese hombre dijo la verdad. Siempre he pensado que a lo mejor estará en Colonia Dignidad, o estará en el Norte, o haciendo trabajos forzados… pero a mi hijo yo… como lo quiero vivo… pienso que está vivo”. Y esta duda se transforma en una tortura sicológica.

“Así como se han dado las cosas, intelectualmente me digo que no volveré a ver a mi hija, pero mi inconsciente me dice que está viva. No puedo olvidar la frase de Pascal: ‘El corazón tiene sus razones que la razón no comprende’”.

“A todas nos pasa lo mismo. Con todo lo que una está leyendo y sabiendo se piensa: ‘Tiene que haber muerto, no puede haber resistido’. Pero después una dice: ‘No, mi hijo debe estar vivo, tiene que estar vivo, a lo mejor ha superado la tortura’”.

“Cuando soñé con mi padre y lo veía vivo, me di cuenta que el inconsciente es tan fuerte que aunque tú racionalices objetivamente la situación hay toda una parte que se rebela, que tú no logras romper”.

“¿Han sentido ustedes una rebeldía contra la naturaleza? ¡Por qué miércales están floreciendo los damascos en mi casa! ¡No tienen que florecer, no hay derecho…!”.

Los rumores también van destruyendo a algunos familiares. “Leyendo el informe de Amnesty sobre unos desaparecidos de Argentina que lograron huir, vemos que la táctica es exactamente igual. Ahí uno se da cuenta cómo han jugado con nosotras durante todo este tiempo. Si tú analizas, hay quienes nunca reciben rumores, porque no han querido escucharlos desde el comienzo. Sin embargo, hay otras compañeras a quienes las han trabajado por el rumor hasta destruirlas psíquicamente”.

“A mí me han llegado muchos rumores, pero yo me he fortalecido. Siempre he dicho: ‘Yo tengo que vivir, ¡porque tengo que saber la verdad!’”.

Se habla de lo que pudo haberse hecho a tiempo.

“A veces una hizo cosas que creyó acertado en el momento y a través del tiempo ha visto que no fue así. El atolondramiento del primer tiempo, esa angustia, esa desesperación, ha perjudicado el curso de los hechos”.

“Recuerdo que fui a hablar con el Presidente de la Corte Suprema y le pedí que usara sus atribuciones para ir a Villa Grimaldi a visitar a mi padre. Lo primero que me dijo fue: ‘No puedo, no tengo auto’. ‘Yo tengo un auto a su disposición’. ‘No, es que tengo que llamar antes’. ‘No llame, por favor, porque entonces lo van a sacar de ahí’. Finalmente me dijo que tenía que hacer sus maletas porque se iba a Europa al día siguiente”.

LA INCERTIDUMBRE

El no y el sí, siempre…

“Una noche, empecé a pensar en él y me dije: ‘Él hubiera deseado morir lo más luego posible para no seguir sufriendo’. Eso me dio mucha tranquilidad. Antes que fuera encerrado, o que lo siguieran torturando, o que se trastornara psicológicamente, prefiero pensar que haya muerto pronto. Te digo esto con un dolor muy, muy grande, porque en el fondo ¡qué no daría por encontrarme con él!”.

“Mi hogar prácticamente fue destruido. Tuvimos seis hijos; los chicos tuvieron que irse y yo me he quedado sola con la niña menor, que tenía cinco años cuando él desapareció. Después de haber tenido un hogar bien constituido, alegre, quedarnos solas las dos, en la misma casa, es bastante angustioso. Ella tiene siempre esa cara de tristeza. Cuando le hago ver la realidad y le digo que su papá no va a volver, ella me contesta: ‘No digas eso, mamá… Yo sé que mi papá está vivo; mi papá va a llegar…!’”.

LA DECISIÓN DE VIVIR

A pesar de todo, la vida sigue…

“Hoy día veo las cosas muy distintas. He superado etapas, me he fortalecido… He visto a otras con el mismo problema e incluso peor —algunas tienen dos, tres, y hasta cinco desaparecidos”.

“Siento alegría cuando hacemos acciones: acciones para saber, para tener una respuesta. Siento alegría de ver la solidez que tiene nuestra Agrupación, que es mi segunda familia. Además porque, a pesar de todo este dolor, hemos sabido enfrentarnos a la vida. De ser padres y madres en la casa. Cuando se tienen hijos, una tiene que darles una orientación para que no se vaya a ir a otro lado, por vengar el desaparecimiento del padre o del hermano”.

“Respecto de la Agrupación, pienso que muchas veces no estamos de acuerdo, hay diferentes corrientes políticas, como muchas personas que no la tienen. Pero por sobre todo prima la unidad. Es la única organización en que hay tanta diversidad de opiniones políticas, tantos puntos de posible discusión, personas de diferente extracción social y cultural, tantas mujeres, y esto es difícil. Pero a pesar de todo, seguimos unidas y es por una sola cosa. El objetivo lo tenemos muy claro y es uno solo: saber qué pasó con nuestros familiares y pedir justicia”.

“Yo lo único que puedo pedir es que algún día se haga justicia. Venganza no, porque creo que si pedimos venganza nunca terminarían estas cosas en nuestro país. Queremos vivir tranquilos, felices, por lo menos sabiendo que si nos morimos, morir sabiendo la verdad sobre lo que pasó con nuestros familiares”.

VIVIR PARA LA VERDAD

Hemos entregado una muestra de lo que significa la “desaparición”. Ha sido duro recordarlo y relatarlo, pero era necesario para tomar conciencia “desde dentro” antes de observar cómo la dinámica del dolor va generando vida.

Cuando nos piden que expliquemos aspectos de nuestra Agrupación y debemos mirarla “desde fuera”, nosotros mismos nos sorprendemos al ver aparecer valores que han surgido allí donde sólo se podía esperar negación y aniquilamiento. Es maravilloso comprobar que sucede precisamente lo contrario.

En la conversación de mis compañeras se observa la definición de un solo objetivo, claro y preciso, impuesto por las circunstancias: saber la verdad sobre lo ocurrido a nuestros familiares. Nuestro propósito es justo y legítimo; estamos en nuestro derecho de exigir una respuesta. Porque lo comprendemos así, también tenemos un deber moral. No podemos permanecer pasivas, como si nada hubiera sucedido. Sería antinatural, sería anormal aceptar la mentira o el silencio sobre algo tan definitivo como es la vida de un esposo, un hijo, una hermana, un padre.

Sabemos que nuestro problema es complejo porque afecta a cada persona que ha cometido un delito en la desaparición de nuestros familiares, involucra a todas las instituciones que han sustentado este hecho y se constituye en un problema de conciencia para la sociedad entera, que se hace cómplice con su autorización, su participación o su indiferencia. No es fácil, pero la dificultad o la complejidad se reduce, para nosotras, a algo muy simple: la verdad.

EL RESPETO NACIDO DEL DOLOR

Otra característica que se desprende del relato es la forma cómo llegamos a acuerdos razonables, tomados entre personas tan variadas. Este pluralismo es el respeto mutuo, esta compasión y afecto que sentimos unas por otras, esta fraternidad que se construye en el cansancio y el estímulo, es uno de los elementos que definen la No Violencia.

Nuestro movimiento se fue generando en la acción. No somos un grupo pasivo ni blando, sino dinámico, aún en nuestras angustias y depresiones. Estamos siempre en ebullición, porque el dolor no nos permite dormirnos o descansar. ¡Cuántas veces hemos deseado no ir a las reuniones porque duelen, quedarnos en casa y no saber más del asunto! Pero no lo hacemos porque pensamos tanto en el familiar como en nuestras compañeras. Hemos visto cuánto han sufrido, recordamos los años que hemos luchado juntas y seguimos adelante, con la cruz a cuestas.

Se llega a una actitud de No Violencia cuando se ha tenido que vivir una situación extrema. Es propio del hombre —y más aún de la mujer— la lucha por sobrevivir y el espíritu humano tiene recursos increíbles. Cuando se vive una situación extrema la persona se puede dejar ahogar por ella, o bien tomar impulso desde el fondo para salir a respirar. Hay muchos que viven este tipo de situaciones en Chile y en ellos encontramos siempre una mayor solidaridad: los cesantes, las madres de los Comedores, los presos, exiliados, relegados, estudiantes y profesores exonerados de las universidades. El número va creciendo. Hay una energía que va en aumento y busca una expresión. ¿Qué caminos se pueden seguir?

Ante la violencia surge un proceso interior, que al comienzo es de profunda ira, rencor, odio y venganza. Los que son también violentos no salen de esta etapa. Otros empiezan a descubrir que es un proceso autodestructivo, que hay elementos de locura dentro de él y que afecta a todos por igual, tanto a las víctimas como a los victimarios. Entonces se busca una liberación, una explicación reflexiva y razonable, que es precisamente el camino de la No Violencia. Ante la negación desquiciadora, inhumana del mal, que hace presa de los hombres y los esclaviza, se antepone la fuerza positiva, sanadora, restauradora, integradora del bien, que es la que construye la paz.

Es necesario comprender que todo esto no se da en un instante y que las acciones del ser humano no son nunca químicamente puras. Hemos ido creciendo a golpes y a tropiezos, con algunas equivocaciones, y aún hay mucho por aprender y por vivir. Pero estamos en un camino…

En el desarrollo de nuestro Movimiento se perfilan dos factores básicos. La conversación de mis compañeras revela una determinación inflexible: “Morir sabiendo la verdad”; “tengo que vivir para saber la verdad”; y una vitalidad que presiona sin ceder. Por otra parte, está el contexto de la Iglesia chilena, comprometida con el hombre, que ha aconsejado, orientado y asumido como propio nuestro dolor. Las relaciones no han sido siempre de miel sobre hojuelas, pero de cada episodio —que a veces ha hecho aparecer arrugas en frentes venerables— hemos salido todos con una nueva y rica experiencia. Es que hay bondad en las personas. Hay deseos de servir y deseos de hacer bien las cosas; sensibilidad para no herir y respeto en el juego de los puntos de vista. ¡Cuándo terminaremos por aprender que sólo sobre estos valores se puede construir la paz!

LA ACCIÓN LIBERADORA

Con respecto a las acciones que hemos realizado se podría escribir mucho. Ahora nos interesa ver las líneas generales, lo que se percibe, en el transfondo. Todas las acciones legales que se han iniciado —más de 5.000 Recursos de Amparo, peticiones de ministros en visita, querellas— revelan algo claro. No queremos entrar en el terreno de la ilegalidad en que fuimos ofendidas. Al insistir en la vía judicial le estamos concediendo “al otro” el hecho de que confiamos en su justicia, que creemos en el sistema de derecho que debería existir en nuestro país. Parece casi iluso decirlo así, pero ya hemos visto a algunos jueces y magistrados que han reaccionado con honor y muchos se estarán midiendo en la balanza de sus conciencias.

Se nos ha juzgado por las huelgas de hambre que hemos realizado —que es inmoral, que estamos utilizando a otros, que hay móviles políticos, que estamos perturbando la “tranquilidad” social… Cuando salimos a la calle o mis compañeras se encadenan a las rejas del Congreso, ¿cuántos piensan que son señales, mensajes para que nos escuchen? No podemos romper la barrera con que nos han aislado los medios de comunicación y buscamos signos para que la sociedad se impacte con nuestro problema. Al expresarlo, también le estamos dando la oportunidad para que tome conciencia de su indiferencia. Somos células vivas de este organismo y estamos avisando, con nuestro dolor, a todo el cuerpo que hay una infección profunda en su interior. ¿Por qué no reaccionan antes que todo entre en una total descomposición?

No se puede obstruir, ocultar la miseria del interior, sin atropellar las leyes de la naturaleza. El más elemental sentido común nos indica lo que las ciencias han profundizado, tanto en lo individual como en lo social. Nosotras hemos “gritado, llorado y pataleado”, como decía nuestra compañera, pero lo hacemos porque estamos vivas y esta es una palabra muy importante en el Chile de hoy. Al buscar incesantemente una respuesta hemos encontrado un camino de liberación interior y en este cauce la energía se transforma y renueva, generando más vida. En esto se ha ido creciendo y en el roce de la dinámica se está adquiriendo una madurez, un equilibrio, una armonía que es fruto de la paz.

Ha sido un camino de gran riqueza en valores que no se miden con los criterios del mundo. Cuenta una compañera: “He hecho amistades sinceras, sinceras, porque la Agrupación para mí es algo tan grande: el día que yo no vaya o deje de conversar con alguna de mis compañeras, es algo que me falta. Es como la gota de bálsamo que a una la va fortaleciendo”. Y otra dice: “…el hecho de tener la verdad en nuestras manos y la felicidad plena de saber que estamos luchando por algo tan justo, yo creo que es algo que poca gente tiene…”.

LA DIMENSIÓN IMPALPABLE

Al analizar el rol de nuestra Agrupación en el contexto del organismo social, hemos visto cómo los resortes activos y naturales de un grupo de mujeres han ido transformando un hecho trágico en una fuente de esperanza y resurrección.

Mirando ahora lo mismo en la dimensión del Espíritu, quisiera decir que tal vez lo único que podría cambiar son los términos que se emplean o la perspectiva desde la cual cada uno ve el asunto.

El Espíritu del Señor no está solamente en “lo religioso”, por así nombrarlo. Es el Espíritu de la Verdad, el Espíritu de Vida y sin Él nada podría subsistir. Se manifiesta en todo aquello que tiene el signo de la unidad, en todo lo que se va armonizando e integrando con la presencia del amor.

Nosotros, los cristianos, hablamos mucho del Nombre de Jesucristo —que es en verdad el Nombre por excelencia— pero nos olvidamos a veces que el nombre no está constituido por letras, no es una palabra, sino que envuelve todo to que la persona es. El Evangelio, iluminado y vitalizado por el Espíritu, nos va mostrando todo lo que Jesucristo es: la Vida, la Verdad, el Camino. En Él está la justicia, la libertad, la esperanza, el amor de unos por otros. Toda persona que busque algo de lo que es Jesucristo, lo está buscando a Él, aunque no se haya dado cuenta, porque “Él es la puerta por donde pasarán todas las ovejas”. El amor del Espíritu nos hace ver cuánta es la capacidad del Nombre de Jesús y cómo la multitud de la humanidad puede caber en Él: “La anchura, la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, que supera todo conocimiento”.

Para quien empieza a percibir el lenguaje del Espíritu en los hechos que ocurren, todo adquiere un significado. La liturgia dominical de hoy, por ejemplo, me golpeó muy fuertemente, porque he estado reviviendo dolorosamente la experiencia, al escribir estas líneas. El profeta Zacarías dice: “Y mirarán a aquel a quien traspasaron: harán lamentación por él como lamentación por hijo único y le llorarán amargamente como se llora al primogénito”. Siento que nadie quedará sin respuesta, que los chilenos reconocerán la ofensa y la verdad llegará de todas partes.

He visto la manifestación del Espíritu en el amor de mis compañeras y también en situaciones creadas y recreadas por Él, con formas que nosotros titularíamos de arte o de plenitud. Hace unos meses asistí a uno de esos momentos deslumbrantes del Espíritu, en una celebración con que los amigos quisieron “restaurar la dignidad que le había sido arrebatada” a un desaparecido. Así se expresó inspiradamente Mons. Juan de Castro, quien estuvo presente en el acto.

Recuerdo el clima de unidad y comunicación que se produjo entre personas tan diferentes como las que se habían reunido. Recuerdo cómo se fue perfilando la persona del “desaparecido”, a través de sus fotografías, testimonios y cantos, y cómo estuvo él ahí con nosotros, en esa otra dimensión impalpable.

En esa oportunidad, el Vicario de la Solidaridad improvisó una parábola, que resume toda nuestra reflexión: “Había una señora a quien su hijo le fue arrebatado violentamente de su lado. Empezó a buscarlo y se encontró con otras señoras a quienes les había ocurrido lo mismo. Siguieron la búsqueda juntas. En el camino, vieron que estaban encontrando el valor de la Verdad y esto fue muy importante para ellas. Acudieron a los jueces y como no recibieron respuesta, vieron que la Justicia es necesaria y que sin Justicia no se puede vivir. Con creatividad, siguieron tratando de explicar a los demás lo que les ocurría. Ellas buscan, por lo menos, la forma de restituirle a la persona que aman la dignidad que le ha sido arrebatada. Todos deberían saberlo y reconocerlo, si hubiera Libertad, por eso vieron que sin Libertad tampoco se puede vivir. Buscando la Verdad, la Justicia y la Libertad estas mujeres han encontrado el Reino… Porque esto es el Reino de Dios… que no está lejos, ni está más adelante, sino que se encuentra entre nosotros”.

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