Juan Cristóbal García-Huidobro S.J.: «La pregunta es: ¿qué tipo de ciudadano queremos formar para el futuro?»

“La escuela es el lugar donde se reproducen y se forman las visiones de mundo. Un Chile que quiere darse una nueva Constitución, requiere una conversación más filosófica respecto de qué queremos que ocurra en el sistema escolar”, opina el Delegado de Educación Escolar de la Compañía de Jesús y Presidente de la Red Educacional Ignaciana.

Hasta hace poco se decía que Chile era un orgullo para Latinoamérica en términos de educación, por la cobertura que había logrado. Sin embargo, ¿qué lecciones nos dejó la pandemia con respecto a este propio orgullo?

Yo creo que Chile tiene un orgullo bien ganado en el tema educacional no solo por la cobertura lograda, sino también porque fue capaz de levantar un sistema educacional y de apoyo a la educación, profesional y robusto, que tiene que ver con un montón de ámbitos, desde la infraestructura de las escuelas hasta la alimentación con la JUNAEB, la formación docente, el apoyo a la docencia, más todas las estructuras de apoyo administrativas en las escuelas, la capacidad de monitorear resultados a través del SIMCE y las agencias nacionales. Es decir, contamos con una trama que permite que la complejidad del proceso educacional avance. Sin embargo, creo que el estallido social y la pandemia nos han puesto en la cara —con una fuerza que no habíamos visto— la expresión más dura de la desigualdad en el contexto educacional y hoy tenemos el gran desafío de enfrentarla. Pero, hay que enfatizar que el sistema educacional no hace más que reflejar una desigualdad estructural de Chile, que es violentísima.

¿Eso quiere decir que hemos llegado a un punto en que es difícil avanzar en temas de educación, sin avanzar antes en igualdad?

Una de las lecciones dejadas por la pandemia es que esta tensión —la desigualdad— es uno de los mayores problemas de Chile, y que el sistema educativo no basta para abordarlo. Porque la desigualdad tiene que ver con el mundo laboral, con los barrios, la distribución territorial. Pero creo que la desigualdad expresada en el sistema educacional hay que abordarla con más fuerza y eso pasa por una inversión cada vez mayor y más focalizada en el sistema público y en el particular subvencionado. No hay otro modo de acortar brechas. Después, nos quedan muchas lecciones en el orden de lo propiamente pedagógico. Pienso que tendremos que poner una atención mayor a la dimensión socio-emocional del aprendizaje y de la vida de los estudiantes. Ya llevamos unos 15 o 20 años hablando de este tema, pero la pandemia, a propósito de los aumentos que ha tenido en los niveles de depresión de los estudiantes —por los encierros, por la falta de vida social— ha relevado esa dimensión que tendremos que abordar a nivel de profesores jefes, acompañamiento, clases de orientación, etc. También está la dimensión del aprendizaje académico, y creo que la pandemia despertó mucha creatividad pedagógica en términos de las metodologías que usamos. Nos va a quedar un aprendizaje muy grande, y profesores y alumnos van a estar dotados de muchas capacidades que antes no tenían para hacer cosas distintas.

Uno de los temas que más preocupa hoy en materia de educación en Chile es el abandono escolar. ¿Qué se está haciendo al respecto?

Si hoy le preguntas a profesores, directores o académicos del área de la educación, cuáles son las tres o cuatro preocupaciones más grandes en el ámbito educacional, no sé si van a mencionar la deserción. Preocupaciones más mencionadas son el avance de la educación pública, el fortalecimiento de la profesión docente, las reformas del currículo. Pero comparto que es un enorme problema. Las cifras que entregó en 2021 el ministerio de Educación demuestran que más de 130 mil niños y jóvenes han abandonado la escuela. Creo que hay un trabajo muy fuerte y efectivo que ha hecho el Hogar de Cristo, a través de Fundación Súmate, de visibilizar este problema y decir “oye, aunque la cobertura sea muy grande, aunque el país tenga una mejor educación, sigue existiendo un grupo de jóvenes estudiantes que desertan y que es muy preocupante”.

¿Qué debería preocuparnos del presente en educación?

Además de la desigualdad, que tiene múltiples expresiones, creo que tiene que preocuparnos con mucha fuerza qué tipo de ciudadano queremos en veinte años más y, por lo tanto, qué tipo de persona queremos que se forme en el sistema escolar. De ahí surgen preguntas sobre qué asignaturas queremos que existan, en qué queremos que se gaste el tiempo en el colegio, cuáles queremos que sean los aprendizajes más vitales. Mucho de esto es una conversación más de orden filosófico, de los valores que nos inspiran y el proyecto país que queremos. Yo veo que hemos tenido poca conversación todavía. Mi área de especialización es el currículum, que en el fondo es la construcción del acuerdo sobre los aprendizajes que queremos que se logren en el colegio, y es un área muy pobre en la discusión nacional. No es un tema menor, porque la escuela es el lugar donde se reproducen y se forman las visiones de mundo. Y un Chile que quiere darse una nueva Constitución, requiere una conversación más filosófica respecto de qué queremos que ocurra en el sistema escolar. Por mucho rato las preocupaciones han sido cobertura y calidad, entendiendo por calidad el subir estándares en ciertas cosas mínimas: matemáticas, lenguaje, en fin. Que son todas importantes, porque hoy día los ciudadanos necesitan entender bien lo que leen. Pero conversaciones más profundas sobre qué tipo de educación quisiéramos para el ciudadano chileno que quisiéramos, han sido pocas.

Muchos critican que las élites se forman en los mismos colegios privados y, en ese sentido, quienes están dirigiendo el país salen de estas especies de burbujas.

Eso está cambiando. La composición de la Asamblea Constituyente, si uno la piensa en comparación con el parlamento, es muy potente en eso. Y a propósito de esto mismo, la conversación que viene en el mundo de los colegios privados, además de legislación, es cómo entrar en una frecuencia más pública, cómo entenderse como partícipes de un sistema público y, por ende, cómo crecer en niveles de inclusión. Más allá de eso, la pregunta respecto a qué lugar van a ocupar las élites en el Chile que viene es una pregunta que remece mucho, porque desarma un discurso de 200 años y obliga a los colegios a replantearse con una misión distinta. Entonces, ¿qué misión cumplen los colegios privados en un Chile más mesocrático, donde la clase media es la que conduce? Esa respuesta está por verse, a lo mejor va a tener que ver con la internacionalización; a lo mejor, con la formación de la cultura, o de la intelectualidad. O tal vez, los colegios privados van a terminar siendo nichos para que ciertas comunidades culturales o religiosas formen a su gente, entonces ahí aparecen la comunidad inglesa, la comunidad hebrea, la comunidad italiana, pero también el mundo católico, el mundo judío. No lo sé, pero en el Chile nuevo que viene, ya no es obvio que la élite se vaya a formar en los mismos colegios. Yo preveo que el mundo de la educación particular pagada está entrando desde hace ya tiempo en una crisis bien grande de sentido, de preguntarse, en el fondo, para qué existo.

¿Qué cree que lo está cambiando todo? ¿Hay algo más de esto que hemos hablado, que esté cambiando todo en el mundo de la educación?

Si, y eso tiene que ver con los procesos culturales más amplios, con fenómenos de globalización, de homogeneización, de individualización de la vida, de tecnologización de las relaciones, de reclamos por el espacio de las identidades particulares, etc. Eso yo creo que opera en todas las esferas de la sociedad y, por ende, también en la educación. Si la escuela es un pequeño laboratorio de la sociedad, entonces todos los grandes temas sociales finalmente entran en la sala de clases y en el patio con una fuerza muy grande. Todos esos grandes desafíos de la vida en el mundo posmoderno —o en la modernidad tardía— son desafíos intrínsecos para la escuela, con la fuerza de que la escuela igual es una institución moderna. El sistema educacional es un esfuerzo que la humanidad construyó los últimos 300 o 400 años como uno de los instrumentos más fuertes de la modernización. Al hacer crisis ese paradigma moderno también hace crisis el sistema educacional entero.

¿Sobre qué es usted optimista?

Sobre la condición humana. En el sentido de que creo que, a pesar de todo nuestros condoros, de nuestros egoísmos, al final del día nos buscamos unos a otros para salvarnos y avanzar. Y para mí eso ha sido una conclusión muy linda en la pandemia, que nos ha mostrado las brechas más escandalosas, pero al mismo tiempo que los colegios son comunidades humanas de solidaridad inmensas. Allí donde ha fallecido gente, allí donde ha habido gente que quedó sin trabajo, allí donde ha habido profesores que están estresados, se han visto signos muy potentes de comunidades que se tejen para solidarizar, para apoyar, para empatizar. Y eso a mí me hace optimista.

¿Qué autores hoy están aportando puntos de vista interesantes sobre educación?

En el mundo educacional hay dos tipos de conversaciones, que a veces se cruzan, pero es bueno distinguirlas. Hay una conversación de nivel científico más duro, que se articula en torno a la evidencia y muy mediada por metodologías más cuantitativas o cualitativas, pero que tienen todo un derrotero en el mundo académico. Y después, existe toda una conversación de orden más filosófico, de ideas e ideologías en educación. Hay autores muy potentes de los dos lados, pero me gustan más aquellos autores que se paran al medio y que tratan de juntar una discusión ideológica con una discusión de nivel más empírico. En concreto, me gusta mucho el trabajo de Jal Mehta, profesor joven de Harvard, que trabaja en torno a la pregunta de la innovación en la escuela como institución. En esa línea, hay un grupo grande de educadores asociados en torno al tema del cambio educativo, donde destacaría a Michael Fullan y Andy Hargreaves, y que tienen relación con grupos de trabajo en Chile, en la Universidad de Chile y en la Universidad Diego Portales. Después, en el ámbito del currículum —que es mi ámbito— hay un inglés que se llama Michael Young, que ha abierto conversaciones en medio de estos dos flancos. En Chile, me gusta mucho el trabajo de un grupo que se articuló en torno al CIAE, el Centro de Investigación Avanzada para la Educación, donde están Cristián Bellei, Xavier Vanni, Juan Pablo Valenzuela. Ellos ya llevan como 15 años haciendo investigaciones sobre la escuela y el liceo y tienen un libro bien importante que se llama Lo aprendí en la escuela, que es un análisis de cómo han mejorado las mejores escuelas de Chile, con un énfasis muy fuerte en las escuelas públicas y subvencionadas.

¿Qué mensaje entregaría usted a la humanidad del siglo XXI?

La educación tiene un rol fundamental al ayudar a que cada cual pueda desplegarse como persona y en la construcción de la sociedad. En eso tiendo a pensar como Aristóteles, que hay una primera naturaleza, que es la materia prima, y hay una segunda naturaleza, que es la que se construye a propósito de nuestras interacciones sociales y de lo que se nos regala en sociedad. Ahí aparecen el lenguaje, la cultura. Y después, por otro lado, la escuela es el espacio en donde nace la sociedad más allá de la familia: allí es donde yo conozco a otros y otras que no son mis referentes, con los cuales no tengo vínculo de sangre. Creo que eso sigue siendo cierto, incluso en un mundo global. Ojalá que la educación del futuro nos permita lograr esas dos dimensiones, la del despliegue de la persona y la de la construcción social, nos permita facilitar esos procesos para objetivos nuevos en un tiempo nuevo. Y creo que ahí hay que hacerse muchas preguntas potentes respecto de qué ciudadano queremos formar, qué lugar va a ocupar la dimensión espiritual y no solo la dimensión técnica, de darle a la gente rudimentos para que pueda trabajar. Qué lugar vamos a dejar ahí para el espíritu, el corazón, cómo vamos a abordar ahí la construcción de las identidades. Sí, quizás el mensaje que pondría en la mesa es que necesitamos pensar y conversar mucho más sobre eso, porque no es una pregunta puramente técnica, es una pregunta que tiene que ver con nuestros sueños y qué tipo de generaciones queremos para mañana, a quiénes queremos pasarle la posta, en el fondo, de la humanidad. MSJ

_________________________
Juan Cristóbal García-Huidobro. Sacerdote jesuita, ingeniero de profesión, convertido a las humanidades y doctorado en Educación en Boston College, Estados Unidos.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

logo

Suscríbete a Revista Mensaje y accede a todos nuestros contenidos

Shopping cart0
Aún no agregaste productos.
Seguir viendo
0