Mario Moronta: “En nombre de Dios, pedimos a los dirigentes del Gobierno que escuchen el clamor del pueblo”

Mensaje al pueblo de Dios del obispo de San Cristóbal, Venezuela. “Las Fuerzas Armadas son servidoras del pueblo, no de un gobernante ni de un partido”.

Al finalizar el domingo 30 de julio del año 2017, lleno de tensiones y muertes, es necesario hacer sentir nuestra voz de pastores. En sintonía y comunión, todos los Obispos de Venezuela dirigimos de manera colectiva e individual mensajes al pueblo con especiales llamados al Gobierno y a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Pedimos, entonces, que se retirara la propuesta de la Asamblea Constituyente, porque no fue nunca convocada por el pueblo y resultaba, por la forma como se hizo, inconstitucional.

El Gobierno hizo oídos sordos a este llamado, así como tampoco hizo caso de la consulta popular del pasado 16 de julio. La respuesta fue la del encerramiento en sus posiciones; como dice la Palabra de Dios, nos hemos conseguido con gente de dura cerviz.

Tampoco la Fuerza Armada Nacional Bolivariana oyó nuestra solicitud y menos caso hicieron a las advertencias que les propusimos de defender al pueblo, la Constitución y el estado de derecho. Lamentablemente, se recrudeció la represión con un saldo insólito de asesinados. Algunos de ellos menores de edad y otros ajenos a las protestas. Lamentablemente también se unieron a este saldo dirigentes oficialistas y efectivos militares asesinados. La responsabilidad de esas muertes deben ser asumidas por quienes dieron órdenes y por quienes, al no escuchar las recomendaciones, se empecinaron en actuar de espaldas al pueblo.

El derecho a la protesta ha sido criminalizado y también ha generado respuestas violentas que rompen la paz social y la sana convivencia ciudadana. Se ha creado una situación caótica que desconcierta, pero que a muchos llena de temores e indefensión.

La gente sigue sintiéndose burlada y se tiene la real impresión en quienes gobiernan que no les importa el dolor, la angustia y la indefensión de nuestra gente. Si no les duele el hambre que golpea a muchos, así como la falta de insumos médicos y la inseguridad, mucho menos les dolerá o preocupará el deseo de libertad, de convivencia democrática y de paz que requiere el pueblo al que pertenecemos.

Por eso, tampoco les interesa que haya muchos hermanos nuestros que están emigrando hacia países hermanos. ¡No están huyendo de Venezuela! Están buscando las posibilidades de alimentación, atención médica y de una vida digna. En los últimos días, más de 150 mil venezolanos, padres y madres de familia con sus hijos y familiares, sellando pasaportes han pasado a Colombia para ir en busca de una nación hermana que los reciba y acoja fraternamente.

Hay un texto bíblico que conviene tener presente hoy y hacérselo saber al Gobierno, a los militares, a los responsables sociales y dirigentes políticos. La imagen de la ovejita propuesta por el profeta Natán a David retrata la situación que vivimos hoy en Venezuela. El profeta le explica a David que un potentado le arrebató su ovejita a un pobre, la única posesión que tenía para su sustento personal y familiar. David, enojado, quiso enviar a apresar a ese potentado de la parábola. Natán, sin muchos miramientos, le hizo saber que se trataba de él mismo, David, por lo que había hecho al quitarle su mujer a uno de sus mejores amigos y generales, a quien de paso mandó a matar. David entendió y buscó reparar el daño con un acto de penitencia y conversión.

¿Acaso no es lo mismo que está sucediendo en nuestra nación? La ovejita es el pueblo, con sus ilusiones y esperanzas. Se le ha ido privando de lo necesario, de lo que le pertenecía. Frente a ello, la prepotencia de quienes quieren perpetuarse en el poder o de quienes quieren llegar al mismo prescindiendo del pueblo, verdadero sujeto social de la democracia. Su ovejita es apetecida por quienes quieren imponer un sistema no aceptado por la gente, o por quienes quieren llegar al poder con componendas.

Como lo hizo Natán, nos corresponde a los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, pedirle la conversión al Gobierno, a los militares, a los dirigentes políticos. En el Nombre de Dios, le pedimos a los dirigentes del Gobierno, en todas sus expresiones, que cambien de actitud y escuchen el clamor del pueblo, del cual deben ser sus servidores. Es hora de cambiar el rumbo, es hora de atender el deseo del pueblo por elecciones regionales y nacionales. Y no digan que no se puede. Así como han tergiversado las leyes y la Constitución, se puede buscar de manera legal y legítima la manera de promover esas elecciones en el corto tiempo.

En el Nombre de Dios, le pedimos a los miembros de la Fuerza Armada Nacional que actúen de acuerdo a su conciencia y con temor de Dios. Ustedes son servidores de la democracia, la Constitución y del pueblo. No lo son de un gobernante, de una ideología, de un partido. Basta ya de tantas muertes y heridos, de tanta zozobra. Recuerden que son también hijos de este pueblo que está sufriendo y que clama por un presente y un futuro promisor, humano y fraterno. La inmensa mayoría de ustedes son cristianos católicos: por tanto, deben regirse por los criterios de la Palabra de Dios, uno de los cuales es el quinto mandamiento que pide no matar.

A todos los miembros de nuestra Iglesia diocesana, les recordamos que somos el pueblo de Dios que promueve y defiende la vida. Nos duele la muerte de tantos hermanos nuestros y compartimos el sufrimiento de sus seres queridos. No hay que convertir esas muertes en un medio para hacer política. Los tenemos presentes en nuestras oraciones. Es tiempo de misericordia para ayudar a quienes la necesiten, con solidaridad y fraternidad. Aunque haya muchas razones humanas para el odio y la venganza, debemos preparar, fortalecer y hacer realidad la reconciliación. Ella nace de Cristo, quien es nuestra Paz.

A los sacerdotes, diocesanos y religiosos, les recordamos que somos pastores de todos sin excepción. La gente nos debe sentir cercanos, no con falsos protagonismos, aparentando lo que no somos, sino con la actitud del Buen Pastor quien dio la vida por sus ovejas. Más que nunca debemos estar al lado de los más pequeños y pobres. Algunos sacerdotes han recibido amenazas y mensajes de incomprensión. No sientan temor, pues sabemos en quien hemos puesto nuestra confianza: en Cristo Sumo Sacerdote a quien estamos configurados. A quienes son Capellanes militares, les pedimos que les hablen a ellos al corazón, iluminen sus conciencias y les ayuden a servir a quien tienen que hacerlo: a Dios, presente en los hombres y las mujeres del pueblo al que pertenecemos. Que nuestro presbiterio, más unido que nunca, sea expresión del Pastor Bueno, Jesús, quien conoce y es conocido por sus ovejas.

Nos colocamos en los brazos amorosos del Santo Cristo de La Grita. Ellos nos sostienen para salir adelante y vencer la oscuridad del momento presente. Su rostro sereno nos alienta y acompaña al hacernos sentir el fruto de su acción redentora, la auténtica libertad de los hijos de Dios. María del Táchira, Nuestra Señora de la Consolación, de seguro nos protege y bendice

Con mi cariñosa bendición.
+Mario Moronta Rodríguez, Obispo de San Cristóbal.

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Fuente: http://www.periodistadigital.com/religion

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