Mercedes Navarro Puerto: Una biblista libre… en la frontera

Entrevista con la religiosa, biblista, escritora, pintora, Doctora en Psicología y Teología, Mercedes Navarro Puerto, quien ha abierto nuevas perspectivas en la investigación teológica feminista que han impactado a cientos de teólogas cristianas en el mundo de habla hispana. “Crezcamos como humanidad, reconozcámonos como seres humanos, desarrollemos lo más humano de lo humano y evolucionemos”.

Mercedes Navarro Puerto está —como Mensaje— celebrando sus 70 años. Es religiosa Mercedaria de la Caridad, psicóloga, escritora y pintora. Es Doctora en Psicología, Doctora en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, con la especialidad de exégesis bíblica en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma. Fue cofundadora y presidenta de la Asociación de Teólogas Españolas, cofundadora de la Asociación Bíblica Española y de la Escuela de Teología Feminista de Andalucía, Éfeta. Pertenece a la Asociación Europea de Mujeres para la Investigación Teológica, tiene más de 200 publicaciones y actualmente dirige el área hispana del proyecto editorial “La Biblia y las mujeres”, de Editorial Verbo Divino. Ha abierto nuevas perspectivas en la investigación teológica feminista que han impactado a cientos de teólogas cristianas en el mundo de habla hispana.

Ha afirmado que “ser teóloga hoy es aceptar ser ‘residente extranjera’. Estás en tierra de nadie. Aprendes el ‘idioma’ del patriarcado, pero lo transformas y creas uno nuevo que lo cuestiona todo”. ¿Qué idioma están hablando hoy las teólogas?

Tendría que precisar de qué teólogas estamos hablando porque hay gran diversidad. Hay teólogas que solo hablan el idioma del patriarcado. Suelen ser las que se encuentran en instituciones eclesiásticas y clericales. Su idioma con frecuencia no se distingue del idioma de los teólogos tradicionales. El hecho de que sean mujeres suele crear una pequeña diferencia porque las mujeres proceden de una socialización diferente de la de los varones. Otras hablan explícitamente en lenguaje “femenino”, es decir, en aquellos términos y discursos que el patriarcado considera propio de mujeres. Luego estamos las teólogas feministas que tenemos lenguaje propio, aunque frecuentemente tenemos que valernos de categorías y términos patriarcales. De ahí eso de “residente extranjera”, expresión de la exegeta feminista Elisabeth Schüssler Fiorenza, pues nos vemos obligadas a hablar la lengua de los “padres” a la vez que buscamos y creamos nuestro propio idioma. Esta habilidad para comunicarnos en un código doble es bastante incómoda. Nos situamos y nos sitúan en las fronteras, entre el mundo de lo conocido y familiar y el de lo desconocido en el que queremos adentrarnos y explorar. Entonces, hay teologías hechas por mujeres que no se distinguen de las que hacen los varones. Hay teologías contextuales, es decir, críticas con el racismo, el colonialismo, la xenofobia, la homofobia y otras muchas lacras de nuestra sociedad. Son herederas de la Teología de la Liberación. Y están las teologías feministas, plurales en su acercamiento a las cuestiones teológicas, que usan la categoría de género como método de análisis.

¿Qué le ha aportado el feminismo en su quehacer teológico bíblico?

Yo era feminista militante antes de ser teóloga, por tanto, lo extraño sería no ser teóloga feminista. El feminismo es un modo crítico y creativo de situarse ante el mundo. Un mundo en el que las mujeres hemos sido percibidas (y seguimos siéndolo) seres humanos de segunda categoría, un poquito menos humanas que los varones, solo por el hecho de ser mujeres. Es duro ser feminista, y a menudo es cansador y decepcionante. Hoy nuestro mundo ha aceptado algunas conquistas para las mujeres, como estar en todas las agendas políticas del mundo. Ningún país ignora la causa de la igualdad de las mujeres —para reprimirla o para promoverla— y eso es un logro indudable del feminismo. Sigue siendo profundamente incómodo, basta ver los continuos ataques, a veces feroces, otros sutiles y, sobre todo, se ve en el síntoma de los feminicidios: miles y miles de mujeres de todas las edades y estratos sociales asesinadas solo por ser mujeres. Eso es intolerable. El sistema patriarcal neoliberal intenta utilizar el feminismo para seguir perpetuándose, pero pese a todo no lo logra. El feminismo es una amenaza para este sistema. La teología feminista es igualmente incómoda con el sistema patriarcal manifiesto en el clericalismo eclesial, aunque no debemos olvidar que en el documento de la Pontificia Comisión Bíblica “La interpretación de la Biblia en la Iglesia” (1993) la exégesis feminista es contemplada como una aproximación bíblica crítica. Con el lente feminista descubro elementos apasionantes de los textos. Gracias a la perspectiva feminista, por ejemplo, descubrí al personaje mítico de la primera mujer del Génesis (llamada Eva), como un referente fundamental de humanidad. He descubierto el profundo trasfondo patriarcal del judeocristianismo, pero también las maravillosas grietas del sistema en personajes que, como Moisés, se desvían del estereotipo, producto de una recepción machista y lejana a los textos, o a mujeres irregulares como Tamar, Rajab, Hulda, o María Magdalena, maltratadas en la catequesis, la predicación y la exégesis.

La Biblia ha sido escrita por varones y en contextos patriarcales ¿Puede ser liberadora para las mujeres del siglo XXI?

La Biblia se ha usado para todo, para liberar y para oprimir. Las mujeres hemos sido capaces de encontrar en los textos caminos de liberación y de sanación, impulsos para luchar por nosotras mismas y por las mejores causas de lo humano. En los volúmenes de la colección internacional “La Biblia y las mujeres” —de la cual soy directora general para el habla hispana—, se va dando cuenta de la parte represora de la recepción y de la liberadora. Eso vale especialmente para las mujeres actuales, porque necesitamos referentes, descansar en nuestras genealogías, no perder nada de lo valioso de la historia que nos pertenece. Todo eso lo han preservado y transmitido las religiones, la judía y la cristiana. Las teólogas y exegetas feministas rescatamos lo valioso y lo interpretamos con categorías de hoy. Nosotras no podemos desechar el patrimonio mítico y religioso solo porque nos lo hayan enseñado mal. En la medida en que mantengamos esos restos míticos vivos y tantos relatos potentes actualizados, seguirán siendo un tesoro para las mujeres y, en general, para la humanidad.

¿Qué cree que puede aportar María de Nazaret a la espiritualidad de las mujeres hoy?

En mi último libro, Los rostros bíblicos de María (2020), aparece mi modo de entender a la María de los evangelios. Mi descubrimiento ha sido que no hay un solo rostro de María de Nazaret, sino varios. Cada evangelio construye y transmite su propio rostro y cada uno de ellos es muy interesante. Esta María bíblica no tiene nada que ver con las imágenes que nos han sido transmitidas. Es más cercana y en su figura se incluyen elementos básicos y poderosos de humanidad. Los evangelios son la crítica más radical a la construcción histórica de María que se nos ha propuesto a las mujeres. El pasaje de Marcos 3,31-35 es impactante. María, encabezando una delegación familiar, va a llevarse a Jesús porque se dice de él que está loco. Jesús somete a su madre a un impresionante proceso deconstructivo y reconstructivo de su rol y de su persona. Descubrimos que la madre esconde a la persona. Y eso hoy para las mujeres es algo a tener muy en cuenta.

¿Qué luchas cree que vale la pena seguir dando hoy en la Iglesia?

Creo que es el momento de construir y crear, sin dejar de ser críticas, lo propio de la mirada feminista. Me parece que hemos deconstruido lo suficiente como para dedicarnos a crear lo que queremos. En este sentido, por ejemplo, luchar contra el clericalismo me parece un derroche de energía, porque el clericalismo es muy resistente. En cambio, podemos dedicar nuestra energía a crear comunidades más acordes con el Evangelio asumiendo las responsabilidades que no hay que dejar a otros y con un régimen democrático igualitario. Si yo no quiero que haya clericalismo, yo misma no debo ser clerical.

¿Qué debería preocuparnos del presente?

Los feminicidios, el uso y abuso del cuerpo de las mujeres y la mentalidad de descarte con respecto a los seres humanos. El cambio climático y sus consecuencias en los grupos empobrecidos y vulnerables, los millones de refugiados que habitan en las zonas apátridas que les asignamos, nuestra gestión bochornosa de la emigración. La banalización de la verdad y el contagio de una mentalidad de mentira y de corrupción.

¿Qué cree usted que lo está cambiando todo?

No creo que haya algo que lo esté cambiando todo. La realidad es muy compleja y todo se relaciona entre sí. Hace menos de un año había mucha gente convencida de que la pandemia iba a ser un factor de cambio muy importante, pero lo que yo veo es que ni siquiera hay un deseo de cambio significativo. La mayoría quiere volver a lo de antes y en todos los sentidos. Mi postura es tan modesta como ambiciosa: generar el cambio que una desea en el propio metro cuadrado de influencia.

¿Sobre qué es usted optimista?

Como creyente sigo confiando en lo más humano de lo humano, en aquello que nos acerca a lo divino. Eso no se publicita como se hace con lo más negativo y descorazonador de los seres humanos, pero está ahí, sigue presente en la gente sencilla, en lo cotidiano. Yo creo en ello y en su poder transformador, silencioso y constante.

¿Qué pensadoras cree usted que están aportando interesantes puntos de vista a la humanidad hoy?

Hay numerosas mujeres liderando procesos constructivos para la humanidad en el mundo de la política, en las ciencias y las humanidades, la ecología y, sobre todo, en el feminismo. En el mundo del pensamiento en el que me muevo, Martha Nusbaum, es una pensadora muy valorada. En España hay un puñado de filósofas y sociólogas feministas que han dejado una profunda huella en la historia reciente, como Amelia Valcárcel y Ana de Miguel. Entre las teólogas feministas, Elisabeth Schüssler Fiorenza y Elizabeth Jonhson que iniciaron una senda en la que todavía están y nos mantienen a muchas. También Ivone Gebara porque tiene un impacto enorme en las mujeres cristianas de toda índole. Hay muchas teólogas españolas cuya huella e influencia es significativa en el mundo de las mujeres cristianas, como Isabel Gómez-Acebo. Todas son una luz de esperanza que abren caminos nuevos, a veces asumiendo verdaderos riesgos.

¿Qué mensaje daría usted a la humanidad del siglo XXI y qué considera clave para el futuro?

Mi mensaje sería: crezcamos como humanidad, reconozcámonos como seres humanos, desarrollemos lo más humano de lo humano y evolucionemos, porque queda mucho por descubrir acerca de lo que somos y lo que podemos llegar a ser, no en un sentido prometeico, sino imaginativo, creativo, en buena relación con nuestro entorno, mirando más allá de lo inmediato, dejando lugar a lo invisible, a eso que se encuentra en un registro diferente a lo meramente empírico. Eso iría creando un futuro digno y hermoso. MSJ

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Mercedes Navarro Puerto. Religiosa Mercedaria de la Caridad, psicóloga, escritora y pintora. Doctora en Psicología, Doctora en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, con especialidad de exégesis bíblica en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma. Cofundadora y presidenta de la Asociación de Teólogas Españolas, cofundadora de la Asociación Bíblica Española y de la Escuela de Teología Feminista de Andalucía, Éfeta. Pertenece a la Asociación Europea de Mujeres para la Investigación Teológica. Cuenta con más de 200 publicaciones y actualmente dirige el área hispana del proyecto editorial “La Biblia y las mujeres”, de Editorial Verbo Divino.

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