Una espiritualidad florida

Flores y amor, flores y esperanza, flores y el mundo nuevo. Creemos que siempre florecerán nuevas flores de paz, justicia y compasión.

Quisiera proponer algunas claves para pensar en una espiritualidad florida. Los cristianos y cristianas creemos en un Dios creador del mundo, de una tierra, de un cosmos que es bueno y bello, que posee lógicas de armonía y que es espacio de revelación, es decir, un lugar y un modo a través del cual podemos reconocer al Padre-Madre Creador (Cf. Rm 1,19-20). Al pensar en la espiritualidad florida busco reconocer cuáles son las aristas vitales, desafiantes y de profundidad que las flores y los colores de la primavera nos pueden regalar para pensar la espiritualidad como espacio de encuentro con la creación, como forma de ser entre nosotros y como modo de reconocer al Dios creador que las ha puesto para dar color, vida y alegría a nuestros días.

Los poetas y sabios de la Biblia fueron capaces de reconocer cómo las flores y las manifestaciones coloridas y bellas son una metáfora más que adecuada para entrar en la comprensión del Dios que las ha creado y que nos susurra a través de sus obras. Así por ejemplo, en el Cantar de los Cantares, aquella composición que sublima el amor erótico-místico se nos cuenta que el amante define a su amada en los siguientes términos: “Yo soy la Rosa del Saron y el lirio de los valles. Como el lirio entre los espinos, así es mi amiga entre las doncellas” (Cantar 2,1-2).

La palabra saron sharon, es una voz hebrea que significa llano o llanura y que indica una llanura costera de Israel cercana al Monte Carmelo. Son llanuras de dunas áridas. Por lo tanto, hemos de hablar de la flor de la llanura. Lo propio de las flores mencionadas en el Cantar de los Cantares es que incluso cuando son cortadas continúan permaneciendo con vida porque se aferran a otro tronco. La rosa del saron puede vivir incluso en las condiciones más áridas. Quizás, el modelo de esta flor nos muestra cómo en medio de nuestras situaciones críticas, el desierto vuelve a florecer siempre en belleza y esperanza. Se nos invita a encontrar a la más bella de las flores en el lugar más inhóspito.

Por ello el profeta Isaías expresa que, en los tiempos de la paz mesiánica, “se alegrará el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa” (Isaías 35,1). Flores y amor, flores y esperanza, flores y el mundo nuevo. Creemos que siempre florecerán nuevas flores de paz, justicia y compasión.

Jesús, haciéndose eco de la mística de su pueblo, y en el Evangelio de Mateo, pone como metáfora y modelo de vida a los lirios del campo que no tejen, ni cosechan, pero que Dios en su providencia las viste de hermosos colores (Mt 6,24-33). Para el filósofo danés Soren Kierkegaard, los lirios del campo y las aves del cielo representan maestros para vivir la alegría religiosa, de vivir la simpleza que, a su juicio, son espacios para el encuentro con lo divino. Incluso Kierkegaard invita a vivir la no-aflicción. Pero hoy vivimos en un tiempo de profunda aflicción, dolor, incertidumbre. Y es ahí donde Kierkegaard nos anima a volver donde reina una “incesante persuasión” en cuanto miramos a los lirios y aprendemos de ellos.

Jesús, haciéndose eco de la mística de su pueblo, y en el Evangelio de Mateo, pone como metáfora y modelo de vida a los lirios del campo que no tejen, ni cosechan, pero que Dios en su providencia las viste de hermosos colores.

También podríamos rastrear espacios de renovación humana-florida a partir de las meditaciones del budismo zen en cuanto forman de contemplación de lo sutil. Daisetsu Teirato Suzuki, o simplemente Suzuki, es una de las mayores autoridades mundiales del budismo zen. Él, en una obra escrita junto al psicoanalista Erich Fromm, indica que los poetas orientales —como Basho— son amantes de la naturaleza y que, por ese amor, son capaces de latir en unión con lo natural. Dice Suzuki: “El poeta puede leer en cada pétalo el más profundo misterio de la vida o del ser”. Y más adelante señala: “Pero cuando la propia mente se abre poética, mística o religiosamente, se siente, como Basho, que en cualquier tallo de hierba silvestre hay algo que trasciende y que nos eleva a un nivel semejante en esplendor al de la tierra pura”.

Las flores y su forma de estar en el mundo. Las flores como signo de la presencia de algo mayor. Las flores, sus colores y sencillez en la lógica de la espiritualidad que se abre a la esperanza, de una esperanza siempre florida y en constante florecimiento.


Imagen: Pexels.

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